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domingo, 15 de enero de 2023

NOSOTROS, Elias D. Galati, Buenos Aires, Argentina

 


NOSOTROS

 

Nosotros es el pronombre personal de primera persona en número plural, y nuestro es el pronombre posesivo de primera persona cuando los poseedores son varios.

Ese número plural se compone de dos o más yo, que es el pronombre personal de primera persona en singular.

Pero el yo es también la afirmación de la conciencia humana.

Según Kant es el centro de unidad de la dinámica de la conciencia y el sujeto último para lo cual todo lo demás es objeto.

El yo es considerado como consciente de su propia y continua identidad y de su relación con el medio, y el yo social es la conciencia del propio yo o personalidad determinada por las actitudes de los demás hacia nosotros.

Desde Descartes se ha considerado al yo como conciencia, como el hombre que se designa a sí mismo.

Esta realidad del ser, nos plantea una tensión o pulsión en sentido psicológico en lo íntimo y profundo de cada individuo.

Hay una individualidad, una persona única, propia, esencial, pero esa individualidad queda huérfana sin el otro.

Desde Aristóteles es imposible concebir otro concepto del hombre, que como ser sociable, que no puede vivir sólo y los psicólogos han afirmado que el ser sólo se completa en la alteridad.

Es decir sin la presencia de otro ser, no hay hombre completo, lo cual va en línea con el principio biológico, la reproducción necesita la cópula de dos seres.

Por lo tanto el Nosotros es esencial, y por encima del yo, aunque sea un conjunto de yo, enlazados en un tiempo y un espacio.

Tanto es así, que el carácter y la personalidad se conforman a partir de un yo extraño; las primeras impresiones, la impronta del hombre es puesta por quienes realizan su crianza, es decir lo propio, personal, íntimo y profundo del ser es obra de otro, que nosotros aceptamos sin proponernos, sin cuestionarlos y sin racionalizarlo.

Después cuando comienza la etapa de la conciencia, allí el hombre empieza a evaluar, pero con lo ya puesto.

Por eso los tiempos y el hábitat tienen tanta importancia, porque de acuerdo a ellos  se constituirá la impronta del ser.

Estas condiciones van conformando el carácter y la personalidad del hombre, y llevan a identificarlo señalando su comportamiento.

Entre tantas categorías que se pueden formar a partir de la personalidad y de la conducta humana, existe una que señala como es su relación con los otros, sus semejantes.

Hay personas que ponen el acento en sí mismos y hay otras que ponen el acento en las relaciones comunitarias.

Son los que piensan y actúan desde el “yo” y los que piensan y actúan desde el “nosotros”.

No se discute ni se pone en tela de juicio, el valor personal y la constitución del yo, como elemento primordial del hombre.

La conciencia de ser, la distancia entre uno y todo lo demás existente, la forma personal, unívoca e independiente del ser que cada uno es, no puede discutirse.

Más el hombre es un ser social, no puede desprenderse de la comunidad, no puede existir sólo.

El Robinson es una excepción, un período que puede suceder en alguna historia pero que no hace a lo normal.

Entonces ese yo como se relaciona, que parámetros prioriza en las innumerables y continuas situaciones que le toca vivir, de las cuales la inmensa mayoría son inmersas en el común de los hombres.

Concientizar y valorar en su comportamiento la situación de la comunidad, la comprensión que es imposible la vida sin relación con los otros, genera un complemento a ese yo, el nosotros vital, el ser relacionado, el ser comunitario, el ser en sociedad,  a la cual se debe y a la cual debe.

Ese nosotros se patentiza en la conciencia valorativa, en la vida común, en la solidaridad, en el alcance de la existencia, de los bienes, de los roles y de las situaciones de la vida, que ya no son solo propias sino de todos.

¿Qué busca el hombre en su existencia?

La armonía y la felicidad. Más no hay armonía ni felicidad posibles aislados, encerrados en su yo personal.

Sólo la apertura hacia el mundo y hacia los otros hace que el ser pueda armonizarse, y lograr la felicidad que se debe.

Aparece la bondad, la bonhomía, la interacción, el progreso, la alternancia y la conciencia de vivir en paz interior, a partir de la paz con los demás, del respeto y de la dignidad de todos sus semejantes.

El nosotros campea sobre las sociedades como una forma de entender y lograr una sociedad justa, libre, equilibrada y armoniosa para todos

 

Elias D. Galati, Buenos Aires, Argentina


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