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sábado, 2 de septiembre de 2023

ELECCIÓN - Norberto Pannone, Buenos Aires, Argentina

 



ELECCIÓN


El hombre llegó hasta el filo del río y con cierta nerviosidad se dirigió hacia el muelle. Su propósito, al parecer, era cruzar hasta la otra orilla.
Viendo que había allí amarrados un par de botes, se acercó a uno de ellos y preguntó al remero cuánto le cobraría para llevarlo hasta la otra ribera. El individuo respondió: -Le costará diez pesos.
El hombre, sin dar respuesta, se dirigió entonces hasta la otra embarcación e hizo la misma pregunta, obteniendo del barquero similar respuesta. Volvióse nuevamente hasta el primer remero y le preguntó:
-¿Por qué lleva ese balde?
-Para ir sacando el agua del bote, porque tiene una pequeña grieta y hace agua. Pero no existe peligro.
El hombre no hizo comentario alguno y volvió nuevamente sus pasos hasta el otro bote para preguntar alguna cosa, cuando estuvo a un par de metros del mismo, observó que le faltaba un remo, e indagó:
-¿Qué pasó con el otro remo?
-Se quebró, dijo el patrón. Agregando: -y como lo poco que gano apenas me alcanza para comer… no he podido comprar otro.

El viajero se apartó de los botes y comenzó a calcular las posibilidades de llegar con cierta seguridad hasta el otro lado del río.
-Uno de los botes hacía agua, tenía un balde para achicar pero, ¿llegaría hasta la otra orilla sin hundirse? Él no sabía nadar…
-A la otra chalupa le faltaba un remo, lo que hacía más lenta su navegación. ¿Y si se levantaba viento y se daba vuelta antes de llegar? Él no sabía nadar…
-Su necesidad de cruzar era imperiosa.

Estaba tan concentrado en sus reflexiones ante aquel dilema, que la voz lo sobresaltó:
-¡Es difícil decidir! ¿Verdad?

Se dio vuelta y prestó atención al recién llegado. Era un hombre de pequeña estatura, muy delgado, feo y de aspecto repugnante. Usaba una especie de barba hirsuta y sucia, pero estaba vestido con buena ropa, al parecer, de buen precio.
-¿Quién es usted?, preguntó el hombre que quería cruzar el río.
-¿No me conoce?, mucha gente me adora y otros me odian. ¡Soy el caballero más poderoso de la tierra!
-¿Cómo dice que se llama?
-Destino…
-¿Cómo?
-Sí, lo que oyó: Destino, -respondió el individuo con petulancia. -Destino, mi amigo. ¡Des-ti-no!
-Seguramente usted me podrá responder algunas preguntas.
-Depende…
-Quiero saber cuál de esos dos botes es el que hace más viajes.
-El del balde…
-Pero, ¿no se hunde? Yo no sé nadar…
-A veces se hunde, sí… pero el patrón se arroja al agua, le ata una cuerda a la proa y nada hasta la orilla, allí lo espera su hijo con un par de caballos que tiran de la misma hasta sacarlo del agua.
-¿Y el pasajero?
-Si sabe nadar se salva, si no: se ahoga.
-¿Y el bote que tiene un sólo remo? ¿Por qué hace menos viajes?
-Porque en los días de viento se suele volcar, ahogando a los pasajeros que no saben nadar. Ya pasó en varias oportunidades…
-¿Qué me aconseja señor Destino? ¿En cuál de los botes me puedo embarcar?
-¡Eso lo decide usted, mi amigo! ¡Es su vida! ¡No me pida a mí que decida por usted! Aunque…
¿Si?
-Yo voy hacia el otro lado, si tanto miedo tiene, puedo llevarlo en mi lancha que es segura y rápida. En cinco minutos llegamos a la otra rivera. ¿Qué decide?
-¿Cuál es su lancha?
-Aquella que está junto a los botes.
Al ver tamaña embarcación; tan brillante; tan llena de lujos y de aspecto tan seguro, el hombre asintió lleno de tranquilidad y de agradecimiento.
Respiró aliviado y junto al personaje aquél, se embarcaron para emprender velozmente el cruce.
A escasos centímetros por debajo de la superficie, justo en el medio del río, donde la corriente y la profundidad eran más pronunciadas, un grueso tronco descendía con rapidez y sin gobierno en busca del delta. Aquella hermosa y veloz embarcación dio de lleno con su proa sobre aquel obstáculo, destrozándose en segundos, se inclinó de inmediato a estribor y en instantes, se perdió bajo las negras y torrentosas aguas.


NORBERTO PANNONE,
poeta y escritor argentino

 


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