EL BARRIO, GARDEL Y LA HISTORIA
UTOPIA GARDELIANA - Año 1933
Una tarde del mes de
septiembre de 1933, pasando por delante de la casa de Jeán Jaurés 735, sabiendo quienes allí vivían y estando la puerta entreabierta, con la curiosidad de un
niño comencé a abrirla e ingresé al pasillo de entrada… En ese momento, al oír
la puerta que se abría, se hace presente “el dueño” de casa, quien con una
amplia sonrisa, su cabello engominado y en robe
de chambre –creo que de color bordó–, gentilmente me pregunta “¿Qué necesitas
pibe?”... Yo, anonadado, sólo atiné a decirle: “Pedirle un autógrafo Don
Carlos”…, él me respondió: “Claro que sí, pasá pibe” y me hizo entrar al hall
frente a una “pared” de vidrios de colores que daban a un patio hermoso, lleno
de plantas, una escalera, a los costados puertas con persianas altas de madera
y al fondo una cocina.
Mientras tanto Don Carlos
ingresó a una piecita que después supe era su escritorio. En ese momento llegó
con un mate en la mano recién cebado, Doña Berta –la conocí enseguida– me
preguntó si Carlitos ya me había visto y si quería un matecito que le había
preparado para él, me consultó también cómo me llamaba y le dije “Héctor”. Le
agradecí porque en verdad yo nunca había tomado y no sabía qué gusto tenía. Me
comprendió y mientras me preguntaba si vivía lejos, le dije: “En Gorriti 3767,
a unas cuantas cuadras”, entonces exclamó: “¿Y cómo llegaste hasta aquí?”. Le
respondí que vine hasta el Mercado de Abasto porque quería conocerlo ya que mi
abuelo era proveedor de frutas y verduras, porque tenía una quinta en donde
vivíamos y que llegaba hasta la esquina de Honduras y Sadi Carnot (hoy Mario
Bravo). Se puso muy contenta con lo que yo le contaba. Allí regresó Carlitos,
con una foto autografiada y me dijo: “Cuando entré a firmarte el autógrafo no
pregunté cómo te llamabas, pero escuché cuando se lo dijiste a la ‘viejita’,
así que aquí la tenés dedicada a tu nombre, Héctor”.
Al momento de recibirla y
querer agradecerle me comenta: “Mira, yo dentro de dos meses estoy viajando a
EE.UU. y como hoy solo tengo actuación en el Cine 25 de Mayo me sobra tiempo para
mostrarte nuestra casa, pasá”. Me acompaña a la sala que daba a la calle y me
dice “Aquí nos reunimos con las ‘escobas’ para ensayar, no sabés las veces que
los purretes de la cuadra nos golpean la ventana para vernos y oírnos ensayar,
por un rato la abrimos, pero después tenemos que seguir entre nosotros, es
decir, ‘sin público’”, al decir esto larga una sonrisa y una pequeña carcajada…
jajaja. Me muestra el piano, la guitarra apoyada en la pared, algunas de las
muchas cartas que recibe de admiradores, felicitándolo o pidiéndole una foto
con su autógrafo, como hice yo.
Allí me lleva hasta lo que
dije al principio: su escritorio, una mesita, un silloncito sencillo, muchas
fotos, una lapicera, dos frascos de tinta, una negra y otra color blanco para
firmar las fotos.
Pasamos a la habitación
contigua, una camita de bronce, sencilla, con una linda colcha, tal vez tejida
por Doña Berta, un roperito, un banquito, dos alfombritas al pie de la cama,
una de cada lado y un porta sombrero con dos o tres “funyi” de color gris,
marrón y colgado de allí un “saco fumador”.
Al llegar a la otra
habitación, me dice: “Es el dormitorio de mamita, vamos a pasar por afuera del
patio, allí no me meto, es el lugar de ella”. Como corresponde, por respeto de
hijo, así lo hicimos. Llegamos a la última pieza, la que doña Berta utiliza
como lugar para tejer, recibir a sus amigas y charlar cómodamente.
Ya estamos llegando al
final de la casa y sobre la mano izquierda está la cocina donde Doña Berta
cocina sus pucheretes y otras comidas, algunas recordando a su querida Francia,
simple, limpia, ordenada, con mate, yerba y pava sobre una mesada de mármol.
Al lado, pegados a la
escalera hay dos espacios, uno es el baño con su depósito de agua “adherido” a
la pared en la altura y al lado la “salita” de planchado de doña Berta, sus dos
planchitas, alguna que otra ropa preparada para planchar y un cómodo espacio
para hacerlo.
En ese momento es que me
invita a subir la escalera y mostrarme en el medio del tramo la piecita donde
él practica solo, entonando partes de óperas, una pasión heredada de sus
conocidos tenores, entre ellos Enrico Caruso. Me dice: “Aquí paso lindos ratos
cantando sin molestar a nadie y aprovecho esa pasión que tanto me gusta”.
Llegó la despedida, le di un beso cariñoso a Doña Berta y un “apretón” de manos a Carlitos y él pasó su mano sobre mi cabeza. Me despedí, con mi agradecimiento.
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Pasaron los años y en casa
lo seguía escuchando por radio, cuando mis tías y mi mamá lo hacían.
Un día, recuerdo bien, el
lunes 24 de junio de 1935, se alborotó mi hogar y se pusieron muy tristes
todos, es que había fallecido, en Medellín (Colombia), Carlos Gardel… yo no tenía todavía mucha conciencia de lo que era
la muerte, pero al verlos llorar y escuchar los comentarios me di cuenta que
nunca más lo podría volver a visitar en su casa de Jean Jaurés.
Recuerdo que un día de
febrero de 1936, creo que el 6, mi tía Elena y mi mamá se enteraron que el
cortejo fúnebre de Carlitos pasaba por la Avda. Corrientes hacia el cementerio
de Chacarita y hacia allá partieron. Al volver me contaron que una cantidad de
gente los acompañaba por la calle, aparte de los que estaban parados en ambas
veredas arrojando flores hacia el carruaje que trasladaba los restos de quien
había sido y sigue siendo el cantor mayor que tiene nuestro tango.
Allí fue que se me
amontonaron los recuerdos de esa tarde tan hermosa que pasé, en el mes de
setiembre de 1933, cuando me firmó el autógrafo, el que con el tiempo y por las
cosas de la vida, no quedó entre mis recuerdos pero sí, muy grabado en mi
memoria.
No sé si esto lo viví así, pero me parece que fue un sueño hermoso el haber podido estar dentro de la casita de doña Berta y la de Carlitos, cuando él regresaba de sus giras.
Héctor F. Rebasti,
Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE
ASOLAPO ARGENTINA
hectorrebasti@gmail.com
Un relato agradable del amigo Héctor Rebasti que nos retrotrae a una casa y a una personalidad que atesoramos los amantes del tango. Muchas gracias por la publicación.
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