LUIS ALPOSTA, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
ÚNICO ESPACIO OFICIAL DE DIFUSIÓN GRATUITA PARA NUESTROS MIEMBROS. NORBERTO PANNONE
Carmen XXI
Ordéname este sueño, dulce Clodia,
pues tu inconstancia y tu desdén
aniquilan el deseo del lecho.
Debo confesar que hasta aquí llegamos.
He amado tus vestidos en silencio.
He besado tu desnudez como nadie.
En tu cabellera y en tus ojos, la noche
conquistó las faustas estrellas,
nombres que secretamente
confesamos al oído.
Pero ahora, debo tomar la nave
que me lleva a otra playa distante.
Y no quieres venir.
El engaño o la inconstancia
no son para los amantes que despliegan
la sorda tempestad de lo eterno.
Ni para el poeta que eleva su copa
protegiendo la rosa y los jardines.
©Carlos Penelas, poeta y escritor
argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
Postrera invocación
Al fin, dulcemente,
dejando los muros de la fuerte mansión almenada,
el duro cerco de las cerraduras, tan bien anudado;
la guardia de las puertas seguras,
sea yo liberado en los aires.
Con sigilo sabré deslizarme;
pon tu llave suave en la cerradura y, con un murmullo,
abre las puertas de par en par, ¡alma mía!
Dulcemente -sin prisa-
(carne mortal, ¡oh, qué fuerte es tu abrazo!
¡Oh amor! ¡Cuán estrechamente abrazado me tienes!)
WALT WHITMAN, EE.UU
31 de mayo de
1819, West Hills, Nueva York, Estados Unidos
26 de marzo de
1892, Camden, Nueva Jersey, Estados Unidos
Wihipedia
ATARDECER…
Atardecer
En el reconfortante
silencio del espíritu
que acrecienta el
bienestar del alma
por derramar Verdadera Luz a todo el ámbito.
Atardecer
entretejido por brisas que
mueven las aguas
tranquilas de ésta jornada
aún de invierno
donde algunos calores ya prevalecen.
Atardecer
que preanuncia el viaje
inacabable hacia los sueños
guiados por aquellos
anhelos y deseos pergeñados
en cada día de ésta
travesía que es la vida.
Atardecer
de claroscuros, dorados,
grises confundidos, sin tinieblas,
con un Sol que entibia las
ramas secas que se mecen
al compás de los pasos
solitarios, de quien piensa.
Atardecer
abierto al encanto de
caricias brotadas desde dentro
del más afilado sentimiento
de inclusión del corazón
de aquellos que aguardan
el arribo nocturno del encuentro.
ANTONIO LAS HERAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO Y
ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
LA PRIMAVERA
Fresca
primavera que despides al invierno
renaces
los plantíos, iluminas los caminos,
tus
aires son frescos y tus flores del eterno,
todas
luciendo sus colores, que son muy divinos.
Los
mares y los cielos ellos también festejan
el
manantial, el río, se llenan de belleza,
los
frescos arrayanes se abrazan y se besan,
el
arroyuelo más feliz se viste de pureza.
Las
montañas y los prados de verde tornasol,
iluminan
el horizonte, más claro, más sutil,
aves
amorosas en sus nidos con el sol,
contigo
primavera somos fuertes cual marfil.
La
primavera es elegante, muy gentil,
alegra
y regala felicidad, altivez,
en
meses diferentes sobre todo en abril,
orna
así, la naturaleza con mucha calidez.
No
te ausentes tan pronto, no abandones el jacal
con
tus aires veraniegos y tus gotas de rocío,
como
perlas frescas arrulla el manantial,
quédate primavera, adornando mi plantío.
Medellín octubre 12 de 2020
Olga Hernández Osorio, poeta y escritora
colombiana
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Al Maestro Ray D. Bradbury, en el
Centenario de su nacimiento (22 de agosto de 1920). Con innegociable afecto
admirativo. In memoriam.
Uno - Mientras las cabañas esperaban el amanecer, alguien, que había dejado una lámpara encendida, despertaba bruscamente…
Don Esteban Fuentes movió la cabeza con parsimonia, deslizó una mirada de satisfacción hacia los prístinos albores que se filtraban por la ventana, y reclinó sus espaldas contra el apoyo de su atávico sillón. Mas el gozo que experimentaba no partía, indudablemente, de la cómoda postura que lo llevara a estirar las piernas por debajo del vetusto pero noble escritorio de roble con ocho cajones, todavía cubierto por esa sábana tenue y grisácea –cual barba de olvido- y a volcar en él sus puños –enormes, endurecidos y encallecidos por el esfuerzo- más allá en el sur, en el campo de las simientes…
No, porque todo el sudor y la firmeza de su rostro duro y contagiado de sol, se había concentrado también, al igual que aquel súbito, gigantesco y maravilloso bienestar, en sus ojos…
Dos - Y los ojos de don Esteban eran verdes y profundos. Y sonreían como unos cincuenta años atrás…
Los
ojos de don Esteban tenían el brillo de los dioses profanos que encienden su
cuerpo ante la majestad del placer.
Y no
se movían.
Simplemente, miraban… Sin soñar. Porque aquello que veía frente a sí no
era un sueño. Podía tocarse, olerse…
Pero
don Esteban detenía la tercera idea. Era esa sensación que debía recorrer cada
gramo de su, ahora, basto cuerpo. Cada poro de su ser debía respirarla.
Esconderla en miles de burbujas espirituales, canalizarla hasta el cerebro, y
luego retocarla, madurarla… Y entonces sí, frente al mágico instrumento…
Aunque no fuera tiempo de gritarla. Debía quedarse un poco más adentro.
Curando las mil muertes que acomodara en el estómago, en el hígado o en los
riñones cuando ya el corazón estuvo repleto de frustraciones.
Era
fantástico mirar aquella cosa e imaginar todo lo que podría hacer con ella.
Estaba ahí. Nadie podría arrancársela. Así que tendría todo el tiempo que
quisiera robarse en una espera distinta a la que había experimentado durante
esos años…
Era
hermoso también verse abandonado en mil mundos y en mil vidas propias y ajenas,
inventando gentes y ciudades. Más ni siquiera quería ponerse a meditar sobre
esto. Quería, sí, degustar antes aquella almibarada nebulosa de colores,
entornos, contornos y aromas, que empezaba de a poco a hormiguear en su sangre
y a crepitar en sus huesos.
Ya no
se sentía viejo. Y eso era importante.
Empezaba a nacer.
Tres - Creo que ni el hecho de soplarse la nariz para espantar el resfrío de aquel aire níveo, pudo desubicarlo un instante siquiera.
Don
Esteban seguía con la vista fija en aquella cosa blanca e inerte, mezclado con
los fantasmas y rumores que escondía…
Pronto el sol avivaría aún más su conciencia ardiente. Mientras tanto,
encerrada en la pequeña habitación marrón, casi desprovista de muebles y
adornos, y acogida por la soñadora luz de la lámpara vieja del viejo pero noble
escritorio, viviría la eternidad.
Por su parte, los pequeños árboles seguirían recreando retoños de coníferas. Despacio, sin prisa… Con esa seguridad que daban las voluntariosas manos de los hombres del campo de las simientes.
Y los
ojos del mundo acabaron por volcarse hacia el secreto lugar. El lugar de La
Fábrica, del minúsculo Reino de la Celulosa, lejos de las ciudades protegidas
como almejas u ostras por aquellas campanas de vidrio antismog.
Eran
ojos cansados de mirar desiertos y bocas ceñidas de polvo, cemento y
carburantes. Ojos cansados de no ser usados. Olvidados del color de las hojas
del verano. Del color de las hojas del otoño. Del mórbido invierno. De la
ansiada primavera.
Porque los gigantes de aluminio no fomentan perfumes, ni tonalidades, ni pétalos como las flores. Apenas apantallan, con sus ventiletes electrónicos y sus equipos refrigerantes o calóricos, según el caso, el negado oxígeno eructado por las especies sobrevivientes al…
…
Pero había que olvidar todo eso. Olvidar lo pasado. Lo horrible del ayer debía enterrarse
-como a un millón de ojos sin suerte- en lo grandioso del presente y en la
esperanza del porvenir.
La
vida era más que un simple acto de respiración. Y todos los comienzos son difíciles, recordó
don Esteban. Éste también lo era. Pero dejaría de serlo. Aquella recortada,
pulida, tersa y alba hoja de papel lo anunciaba…
Y don
Esteban seguiría con su mirada absorta hasta que el amanecer la enrojeciera de sueño
y felicidad… Cerca de sus nuevos árboles. De sus fibras largas y gomosas. De
esa pulpa madre misericordiosa y providente que moriría con libertad, con
alegría, para que los hombres volvieran, como antaño y después de los ojos, a
escribir…
ADRIAN
NÉSTOR ESCUDERO, poeta
y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
[1] ADRIÁN N. ESCUDERO (Santa Fe, Argentina) –
21-04-1976. Texto ajustado el 31-12-2005. Su versión original integró el Libro (gráfico) “LOS ÚLTIMOS DÍAS Y OTROS CUENTOS” -
Ediciones Colmegna SA, Santa Fe (Argentina), págs. 15/18. Integra el Libro LOS ÚLTIMOS DÍAS (Y Otros Cuentos) –
Formato ebook Editorial AVE VIAJERA S.A.S./AMAZON.COM (Tiendas Kindle Store - https://www.amazon.com/dp/B07BZMFNYQ (Colección de Ficción Conjetural y Metafísica) -
Abril 2018.-
COLIBRÍ
Tornasol contra el filo de la oscura
corola de la miel y del misterio.
Perfumas con tu alado ministerio
despierta a mi alma tu ala pura
Y me anima a creer; tu encarnadura
hecha de santo soplo que porfía.
Es tu Dios, este Aire que confía
en tu sino sin par de extremo a extremo.
Hoy, por verte volar a nada temo
Me olvidé de quién fuí ...epifanía.
Favio Ceballos, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
A CÉSAR VALLEJO
(15 de abril
1938)
Una voz agónica
tiembla en el aire.
te has ido Vallejo
un 15 de
abril…lejos de tu tierra.
“Heraldos negros”
custodian
rapsódicos versos, poemas…
Amanece.
un cóndor abre alas
sobre tierras
peruvianas.
Presagia en
heráldicas tinieblas
tu partida…
“Trilce”, soledad
acosa al hombre
ya eres polvo, oro
o plata.
Iluminas caminos
poéticos.
Nostalgia
algodonada,
extravío en las
hebras de la noche.
Guardas en cofres
el pabilo
escarchado del poema…
Ángel agrieta los
espacios.
No hay atisbos.
Ni hendiduras.
Ni vagidos en los
valles.
Hay un cáliz
amarillo.
Aroma los cielos.
Carrillón anuncia
música
versos eternos
en la mágica
alborada.
Criban cantos
diversa coloratura.
Hay perfume de
nardos y alucemas.
Esplendoroso ritual
de oro
es tu recuerdo.
Ángel musical
custodia sin
desgano las letras…
No se apartará de
ti ese cáliz.
Humano recuerdo
hoy se evoca…
Marta C. Salvador, Argentina (Mar del Plata)
MIEMBRO HONORÍFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA
BÚSQUEDA
El ciruelo del abuelo
abanicó sus hojas,
se movió como un polluelo
miró el cielo,
y soñó que era un pájaro,
que con alas esmeraldas,
surcaba el espacio.
Cuando las flores
se abrocharon en sus brazos,
perfumó su belleza,
cerró los ojos
y creyéndose mariposa
se abanicó con rumores
desde el amanecer al ocaso.
Luego la Natividad
resonó en el campanario
y él se supo el gran árbol
porque esferas rojigualdas
colgaban de sus manos,
mientras, una estrella curiosa
se reclinó sobre sus ramas.
Fue cuando reluciente y rechoncho
guareció bajo sus gajos
a la mesa puntillosa
iluminada por villancicos y
llena de regalos.
El invierno lo desnudó
y de pronto,
se miró de arriba abajo,
soñó que era un hombre
y quedó desencantado
ya que no podía volar
ni fantasear porque
algo lo aprisionaba
muy abajo
como cuando las pasiones
atan a los humanos.
Entonces abrió los ojos
y supo que quería ser árbol.
Hilda Augusta Schiavoni – Inriville,
Córdoba.
hildaaugustaschiavoni@nodosud.com.a
MIEMBRO HONORÍFICO
DE ASOLAPO ARGENTINA
EL VIENTO EN EL POSTIGO
Metódico
/ el viento en el postigo.
Lastimero
/ el aullido de agosto
desflecando
un vástago del sur
que
va patinando / gélido /
en la sien de la tarde.
Vociferan
/ las sílabas. Las letras
destrozan
los plurales de la Ausencia
que
va dilatando / pérfida muchacha /
el
meneante ondular
del papel / en la falda
escrita.
Tengo
una tímida conciencia
del
vacío sillón / que interminablemente
se
hamaca / barriendo las horas
ungiendo
memorias y
desechando
cáscaras de recuerdos.
Mi mano / te poemiza
BELKYS
LARCHER DE TEJEDA, poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
Mañana, al alba, al tiempo que en
los campos aclara,
partiré. Ya lo ves, yo sé que tú me esperas.
Caminaré los bosques, las montañas severas.
Ya no resisto el tiempo que de ti me separa.
Andaré, pensativo, puesta en ti la mirada,
sin oír lo que llama, sin ver lo que fulgura,
solo, oscuro, encorvado, con las manos cruzadas,
triste, y para mí el día será la noche oscura.
No miraré ni el oro que la tarde derrumba
ni las velas que al puerto van con lejano amor.
Y cuando haya llegado pondré sobre tu tumba
ramos verdes de acebo y de brezos en flor.
VICTOR HUGO, Victor Marie Hugo —poeta y escritor francés
26 de febrero de 1802, Besanzón, Francia / 22 de mayo de 1885, París, Francia
AQUELLO QUE AMO
Yo amo el fulgor de las estrellas, el enigma del universo y la forma de la luna,
porque al mirar con mi nostalgia cada una, reafirmo la existencia de un más allá.
Yo amo la belleza de un verso de cualquier lírico, que suscita en mí la escritura de otro
verso, pues de esa forma mi nostalgia se disipa al mirar la luna.
Yo
amo el saber que nunca llegaré del todo a conocer.
Pues
hay un cosmos de sabiduría, que lo mejor que puedo hacer es leer cada día.
Yo amo desde mi infancia, la buena prosa y las historias posibles, pues sin ellas, no sería
lo que pobremente he sido y soy.
Yo
amo las cosas sencillas, los atardeceres como las noches que me son infinitas.
Amo
también los lugares en donde viví, porque en ellos ha quedado algo de mí.
Yo
amo el universo, lo veo todas las noches,
porque
me recuerdan la fibra del pasado y lo todo lo que hoy amo.
Yo
amo la esperanza del mañana,
aunque
sé que los latidos de mi corazón están sufriendo.
Amar
es hacer del otro uno mismo,
es
esbozar, por vez primera en un niño pobre una sonrisa.
Amar
es sufrir, sufrir, sufrir…, de ello se aprende a vivir.
El
amor es el verbo y verso, más hermoso que pueda existir.
Yo
amo el silencio, porque en ese instante en mi vida pienso.
El
silencio es el atardecer que tiene mi alma.
Yo
amo el mañana de la esperanza, donde allí Dios descansa.
Y
hoy ya sé, que me queda muy poco por seguir viviendo.
Guillermo
Fernández del Carpio, poeta y escritor
peruano
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA