EL SILENCIO, el silencio de las cosas que padecemos
Un año más nos llenamos de
bullicio, alegría y fraternales encuentros, llegan los familiares y celebramos
ese evento, cada año repetido, de quien vino a sembrar el amor, el respeto, la
esperanza, que lo lograra y lo logre ya es algo diferente y creo que difícil.
Luego cada cual vuelve a sus lares, a sus obligaciones, a sus silencios.
Siempre
he pensado que el silencio es un valor elemental de nuestra convivencia y por
supuesto de nuestro comportamiento. Quien el silencio no respeta, pierde una
gran oportunidad de saber, ver y sentir un más allá, de lo que nos rodea.
La concentración para realizar un
trabajo intelectual debe de hacerse en silencio, ya que de otro modo, esa concentración
que buscamos se frustraría. Para la meditación, el estudio y un montón de cosas
más, el silencio nos es indispensable; es una actitud que nos pone en
disposición de poder escuchar a los demás y que ninguno de sus argumentos se
pierda.
Pero son muchos y diversos los
silencios que nos asisten. El silencio que ocultamos y que se muestra a los
demás a través de nuestros ojos con la tristeza que de ellos emana, porque el
silencio nos ayuda a ocultar nuestras penurias.
Silenciar nuestros problemas,
nuestras angustias, nuestros temores es una práctica normal.
Hay también un silencio cobarde, la
violencia contra niños y débiles ante la cual no nos rebelamos, ese sería el
peor de los silencios.
Cuántas veces hemos estado atentos a
ese silencio que emana constantemente a nuestro alrededor, es como dejar que
fluyan de nuestro interior unas llamadas que tanto tiempo hemos mantenido
calladas y en ese silencio, que nos imponemos, salen las voces que tantas cosas
nos sugieren.
Paseamos por el campo en silencio y
el ruido de ese silencio nos invade, nos seduce, es el ruido del silencio que
nos enriquece, pues ningún detalle de los que nos rodea se nos escapa, no, todo
capta nuestra atención, todo nos instruye silenciosamente.
No
queriendo molestar a los demás con nuestras inquietudes, las silenciamos, sí,
casi todo lo silenciamos, y no es malo, pues necesitamos o deducimos que al
igual que el proverbio árabe dice: “Si lo que vas a decir no vale tanto como el
silencio, mejor te callas”, sí, el silencio nos nutre de valor.
Indudablemente
que el silencio enriquece nuestras vidas, si lo usamos debidamente. Bueno, como
casi todo.
©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora de Alcoy, Alicante, España.
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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