COSMOVISIÓN DE LAS PLAZAS
Parece de una obviedad
total, pero no por eso es menos cierto: la gente, los hombres, las mujeres, han
sido quienes han dado vida a las plazas, en todo tiempo y lugar.
Pocas cosas tan
intrínsecamente unidas al pasaje vital del hombre por la Historia como las
plazas. Desde el fondo de los tiempos.
La libertad -¡nada menos!-
se ha propuesto, peleado, obtenido y consolidado en las plazas.
Sus primos hermanos
-democracia y derechos humanos- han sido conquistas de las plazas. Desde ellas
-llevadas en andas por el pueblo- llegaron a los foros.
La cultura fue (es) pura
efervescencia en las plazas.
Lo lúdico, lo recreativo,
lo identitario son causas comunes a las plazas. En una tarde encendida de plaza
de toros o en la ignota feria de la más recóndita villa de cualquier lugar
caído del mapa.
La fe ha sido cuestión
afín a las plazas (y no solamente en San Pedro y La Meca), para los de la cruz,
la media luna y para todos, que no creer en nada también es creer.
La ternura se ha dado cita
en las plazas, de un extremo al otro de la vida, en los vacilantes primeros
pasos de un niño y en las manos abiertas de un anciano dando de comer a una
paloma.
A la hora del desamparo,
recovas, bancos y canteros de cualquier plaza han sido improvisados dormitorios
a la intemperie de aquellos a quienes el resto mira con general indiferencia.
Juglares, románticos,
bohemios, cirujas, anarquistas, feministas, hippies, descamisados,
indocumentados, ahora los indignados, todos han encontrado en las plazas casi
un hábitat natural.
El amor (clandestino y del
otro) se ha refugiado en las plazas cuando se ha sentido acorralado en lugares
más convencionales y por los convencionalismos sociales.
Tras las guerras cruentas,
la paz ha sido celebrada en las plazas, al son de patrióticas músicas e
inflamadas arengas.
En las plazas andan de la
mano lo universal y lo aldeano, lo igual y lo distinto, lo común y lo diverso,
los tonos y los matices, lo popular y lo elitista, lo sacro y lo profano, lo de
aquí y lo de allá.
Las hay abiertas,
cerradas, enormes, pequeñitas, policromas, verdes, grises, marmóreas, de
zócalos, adoquinadas, embalastadas, de tierra, oscuras, luminosas, en forma de
damero y en las más variadas otras formas.
Las ornamentan: fuentes,
ánforas, glorietas, rosaledas, juegos infantiles, bustos, monumentos, relojes;
las alegran: retretas de bandas, pájaros de los que se pida, risas infantiles;
las hacen diferentes: subsuelos, terrazas, desniveles.
Ya no se escucha en ellas
el piropo sutil y elegante, ni están los clásicos fotógrafo y lustrabotas;
también faltan el voceo del canillita y el varita parado en la esquina, en su
rutinaria tarea de ordenar el tránsito.
En cambio, están los
artesanos, los dibujantes al carbón, los titiriteros, los que pasan porros (y
los que los consumen), las (y los) que venden placer sexual, los repartidores
de volantes y -en muchos casos- verdaderos “mercados de pulgas”.
No siendo de nadie, son de
todos.
¿Por qué las plazas tienen
que tener nombres?
Para mí, si fuera
necesario que algunas llevaran, no debiera ser otro que “Del Encuentro” o “Del
Reencuentro”.
Sin embargo, tienen la más
surtida galería de nombres que imaginarse pueda: personales, impersonales, de
héroes, de villanos, de sabios, de “sabiondos”, de demócratas, de tiranos, de
líderes, de pusilánimes, grandilocuentes, intrascendentes, patrióticos,
inmerecidos, justísimos, fáciles y difíciles de olvidar, en reconocimiento a,
para quedar bien con.
Muchas veces -casi
siempre- el pueblo las bautiza de otra manera, y por tal son mucho más
conocidas.
Trato de no ser tan
soberbio como para creerme que lo sé todo.
Sin embargo, no recuerdo
ninguna plaza que se llame “La Gente”, “El Hombre” o “El Pueblo”.
Dicho como al descuido,
¿será ésta una de las escasas veces que los humanos obviamos nuestra natural
tendencia al narcisismo?
¿O será una omisión más de
la especie para con la especie?
¿Sabe una cosa?: Tal vez
sea un “involuntario olvido”, nada más.
Tengo para mí que
-eufemísticamente- así debe ser.
A veces lo pienso.
©VÍCTOR VELÁZQUEZ, poeta y escritor uruguayo
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
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