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sábado, 28 de septiembre de 2024

PADRE HOMERO - Mario Vargas Llosa, Perú












PADRE HOMERO


No sabemos si era uno o muchos.
Ni siquiera sabemos si existió
o lo inventamos
para dar un dueño y una leyenda
a los poemas que fundaron
el mundo en que vivimos.

Las cuencas vacías de sus ojos
iluminan como dos soles
las aguas, las islas y las playas
del Mediterráneo.
Tampoco sabemos si las historias
que cantó tuvieron raíces
en la historia real
o fueron fantaseadas
por su imaginación incandescente.



MARIO VARGAS LLOSA - Perú

Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, conocido como Mario Vargas Llosa, i marqués de Vargas Llosa, es un escritor peruano que cuenta también con la nacionalidad española desde 1993 y la nacionalidad dominicana desde junio de 2023.​ Wikipedia
Nacimiento: 28 de marzo de 1936 (edad 88 años), Arequipa, Perú

EL ESPEJO - Norberto Pannone, Argentina

 



EL ESPEJO

 

            Ocurrió una de esas mañanas de verano donde el servicio meteorológico anuncia que la temperatura subirá hasta hacerse insoportable.

Francisco entró al baño, abrió la llave del agua fría y, cuando la bañera estaba a medio llenar, se metió en ella. Permaneció allí dentro por espacio de diez minutos, luego, se puso de pie, se secó, se vistió y se paró frente al espejo del botiquín. La imagen le mostró a un hombre de cabellos blancos y un rostro descarnado, atestado por el paso  del tiempo. Estupefacto, no hallaba la mínima idea  acerca de este extraño fenómeno. Aquello no podría estar ocurriendo. Todavía resonaban en sus oídos las bullas de la fiesta de su despedida de soltero la semana anterior.  Se apartó del espejo y la imagen desapareció. Volvió a colocarse frente a el y allí estaba otra vez la agria figura del viejo; el rostro navegado por una gran cantidad de frunces y el blanco cabello disperso en el cuero reseco y manchado de la cabeza. Intentó tocar aquella imagen y sólo restregó la pulida superficie del vidrio, justo en el punto donde otra rugosa mano intentó llegar para unirse a la suya… Estaba asustado, confuso y angustiado. Con un hilo de voz se atrevió a preguntar en voz alta:

-¿De quién es esta imagen?

Y la imagen respondió: -Tuya.

Después de aquel acontecimiento, ya no quiso salir de la casa en horas del día. Lo hacía por la noche, cuando la gente no lo podía reconocer. Pero era una insensatez, todos sabían quién era.

Al poco tiempo, un desconocido vestido de negro, que ocultaba su rostro debajo de unas gruesas gafas oscuras, se detuvo frente a la casona y le preguntó a un hombre que estaba sentado en el umbral de la casa de enfrente:

-¿Cuál es la casa de Paco?

-Allí enfrente – contestó distraídamente el hombre. Usando el mentón a modo indicativo.

-Ah, allí. –murmuró el desconocido.

  -Sí, Sí…  Paco… El pobre no quería aceptar que era viejo. Decía que la vejez era una maldición que le había lanzado una mujer despechada. – ¡Mire usted lo que son las casualidades! Anoche mismo se mudó después de tantos años… Fue poco después de la caída del sol. Lo vino a buscar una vieja harapienta y sucia. Los pude ver perfectamente cuando pasaron debajo del farol de la esquina, iban de  la mano y  reían como dos chicos! Me pareció bastante extraño… -Pero, ¿Usted quién es?

-No importa mi nombre. Esta mañana recibimos un llamado, vengo de la funeraria.

NORBERTO PANNONE - ARGENTINA


EL FILO DEL TIEMPO - Luis Alposta, Buenos Aires, Argentina

 



LUIS ALPOSTA - Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA

BREVE RESUMEN E INVITACIÓN - Presentacion del nuevo libro de Luis Alposta, por Claudio Martínez

 


Este libro, la “Obra Poética Reunida” de Luis Alposta, inscripta en la colección Mandrágora Porteña de la Editorial Milena Caserola, es el resultado de un encuentro en el que la idea de reunir su poesía en un único volumen surgió con naturalidad, como si de algún modo hubiera estado ahí esperando para que la ejecutáramos. Con pudor debo decir que pese a que creí haber imaginado un libro fundamental que reuniera la producción de uno de los poetas contemporáneos más importantes, esto no revestía en realidad ninguna novedad.

Desde mi punto de vista, que es el de muchísimos más, la Obra Poética Reunida de Luis Alposta es una deuda pendiente de nuestra literatura.

El presente volumen representa la reunión, revisada y autorizada, de su obra poética. Se agrupan aquí sus poemarios “Con un Cacho de Nada” (1986), “Entelequias” (1994), “Otro él” (2000) y “En esta hora” (2016). Se suma a estos la cantata “Los siete pecados capitales” (2003).

No obstante, es preciso señalar que Alposta, ha ampliado considerablemente dichos volúmenes con poemas inéditos. De este modo, esta edición no solo presenta una visión de conjunto de su obra poética, sino también una actualización del estado actual de su producción. 

Claudio Martínez


Será presentado en la Academia Nacional del Tango
El día jueves 10 de octubre a las 18 hs. Av. De Mayo 833 – piso 1º
Entrada libre y gratuita.
¡Los esperamos!

ASOLAPO ARGENTINA Felicita  al Poeta y Escritor, Miembro Honorífico de nuestra entidad, e invita al resto de sus  miembros publico en general a tan caro evento. 


RESURRECCIÓN - Liana Friedrich, Rafaela, Santa Fe, Argentina

 








RESURRECCIÓN


El mudo consuelo del sudario
ahoga un último gemido
en silente agonía de cenizas...
Pero la inexpugnable rotación del universo
- albergue sin fin de la esperanza-
recrea un sueño prenatal en tu cerebro...
Desde el último estertor de la noche
se escucha un vagido repentino
llamándote a la vida;
cuantiosas manos te rodean
para auscultar tu miedo,
circuyendo de asombros
la sed irreflexiva,
en el momento supremo del retorno.

LIANA FRIEDRICH –
Rafaela, Santa Fe, Argentina 

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO AREGENTINA

CENIZAS - Hilda Augusta Schiavoni , Inriville, Córdoba, Argentina

 







CENIZAS

 

Perdida en la oquedad del silencio

Arañé en el recuerdo

tu torrente de olvido.

Abrí grietas

en las fibras de tu cuerpo

y al ver que nada quedaba

en la memoria,

rasgué el momento

cerrando con un golpe

el libro de esa historia


HILDA AUGUSTA SCHIAVONI – Inriville – Prov. Cba. Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


SOY DEVOTO - Norberto Pedro Malaguti – Buenos Aires, Argentina

 









SOY DEVOTO                                                                                                    


De adoquines grises, de adoquines rojos
De los aun presentes, de los ahora ocultos
De vías que asoman cicatrices de ausentes recorridos
De sombrías calles abrazadas de plátanos
De silueta enredada, extraña a los visitantes

De las casuarinas mustias de la plaza
De arrinconados eucaliptos centenarios
Del aroma de jazmines y magnolias
Del lema merecido por insolente belleza
De bulevares floridos y extrañas palmeras

Del Palacio decaído, de silencio obligado
Del mítico Palacio inhabitado y demolido
De la casona junto a Rosa compartida
Del Mirador sin vigía, símbolo presente
Del Castillito sin cañones ni nobleza

De la Basílica demorada y bella
Del ayer presente en la Capilla Anglicana
Del Palacio de Aguas opaco y majestuoso
Del sombrío Seminario imponente
De las culpas encerradas en odiada fortaleza

Del que no quiere irse, pero se aleja de a poco
Como el viejo tren al Pacifico
Que resiste en las mesitas de lectores
En el cavilar de los bancos de la plaza
Y las cenizas de los consecuentes

De un ayer aristocrático y plebeyo
De un presente nostálgico y errático
De un mañana impredecible
Tal como fuiste, eres o serás.
Soy Devoto para siempre.


NORBERTO PEDRO MALAGUTI – Buenos Aires, Argentina

CIELO GRIS - Rafael Mérida Cruz-Lascano, Guatemala C.A

 















CIELO GRIS

Soneto Lipograma, “Sin A”

.

.

Tengo silencio en mi mundo

el cielo sin esplendores

mi ejido sin sus colores…

Sintiendo, dolor profundo

.

Me quedo con mis errores,

recuerdos, y me confundo

perdido voy furibundo

fueron ciertos mis temores

.

No me mires de ese modo.

perdí el tiempo inconsciente

ni el verso tiene denodo

.

Cesó el querer, de repente

en sueños concibo todo

como “CIELO GRIS” mi frente

.

.

Denodo: Atreverse.

–O– –O– –O–

 

 

QUIÉREME

Soneto Lipograma “Sin E”

Yo solo amo, tal amado

con un suspiro imagino

mirar surcar tu camino

romántico, apasionado.

.

Cuando vamos por lo andado

lo olímpico y lo divino

Cufiando fondo marino

do´ troca amor, codiciado.

.

Gusto la sonrisa tuya

prototipo claro, altivo,

cigomático, tu cara.

.

Pido a la voluntad suya,

con su distancia no vivo,

así, conmigo casara

.

.

Cufiando: Poda ligera de los arbustos marinos

Cigomático: Hoyuelos en las mejillas; camanance; modiolo.

–o– –o– –o—

 

 

EMOCIONES

Soneto Lipograma sin la “i”

.

.

El cerebro desaguado

por un conjunto complejo

en respuesta por reflejo

es la traza de ese estado.

.

La conducta es resultado

de enojarme por añejo

majadero me semejo,

loco, gruñón, mal portado.

.

El encono decadente

por cada evento protesta,

patrón, neurona presente.

.

Para gobernar la testa.

evaluar, conducta, mente

El enojo es la respuesta

.

.

Testa: Cabeza

–O– –O– –O–

 

 

BAJO LA SOMBRA DEL MAIZAL

Soneto lipograma sin la “O”

.

.

El plumaje del Maizal

empina disimulada

semilla santificada

marimba, espiga, timbal.

.

Verde ímpetu vertical

mata amarilla sagrada,

la esperanza desgranada

tierra afianza el vegetal.

.

Ya te cubre la cabeza

barba santa, que ilumina

nube verde tu grandeza.

.

Sublime alhaja ambarina

dentadura de riqueza

que descansa, cual harina.

.

–o– –o– –o–

 

 

VOLCAN-LAGUNA DE CHICABAL

Soneto Lipograma, sin la “U”

.

.

La profana sensación, recreada,

con esa cosmogonía, me embriago

Xela capital, histórica y el lago

de concepción étnica Mam, sagrada.

.

Esmeralda por el cielo prestada;

que las estrellas celen, es halago,

Adornando el derredor con labiérnago

Clorosis sitio sacro, en sol… bañada.

.

Desde Sacatepéquez, la etnia maya,

nace la deidad que riega al labor

y corona la gloriosa atalaya…

.

divisando al Piol, Toto, El Gran Señor

sus coloridos trajes de anafaya

paisaje que envidia el docto pintor.

.

.

 

Xela: Qeutzaltenango.

.

.

.

 

Dr. RAFAEL MÉRIDA CRUZ-LASCANO

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

Hombre de Maíz, 2009, Guatemala C. A.

Cercle universel des ambassadeurs de la paix France/Suisse. https://ww.cuap.fr

Un poema lipograma pangramático es un texto (Del gr. λιπογράμματος lipográmmatos 'que carece de una letra, deliberadamente) que, utiliza todas las letras del alfabeto excepto, una determinada vocal en todos sus versos.


ENSAYO SOBRE CREER O NO CREER - Ángel Medina, Málaga, España

 




ENSAYO SOBRE CREER O NO CREER

 

¿Por qué no ser ateo?

Cuando se dice “no creo en Dios” se está haciendo una afirmación.

Pregunta: ¿Es usted creyente?

Respuesta: No

Pregunta: ¿Puede demostrar que no existe?

Respuesta: No.

Pregunta: Si no está en condiciones de asegurar que no existe, ¿cómo afirma que no cree?

 Sería una contradicción que al mismo tiempo se afirme lo que se desconoce.

 

¿Por qué no ser agnóstico?

Pregunta: ¿En qué se diferencia el ateo del agnóstico?

Respuesta: En que el primero niega y el segundo duda.

Pregunta: ¿No es la duda parte de la razón humana?

Respuesta: Ciertamente. El titubeo conduce a la desconfianza.

Pregunta: ¿No habrá entonces de arriesgar una respuesta?

Respuesta: La duda permanente conduce a ninguna parte.

Pregunta: ¿Si no existiera, podría el hombre pensarse a sí mismo? Todo esto plantea arriesgar una respuesta. No sólo para comprender el Misterio, sino comprenderse el hombre como posibilidad. Es el riesgo de la razón humana.

¿Por qué creer?

Quien se haga esta pregunta es porque piensa, luego existe. Medítese lo que sigue: ¿Lo que no existe puede darse la existencia a sí mismo?

La respuesta es: “NO” (quien esté en condiciones de afirmar lo contrario habrá de soportar el peso de la prueba).

 De lo que se ha de deducir que se ha recibido la existencia. Ha de existir un principio creador. Esta es la primera razón. El creacionismo.

Llegado aquí surge la contra-pregunta: ¿No puede ser todo producto del azar?

 ¿Qué es lo casual o el azar?: Sencillamente una conjetura sin recorrido. Nada responde. Nada prueba, salvo pretender relacionar algo indemostrable con otro algo también indemostrable. Es algo irracional.

Una sencilla explicación práctica puede ilustrar esta pregunta. Si ensayamos tomando la frase “Ser o no ser. Esta es la cuestión” y cortamos las letras, las metemos en un cubilete y lo volcamos en el suelo, según cálculos matemáticos de ensayo y prueba la probabilidad de que pueda reconstruirse la frase y sus respectivos espacios es de mil millones de intentos. Si tomamos un libro como el Quijote y hacemos lo propio, sencillamente faltaría tiempo para conseguirlo, pues superaría la edad de todo lo creado.

Y la segunda, que es primordial, una confianza razonable en que la muerte no es el fin, respondiendo al deseo del hombre de vivirse. Algo que el mundo no puede darle. ¿” Quis me leberabit a morte aeterna?” Sí; como dice el “Requiem”, ¿quién me liberará del dominio de la muerte?

A pesar del sufrimiento y la muerte, la vida no puede haber sido dada para terminar en la “nada”. Esperar la nada como meta final, nada responde. Ha de tener un sentido. No ha de corresponderse con un capricho o fatalidad. Quien ha dado el don de la vida ha de conducirla a un fin.  ¿Dudas…? Toda la existencia humana está impregnada por la duda. Pero, el hombre ha de depositar su confianza alguna vez. (Caminar sin rumbo en la vida conduce a ninguna parte) La confianza radical en el Creador abre a la esperanza, contraria al nihilismo, dando sentido a la existencia a pesar de sus contradicciones. El hombre no puede ser el absurdo de sí mismo.

Meditemos por un momento la afirmación que hemos hecho.

¿A pesar del mal? El viejo Epicuro ya preguntaba por qué existe el mal. Si lo permite― decía― es porque no es Bueno, y si no puede evitarlo es porque no es Omnipotente. ¿Cómo explicarlo?

 El creacionismo es hijo del amor. El amor no puede quedarse en sí mismo y tiende a comunicarse. Es como el fuego que se propaga. Toda la evolución está encaminada a la aparición del hombre como último fin de la misma (esta afirmación es el principio “antrópico”, del que habla, no la filosofía ni la teología, sino la ciencia) El hombre ha sido creado para que pueda vivir eternamente con el que le ha dado la vida. Pero, debe aceptarlo libremente y para ello ha sido dotado de libertad durante su existencia humana― no como una computadora programada que obedece sin tomar la decisión―Ha de elegir entre el creacionismo o el azar y la nada. Si todo fuese bueno desde el principio no habría elección, y, por tanto, ausencia de libertad. Esta es la responsabilidad del hombre: su libertad.

¿Por qué creer en el cristianismo?

Las religiones religan al hombre con lo divino.

La condición del hombre es su humanidad. Lo que ocurre es que los humanismos del mundo no pueden dar al hombre la respuesta que necesita. Comunismo y capitalismo se presentan antagónicos. Ninguno es “suficientemente humano” en su materialidad, y ninguno puede responder al hombre por su deseo de vivirse más allá de la muerte.

El cristianismo, más allá de ser una religión es un humanismo trascendente, hasta el punto de que lo divino se hace humano para que el hombre pueda entender en qué consiste ser verdadero hombre, más allá de la simple descendencia de un mono.

Sin embargo, después de más de dos milenios el mal continúa presente en el mundo, por lo que habría que preguntar: ¿Qué trajo Cristo realmente al mundo? La respuesta es: trajo a Dios, no al que piensa la filosofía, el mundo e incluso las religiones, implicándose con el hombre de dos maneras. Una trascendente, es decir, que el fin no es la muerte sino el mismo Dios. Todo lo cual se convierte en un auténtico reto para el hombre si se mira en la humanidad de Cristo, a pesar de la realidad de la cruz de cada día. El cristianismo es “tan humano” que no puede ignorar la realidad del dolor que es hijo de la libertad.

Evangelio divino y humano. Lo divino se “humaniza” para que el hombre pueda alcanzar “divinizarse”, esto es, integrarse en lo eterno de manera definitiva por pura gracia. El fin no es ya la muerte, sino la resurrección iniciada como primicia en el Resucitado.

La vida es el tiempo para aceptar libremente el don.


ÁNGEL MEDINA Málaga, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

 

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LA MUJER DE OTRO - Abelardo Castillo, Buenos Aires, Argentina

 



LA MUJER DE OTRO

Supongo que siempre lo supe; un día yo iba a terminar llamando a esa puerta. Ese día fue esta noche.

La casa es más o menos como la imaginaba, una casa de barrio, en Floresta, con un jardín al frente, si es que se le puede llamar jardín a un pequeño rectángulo enrejado en el que apenas caben una rosa china y dos o tres canteros, cubiertos ahora de maleza. No sé por qué digo ahora. Pudieron haber estado siempre así. Hay un enano de jardín, esto sí que no me lo imaginaba. El marido de Carolina me contó que lo había comprado ella misma, un año atrás. Carolina había llegado en taxi, una noche de lluvia; dejó el automóvil esperando en la calle y entró en la casa como una tromba. Tengo un auto en la puerta y me quedé sin plata, le dijo, págale por favor y de paso bajá el paquete con el enano.

-Usted la conoció bastante -me dijo él, y yo no pude notar ninguna doble intención en sus palabras-. Ya sabe cómo era ella.

Le contesté la verdad. Era difícil no contestarle la verdad a ese hombre triste y afable. Le contesté que no estaba seguro de haberla conocido mucho.

-Eso es cierto -dijo él, pensativo-. No creo que haya habido nadie que la conociera realmente. -Sonrió, sin resentimiento. -Yo, por lo menos, no la conocí nunca.

Pero esto fue mucho más tarde, al irme; ahora estábamos sentados en la cocina de la casa y no haría media hora que nos habíamos visto las caras por primera vez.

Carolina me lo había nombrado sólo en dos o tres ocasiones, como si esa casa con todo lo que había dentro, incluido él, fueran su jardín secreto, un paraíso trivial o alguna otra cosa a la que yo no debía tener acceso. Esta noche yo había llegado hasta allí como mandado por una voluntad maligna y ajena.

Desde hacía meses rondaba el barrio, y esta noche, sencillamente, toqué el timbre.

Él salió a abrirme en pijama, con un sobretodo echado de cualquier modo sobre los hombros. Le dije mi nombre. No se sorprendió, al contrario. Hubiera podido jurar que mi visita no era lo peor que podía pasarle.

-Perdóneme el aspecto -dijo él-. Estoy solo y no esperaba a nadie.

Tenía la apariencia exacta de eso que había dicho. Un hombre solo que no espera a nadie.

Yo había tocado el timbre sin pensar qué venía a decirle, sin saber siquiera si venía a decirle algo. No tenía la menor excusa para estar en esa casa a la diez de la noche. La situación era incómoda y absurda, si es que no era algo peor.

-Pase, pase -decidió de pronto-. Me cambio en un minuto.

-No, por favor. —Pensé decirle que mejor me iba; pero me interrumpió mi propia voz. -No tiene por qué cambiarse.

Sólo me faltó agregar que podía andar vestido como quisiera, que, al fin de cuentas, el marido de Carolina había sido él y que ésta era su casa. De todas maneras, yo no tenía ningún interés en que se cambiara. Tal vez haría bien en callarme lo que sigue, pero sentí que, cualquier cosa que fuera lo que yo había venido a buscar, me favorecía estar bien vestido, frente a ese hombre en pantuflas y con un sobretodo encima del saco del pijama. Eso, al llegar: ahora, las cosas habían variado sutilmente. Él estaba de verdad en su casa, en su cocina, junto a una antigua estufa de hierro, confortablemente enfundado en su pijama, y yo me sentía como un embajador de la Luna.

-¿Toma mate?- me preguntó con precaución. Es increíble, pero le dije que sí. Tomar mate era un modo de permanecer callado, de darse tiempo.

-Carolina, con toda su suavidad y sus maneras, a la mañana, a veces también tomaba mate. Era muy cómica. Chupaba la bombilla con el costado de la boca, como si jugara a ser la protagonista de una letra de tango. No, no era eso. Tomaba mate con cara de pensar.

-Usted se preguntará a qué vine.

-No. Nunca me pregunto demasiadas cosas, y siempre supe que algún día íbamos a encontrarnos. -Sonrió, con los ojos fijos en el mate. —Pero, ya que lo dice: a qué vino.

Quise sentir agresión o desafío en su voz. No pude. La pregunta era una pregunta literal, sin nada detrás. O con demasiadas cosas, como aquello de la cara de pensar de Carolina, por ejemplo. Yo conocía y amaba esa cara. La había visto al anochecer, en alguna confitería apartada, mientras ella miraba su fantasma en el vidrio de la ventana, sorbiendo una pajita. La había visto de tarde, en mí departamento, mientras ella mordía pensativamente un lápiz, cuando me dibujaba uno de aquellos mapitas o planos de lugares y casas en los que había vivido de chica, casas y lugares que por alguna razón parecían estar más allá de las palabras y de los que siempre sospeché que jamás existieron, o no en las historias que ella contaba. Bueno, sí, yo también había mirado muchas veces esa cara ausente y desprotegida, más desnuda que su cuerpo, pero nunca la había mirado de mañana, mientras Carolina tomaba mate. Pensé que tal vez debería estar agradecido por eso, sin embargo no me resultó muy alentador. Me iba a pasar lo mismo más tarde, con la historia del enano.

Él acababa de preguntarme a qué había venido.

-No sé. -Hice una pausa. La palabra que necesité agregar era deliberadamente malévola. -Curiosidad — dije.

-Me doy cuenta -murmuró él.

No sé qué quiso decir, pero causaba toda la impresión de que sí, de que en efecto se daba cuenta.

Llegué a mi departamento después de la una de la mañana, lo que significa que estuve con él cerca de tres horas, sin embargo no recuerdo más que fragmentos de nuestra conversación, fragmentos que en su mayor parte carecen de sentido. Hablamos de política, de una noticia que traía el diario de la noche, la noticia de un crimen. Hablamos de la inclemencia del invierno en Buenos Aires. Ahora tengo la sensación de que casi no hablamos de Carolina.

En algún momento, él me preguntó si yo quería ver unas fotos.

-Fotos —dije.

No pude dejar de sentir que esa proposición encerraba una amenaza. Imaginé un álbum de casamiento, fotografías de Carolina en bikini, fotografías de los dos riéndose o abrazados, sabe Dios qué otro tipo de imágenes.

-Fotos -repitió él-. Fotos de Carolina. Hice uno de esos gestos vagos que pueden significar cualquier cosa.

-Es un poco tarde -dije.

-No son tantas -dijo él, poniéndose de pie-. Hace mucho que no las miro.

Salió de la cocina y me dejó solo. Yo aproveché la tregua para observar a mi alrededor. Intenté imaginar a Carolina junto a esa mesada, o, en puntas de pie, tratando de alcanzar una cacerola, un hervidor de leche. Tal vez era algo como eso lo que yo había venido a buscar a esa casa. En una de las paredes vi dos cuadritos muy pequeños. Me levanté para mirarlos de cerca. No me dijeron nada. Eran algo así como mínimas naturalezas muertas. Ínfimas cocinas dentro de otra cocina. Cómo saber si ella los había colgado, cómo saber si habían significado algo el día que los eligió. Cuando él volvió a entrar, traía un pantalón puesto de apuro sobre el pantalón del pijama, y un grueso pulóver, que me pareció tejido a mano.

Traía también una caja de cartón. Se sentó un poco lejos de mí y me alcanzó la primera fotografía: Carolina sola. Detrás, unos árboles, que podían ser una plaza o un parque. Descartó varias y me alcanzó otra. Carolina sola, arrodillada junto a un perro patas arriba. Miró tres o cuatro más, una de ellas con mucho detenimiento. Las puso debajo del resto, en el fondo de la caja, y me alcanzó otra. Carolina sola.

Entonces sentí algo absurdo. Sentí que ese hombre no quería herirme.

-Ésta es linda -dijo.

Carolina, junto a un buzón, se reía.

-Sí -dije sin pensar-. Era difícil verla reírse así. Él me miró con algo parecido al agradecimiento.

-Nunca había vuelto a mirarlas. Solo es distinto.

-Usted no está en ninguna de las que me mostró —le dije.

-Bueno, yo era el fotógrafo -dijo él.

Poco más o menos, es todo lo que recuerdo. O todo lo que sucedió esta noche.

Le dije que tenía que irme y él me acompañó hasta la puerta de la entrada, no hasta la verja. Fue en ese momento cuando me contó la historia del enano. Después yo estaba descorriendo el cerrojo de hierro y oí su voz a mi espalda.

-Era muy hermosa, ¿no es cierto?

Salí, cerré la verja y le contesté desde la vereda.

-Sí -le dije-. Era muy hermosa.

Me pidió que volviera algún día. Le dije que sí.

 

ABELARDO CASTILLO – Buenos Aires, Argentina


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