EN TIEMPO DE ZOZOBRA
Aún, entre las guerras, los sufrimientos
viviendo la agonía tras las hogueras
de fuego lidiemos por la concordia
más allá de las letras.
Nadie está libre de ser un mendigo,
los hombres deciden quién es Dios,
haciendo guerras con su sentir provocador.
Miles de soldados acarrean la muerte,
suplican a un dios, mientras la sangre
se escurre sobre la tierra con lo ilógico
del vivir insensible con el atroz odio.
La poesía junto a la paz
tiene vida propia, vivirá la armonía,
aunque agonice el poeta.
Su trono resistirá las tempestades
como el sol que no se derretirá
entre las bombas, las muertes,
la crueldad del hombre.
Hay quienes aún anhelantes
tan solo de paz imploran
cambiar el mundo.
¡Siempre de pie!
Como el poema que no tiene final.
El cóndor pasa sobre un mundo frío
rodeado de reservas y lémures,
mientras el tiempo transcurre.
En la guerra del lado de la izquierda
y del lado de la derecha,
convencidos de su propia verdad,
van orando ante Dios por la victoria.
¡Qué ironía! Tienen un creador divino
dividido por el mismo dilema.
La paz se gesta en el alma,
brindando amor.
El amor, cuatro letras que impulsan
el camino hacia la grandeza,
dando honor y gloria a Dios.
No existe un final sin un comienzo
en el árbol de la vida
aún ocultadas bajo las grises nubes.
ELISA BARTH - Argentina-Suiza
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Aún, entre las guerras, los sufrimientos
viviendo la agonía tras las hogueras
de fuego lidiemos por la concordia
más allá de las letras.
Nadie está libre de ser un mendigo,
los hombres deciden quién es Dios,
haciendo guerras con su sentir provocador.
Miles de soldados acarrean la muerte,
suplican a un dios, mientras la sangre
se escurre sobre la tierra con lo ilógico
del vivir insensible con el atroz odio.
La poesía junto a la paz
tiene vida propia, vivirá la armonía,
aunque agonice el poeta.
Su trono resistirá las tempestades
como el sol que no se derretirá
entre las bombas, las muertes,
la crueldad del hombre.
Hay quienes aún anhelantes
tan solo de paz imploran
cambiar el mundo.
¡Siempre de pie!
Como el poema que no tiene final.
El cóndor pasa sobre un mundo frío
rodeado de reservas y lémures,
mientras el tiempo transcurre.
En la guerra del lado de la izquierda
y del lado de la derecha,
convencidos de su propia verdad,
van orando ante Dios por la victoria.
¡Qué ironía! Tienen un creador divino
dividido por el mismo dilema.
La paz se gesta en el alma,
brindando amor.
El amor, cuatro letras que impulsan
el camino hacia la grandeza,
dando honor y gloria a Dios.
No existe un final sin un comienzo
en el árbol de la vida
aún ocultadas bajo las grises nubes.
ELISA BARTH - Argentina-Suiza
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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