TORO BRAVO
Hay ocasiones en las que la cara de alguien te
“suena”, pero no llegas a identificarlo en ese momento. Y es que hoy día se
hace publicidad de casi todo con tal de venderse el producto, desde un
dentífrico hasta la consulta de un dentista, foto incluida del sacamuelas.
Recuerdo que me encontraba sentado en la
terraza de una céntrica cafetería en tanto hojeaba-ojeando el periódico. Era la
hora del aperitivo, hacía calor y las ramas de un frondoso árbol me cubrían con
su sombra mientras disfrutaba de una cerveza helada.
Enmarcada en la sección de
anuncios figuraba la tierna figura de un perrito de pocos meses, el cual
ofrecían para que fuese adoptado. Los tiempos cambian. Prohijamiento, acogida,
no venta. En lugar de traficar, mayor sensibilidad con los animales. El dulce
chucho es noble y procura compañía, y más en determinadas condiciones de
soledad, porque, ya se sabe, desde hace tiempo la natalidad está decreciendo
por múltiples causas, en un abanico que cubre desde la dificultad de poder
atender los progenitores a sus hijos, al trabajar ambos, hasta la inestabilidad
social e incluso de muchas parejas, amén de los que se anclan en el celibato y
no por ello quieren estar solos, por no decir del eufemismo de lo que viene a
llamarse “interrupción voluntaria” para no tener el retoño.
Debe ser porque se paga una
cantidad de impuestos enormes por lo que las mesas estaban distribuidas muy
próximas unas de otras, por eso de aprovechar al máximo los metros cuadrados, con lo cual, sin caer
en la mala educación de prestar atención a las conversaciones ajenas, se hacía
inevitable enterarme de lo que decían los que se encontraban a mi lado.
La ocupaban dos desenfadados caballeros,
pulcramente vestidos con ropas de marca y aire de ejecutivos de alto standing.
Aquel diálogo fue creciendo de decibelios, sacándome momentáneamente de la
lectura, participando de él como espectador mudo, aún sin proponérmelo.
Por el tono de la voz, se
colegía que lo que hablaban les resultaba desagradable.
¡Pobre animal! - se le
escapó un suspiro a uno de ellos.
¡Debería suspenderse el
espectáculo! - le replicó su compañero.
¿Después de tanto tiempo?
Generaciones, siglos…
Precisamente por eso.
¡Y dicen que no sufren!
¿Cómo no han de
experimentar un enorme pesar? El dolor está asociado a la glándula hipófisis,
situada en el cerebro, la cual segrega la hormona beta endorfina. En
cantidades elevadas la beta endorfina tiene un efecto analgésico y la sensación
puede ser menor debida a la tensión que vive la fiera en ese momento, entre el
sobrevivir y la muerte. ¡Pero padecer, claro que sí!
Eso divide a la afición
entre el sí y el no.
Me pregunto, y es un
decir, ¿acaso puede ser ético matar a un ser vivo, aunque no padeciese?
¡Claro que sufre! También
tienen un sistema nervioso que le permite reconocer tanto las sensaciones
agradables como las adversas.
¡Por supuesto! Aunque sean
bravos por naturaleza y tengan un umbral alto para vivir la tortura a la que
son sometidos, experimentan una excitación sumamente angustiosa.
¿Acaso no ha de sentir el
daño de los objetos punzantes que le son clavados?
Los partidarios dicen que
aflige más al animal el estrés durante el traslado que en la corrida.
Se apoyan en unos estudios
hechos del nivel de cortisol.
La hormona que se libera
como respuesta al estrés.
¡Esa! Pero ese estudio no
se sostiene, ya que está hecho al final de la lidia, cuando tiene la médula
espinal seccionada o está muerto. Eso ha de medirse antes de martirizarlo, en
tanto que el sistema nervioso está íntegro.
¿Qué integridad puede
haber en un toro al que se le ha seccionado el tejido nervioso mediante el
descabello o la puntilla? Eso, sin
contar las puyas, que en la mayoría de los casos se coloca en el morrillo,
causándole graves heridas, y para mermarle fuerzas la utilizan como un
sacacorchos.
¿Y qué decir de la suerte
de banderillas, provocándoles lesiones musculares y rotura de vasos?
¿Es que no son lamentos
sus bramidos?
La sociedad tiene que
tomar conciencia de la protección de los animales.
Confieso que me sentí
preocupado al compartir involuntariamente aquella conversación. Entre tanto,
rondaba por mi testa la pregunta acerca de la identidad de los dos caballeros.
Era evidente que tenían conocimientos de fisiología, confortándome saber que
teníamos una misma sensibilidad, y era la del respeto por la vida, aunque fuese
de los que consideramos seres inferiores a nosotros.
Hice una indicación al
camarero, pagué mi consumición y me desplacé hasta la parada del bus para
volver a casa, no sin antes, en un gesto cortés, sonreír a mis vecinos de mesa,
que me correspondieron de igual manera.
Una vez dentro del autobús
me acomodé a mis anchas y retomé la lectura del matutino. Mis ojos tropezaron
con la fotografía que se destacaba en un recuadro, constatando que se trataba
de la de los defensores de la dignidad de los morlacos; saludaban con una sonrisa
dentífrica en tanto chupaban el plano. A pie del mismo podía leerse:” Clínica
“X”. Interrupción voluntaria del embarazo”.
Conforme me alejaba de
ellos, los vi por última vez desde la ventanilla, achicándose las figuras hasta
perder su contorno. Tal vez, hablando de la irracionalidad que supone matar al
toro de lidia.
©ÁNGEL MEDINA,
poeta y escritor español
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
Blog <autor:
https://www.facebook.com/novelapoesiayensayo
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