Mauricio Porter
Hoy quiero recordar a mi abuelo Mauricio Porter
que, junto a su hermano Jacobo, en el año 1918, en la Av. Entre Ríos 1583
instalaron una imprenta que llegó a hacer historia publicando a muchos autores
argentinos, como puede constatarse con solo poner en Google “Talleres Gráficos
Porter Hnos”, en la que fueron convocados escritores, tanto del grupo de
Florida como de Boedo y en la que se imprimía la Revista Martín Fierro. Una
imprenta en la que mi abuelo me llevaba a caminar entre los linotipos y las
impresoras que hacían un gran ruido, que él comparaba con la de la lluvia sobre
los adoquines en un día de tormenta. Eso me decía, y entonces esas máquinas que
parecían que se desarmarían en cualquier momento, se convertían en instrumentos
musicales que yo, siendo un niño, disfrutaba como si me encontrara escuchando
un concierto.
EL ÚLTIMO LIBRO
Abuelo, entremos a tu imprenta
quiero volver a caminar por esa nave
inmensa
mirar los linotipos que hoy son letra
muerta
y dejar que me aturda el ruido de la
prensa.
Quiero sentarme en tu sillón de cuero
hundirme en su almohadón mullido
leer el diario igual como tú hacías,
y hacer de cuenta que soy muy
entendido.
Quiero leer los libros de tu imprenta
escritos por amigos conocidos
recitados por hombres italianos
Fulginiti, Betinoti, payadores
hermanos.
Dile al poeta Tallon que venga
y nos cuente el destino del sapito
que escondido cantaba glo-glo-glo,
recuerdo que soñaba que volaba,
- ¡quién sabe! - nos decía,
batiendo sus brazos como un
ave.
Invita a Enrique Banchs
el silencioso poeta que se hizo árbol
hombre que tenía lo que la rama tiene
aunque creía que no hay flor que
vuelva
y que la vida duraba solo un día,
dile que nos acompañe con su
melancolía.
¿Y aquel poeta marinero que letras
derramaba
inundando la sala con palabras?
quiero escuchar como suena en el
oído
su manantial de versos cristalinos,
¿recuerdas? Héctor Pedro Blomberg
el que enseñaba inglés aquí en la
imprenta:
se enamoró de una chica japonesa
le dedicó su poesía persuasiva,
blanda como el agua en donde
hundía
letras de molde, mayúsculas,
cursivas.
Veamos juntos la portada
de “La calle del agujero en la media”
invítame a esa ciudad
desconocida,
que sin embargo es parte de mi vida.
Mira como escurren de las
páginas
y llenan las repisas de versículos
páginas diáfanas y húmedas que
brotan
desde la profundidad de los
capítulos,
mira como desbordan entre huecos,
consonantes, vocales, tildes,
ecos.
Convoca a José Pedroni, el que nació
en Esperanza
y escribía en la arena palabras que
inventaba ,
Felisa se llamó su madre, era
callada,
su poesía estaba escrita en
casa,
en ella mostraba una laguna, un
campo,
y al fondo un tren que pasa...
Vente abuelo, vamos a seguir
buscando
hasta encontrar aquel libro,
el postrero, el que apagó los
linotipos
y acabó con los ruidos,
tu y yo, abuelo y nieto, busquemos
hoy que te ves dicharachero
con tu saco de lino y tu sombrero.
©LUIS
PORTER, Canadá
Hermoso relato, donde el tiempo no existe. Felicidades!!!
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