ACERCA DEL SENTIDO DE "SER" O DE "SENTIRNOS" FELICES - Repentismo Espiritual XXVI (1)
"La verdadera felicidad consiste en hacer
feliz a los demás"
(Proverbio
hindú).
Algunos piensan que "ser" feliz es disfrutar de la
existencia en modo "dolce vita"... Otros que ser o más bien,
"sentirse" feliz, es servir con amor al otro procurando
"su" felicidad, y "viceversa" (congruencia sinérgica del
Círculo Virtuoso), y puesto que todo lo demás se dará por añadidura (Mt 6,
24-34). Queridos amigos y colegas (creyentes y no creyentes)...
Comenzar reflexionando sobre una afirmación del genial Albert
Einstein, quien dijera que, su Dios, era el Dios de (Baruch) Spinoza (2)... Y
en tanto circula en estos días y por los medios virtuales consecuentes, un
estético video intentando defender dicha propuesta existencial...
Y sin renegar de ciertas delicias terrenas allí descriptas,
pero que en las que algunos se hunden, consciente o inconscientemente, en
"feliz" concupiscencia ("dolce vita"), digamos que,
también, Einstein afirmó que "Dios no juega a los dados"...
En mi caso, y con respeto confieso, que no creo en el Dios de
Spinoza sino en el Dios de Jesucristo, Dios Hijo Unigénito de Dios Padre, y
Nuestro Señor en Dios Espíritu Santo... O del Misterio de la Santísima Trinidad
de la divinidad cristiana...
Un Jesús cuyo discípulo amado, Juan, quien quedó a cargo de
su madre santísima, la siempre Virgen María, luego de su muerte martirial y antes
de su gloriosa resurrección de entre los muertos, expresaría al final de su
conmovedor, poético Evangelio, que da "testimonio"
de la visita de Dios Amor a su amada Humanidad, afirmando "... y sabemos que su testimonio es
verdadero”. Y concluyendo, respecto de los frutos de esa visita: "Jesús hizo también muchas otras cosas.
Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para
contener los libros que se escribirían" - Jn 21, 24-25).
Y bien, quienes hemos creído en la Palabra y Hechos del
Redentor del Universo, y en su inaudito e incomparable acto de Amor al Hombre
Histórico de ayer, de hoy y de mañana, entendemos que, si amamos en verdad, si
sabemos ser auténticamente felices, si sabemos amar la vida para la Vida como a
nada, es porque Dios nos amó primero, y porque Dios es Amor; y no un Amor
meramente pasional o sentimental, sino un Amor Ofrenda, y que se dio a conocer
como Abba (Padre) a través de su Hijo y que, por dicho través, nos enseña a
amar como Él nos ama y amará "...
hasta el fin de los tiempos" (Mt 28, 20).
Y mi Cristo (roto,
marginado y desatendido en cada ser humano atribulado por las Tinieblas
Mundanas) ha dicho que, para entrar en el Reino de Dios y ser eternamente
felices, debemos ser mensajeros de su Amor en el Mundo... Y que, para ello,
debíamos volver a nacer... A Nacer de lo Alto... Pues nadie procede de sí
mismo, excepto Dios; y nadie se salva entonces por sí y solo a sí mismo: nos
salvamos en racimo (San Agustín)...
Y un racimo alimentado por la divina Gracia, pues todo es
Gratuidad (¿o quién puede agregar una
neurona a su cerebro?): a unos diez, a otros cincuenta, a otros cien...
Pero uno para todos y todos para uno, pues el Amor verdadero se revela en
comunión de cuerpos y de almas consagradas a seguir los pasos de Quien Es el “Único
Que Es y Hace Ser” (dixit Poeta Místico
César Actis Brú), de Quien Es Camino, Verdad y Vida (con mayúsculas)...
Einstein, cuando expresó que Dios no jugaba a los dados, se
refería solo al Padre (aunque no lo
llamara como tal), pues su Hijo era desconocido o negado por él y como
muchos aún de los judíos integrantes del Pueblo de la Antigua Alianza; Pueblo
que perdió la herencia prometida por Dios en dicha Alianza Mosaica, al no creer
que Él pudiera ser Padre (Un Abba
Providente y Misericordioso) en el Hijo (Mesías
Redentor), en lugar de ser solo el “Yosoy” del Monte Sinaí, oculto en la
zarza ardiente y Todopoderoso, Omnipotente y Omnipresente, y que diera a ese
Pueblo y para siempre, los Diez Mandamientos para aprender a adorarlo con todas
las fuerzas, con toda el alma y con todo el espíritu, y al prójimo como a sí
mismo...
De allí que, y aunque teóricamente esperaba al Mesías,
Einstein jamás comprendió que éste no vendría para ser Rey de un proyecto
político e ideológico mundano, sino para develar, en su Rol Redentor, al
inefable Rostro del Padre (Jn 14,9); ello, en su condición de verdadero Hijo de
Dios Padre...
Mesías Hijo que develó, en efecto, el Rostro del Padre (Jn
14,9) y su proyecto de Nueva Alianza con los hombres... Un Padre que, en la
hipostática Persona del Unigénito, sería el Cordero que enseñaría a los hombres
el sentido del Amor verdadero (aquél que
no duda en dar la vida por los amigos), quitando sacrificialmente del mundo
al pecado (alejamiento o desconocimiento
del Dios verdadero), al error (falsos
dioses y profetas) y a la ignorancia (impiedad
y blasfemia), y develando el sentido de su Cielo en el Cielo, y de su Cielo
en la Tierra…
Y esto es porque Einstein descubre a Dios solo como Supremo
Creador y por medio de la perfección de su Obra Natural (el Universo material), más asimismo también y solo en términos
científicos...
... Un asombrado Einstein intentando comprender el sistémico
entramado que, paso a paso deducía, matemáticamente, y que constituía la
textura estelar de un infinito Cosmos; y pues, como en el Universo explorado (y supuesto el resto) todo tendría (tiene) relación con Todo, Dios, quizás
sería (era) para Einstein, ese Todo
en todos manifestado al hombre absorto ante sus maravillosas manifestaciones
materiales, más en invisible Presencia materializada por medio del conjunto de
leyes ordenadoras del Universo visible y que su Ciencia deseaba interpretar...
Pero no alcanzó -entendemos- a comprender el sentido
escatológico de su Obra Creadora... Y le fue negada la percepción de Dios como
Padre, en la Persona de su Hijo (cuyo
Reino no era de este mundo), proclamado como tal en su bautismo (aunque no lo necesitara, Santo entre los
santos) por el Espíritu Paráclito, es decir, por el Amor (Verdad y Paz) que lo ligaba con el
Padre y desde toda la eternidad... Alfa y Omega...
En consecuencia, si hemos aprendido a ser felices no sería mérito nuestro, sino obra guiada de nuestros esfuerzos (Digan: "Solo hemos cumplido con nuestro deber" - Lc 17,10) y gozada en frutos por la divina Gracia (que puede engendrar hijos de las piedras). Una Gracia, o "Belleza antigua y siempre nueva", de la que San Agustín de Hipona expresara, "... tarde te amé, tarde te amé"... (Amén).
__________
(1) Adrián Néstor Escudero,
Santa Fe, Argentina , 01 Junio 2022
(Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús). Publicado en Página de Autor
Facebook.-
Estimado Nestor: una lectura muy enriquecedora para el espíritu... un texto que transmite sabiduría
ResponderEliminarGracias
Lilian Viacava
Hermoso sentido escrito. Especial saludo desde Medellín Colombia
ResponderEliminarInteresante texto. Soy agnóstica, por lo tanto NO creo en las divinades de ninguna doctrina. Soy libre de pensamiento, por lo cual SOY FELIZ porque considero que jamás cometo pecado alguno. Soy esclava de mis convicciones y a ellas me debo.Mi Dios, es la fortaleza de saber que mi destino debe ser mi construcción diaria. FELICITACIONES!
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