Tsunayoshi
Megata
En
1920 un aristócrata japonés, el barón Tsunayoshi Megata, viaja a París con la
intención de someterse a una operación para hacer desaparecer, así, una mancha
(un hemangioma) que, de nacimiento, tenía en el rostro.
Al
poco tiempo de su llegada ve actuar en El Garrón a la orquesta de Manuel
Pizarro. Fascinado por el tango, contrata los servicios de un profesor, hasta
llegar a convertirse en un eximio bailarín, olvidándose para siempre de la
operación.
Seis
años después, llevando consigo un álbum de discos grabados por Pizarro y por
Bianco-Bachicha, regresa a Tokio e instala una academia de baile, gratuita, en
la que enseña a bailar el tango a la aristocracia japonesa. A pesar de que no
daba clases profesionalmente, quienes lo conocieron me han contado que Megata
era muy estricto en la enseñanza del baile y en todo lo referente a urbanidad.
Personalmente,
su figura siempre me interesó, de modo que cuando viajé a Japón emprendí una
investigación sobre su persona. Tuve la suerte de conocer a varios de sus
discípulos y, entre ellos, fue la duquesa de Okuma la que me contó que Megata
era muy aficionado a los deportes. Piloto de avión, después de las lecciones
solía conversar sobre aviación en prolongadas charlas que se prolongaban hasta
la madrugada. Fue, además, el primer japonés que importó una motocicleta -una
Harley –Davidson- de los Estados Unidos.
Megata
fue el verdadero introductor del tango en Japón.
Cuando
regresé de aquel viaje le dediqué un tango. Le envié la letra a Edmundo Rivero,
que se encontraba veraneando en Mar del Plata, y una semana después me lo cantó
por teléfono. Le había puesto música.
A LO MEGATA
El barón Megata, en el año veinte,
se tomaba el buque con rumbo a París,
y allí, entre los tangos y el “dolce far niente”,
el japonesito se hizo bailarín.
Flaco y bien plantado. Pinta milonguera.
De empilche a lo duque, aun siendo barón.
Bailó con Pizarro, y una primavera
empacó los discos y volvió a Japón.
Y así llevó el tango
a tierra nipona,
donde gratarola
lo enseñó a bailar.
Cuentan que Megata
no cobraba un mango,
por amor al tango
y por ser bacán.
No sólo enseñaba cortes y quebradas,
también daba clases de hombría de bien,
junaba de noches y de madrugadas,
piloteaba aviones y más de un beguén.
Y tal vez ahora, que está aquí presente,
mientras una Sony nos pasa “Chiqué”,
alguien, allá en Tokio, elegantemente,
baile a lo Megata sin saber quien fue.
LUIS ALPOSTA, Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
“A
LO MEGATA” – tango de Alposta y Rivero - Canta Edmundo Rivero
https://www.youtube.com/watch?v=zcBRS3m1Xbs
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