JULIO, el loco
En
una pequeña ciudad partida en dos por una vía del ferrocarril, vivía una
familia compuesta por la madre, el padre y nueve hijos, ocho varones y una
mujer. Ellos vivían en la ciudad, del lado de casas bajas, con muchas flores,
plantas, costumbres y hábitos de lugareños que habían llegado por tren, del
interior de la provincia. El otro lado de la vía, era el campo, desierto,
despoblado, siniestro, solo se veía de vez en cuando Don Severo. Había un
puente de fierro, donde decían vivían las brujas todas ellas hermosas, de
largas cabelleras rubias, pero con uñas muy largas y dedos en forma de garras.
Ambas
partes de la ciudad, estaban unidas por una larga y muy alta pasarela, que en
realidad, era el paseo obligado de las familias, los fines de semana. Siempre
recomendaban, no vayan más allá de la mitad de la pasarela…, no se sabía si era
por Don Severo y su carruaje o por las bellas brujas, pero esto asustaba e
intrigaba…
En
esa familia estaba Julio, uno de los hijos del medio, apodado “el loco”,
jugador de fútbol de uno de los clubes más importantes de la ciudad. Al “loco”,
que era alto, rubio, elegante con un bigotito finito y seductor, como mágico,
pues cambiaba de color, lo conocían todos, los chicos, los grandes en el
barrio, en el centro y atrás de la vía o sea Don Severo y las brujas también.
Por
qué le decían “loco” a Julio? Porque él decía que tenía sus pies alados, lo que
le permitían ser muy hábil con la pelota, enloqueciendo a los rivales y
goleándolos.
Para
la familia, era el héroe, ni que hablar de las jóvenes del barrio, todas
enamoradas de él. Pero él ya tenía su elegida, con la que tuvo dos hijas:
Ankara y Kiwita. Pero también compartía su amor una vez por semana, con “ella”,
ante la atónita mirada de una de las brujas que juró y perjuró que su hechizo
mataría ese amor y efectivamente un día “ella” le dijo que no se verían más. A
lo lejos, se escuchaba la risotada de esa bruja que había podido llevar a cabo
su magia, con sus celos y su maldad.
En
la ciudad, estaba la bruja buena, llamada Ikal y su hija Achik, quien al
enterarse de lo ocurrido, con determinación y coraje, pensaron en un gualicho
para salvar las alas de los pies de Julio, pues era el próximo paso de las
brujas de atrás de la vía. Achik más joven y resuelta pensó en ir en busca de
Don Severo, que era respetado por todos y juntos fueron a lo de la curandera
del pueblo, Doña Salta, quien les dió la solución.
Pero
el tiempo fue pasando, el atrás de la vía, creció y creció, se pobló, se
convirtió en un lugar pujante, sin espacio para brujas hermosas, aunque ellas
seguían escondidas en el puente de fierro, haciendo sus maldades.
El
loco también creció, sus pies alados ya no volaban, su bigotito ya no cambiaba
de color, ya no jugaba picados con los chicos del barrio, ya no escuchaba el
saludo de quienes lo conocían: Chau loco, cuida las alas loco… Esto lo
angustió, sumado al adiós de “ella”, se sumió en una profunda depresión que lo
llevó a guardar sus alas y alejarse del arco de la vida…
Muchos
piensan que la hermosa bruja, llamada Machina, que solo quería dinero y sus
carcajadas hipócritas se oían ya en toda la ciudad, porque el sonido se tornaba
parecido al cacareo de una gallina, había terminado con el loco…
MARÍA ROSA GALLARDO, Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA