VOLVER AL PASADO
El pasado
es el tiempo que pasó y las cosas que sucedieron en él.
Forma
parte de nuestra existencia, y en gran parte determina el presente, lo actual,
en especial en cuanto a las personas, a los pueblos y a la naturaleza.
El
análisis de lo que uno es, señala cual ha sido su pasado, que le ha sucedido, y
como se fue constituyendo.
Comprender
el pasado, y en especial valorarlo es muy importante en la vida personal y
social.
En
especial el juicio y la responsabilidad que se asume sobre él, sobre nuestro
comportamiento y sobre la actuación y la importancia de nuestra conducta en los
resultados y la proyección de las acciones.
Pero
hay una tentación existencial, volver al pasado, porque ya lo dijo el poeta
“todo tiempo pasado fue mejor”.
Esa
tentación es palpable en los tiempos de crisis, tanto personal, como grupal y
de los pueblos, y sobre todo cuando no se encuentran las soluciones a los
problemas, por ser graves, y porque no tenemos la capacidad o las agallas para
resolverlos, o estamos tan comprometidos con ellos, que se enmarañan en nuestra
condición.
Este
volver al pasado es una irresponsabilidad y una cobardía.
Porque
este volver al pasado es desistir del futuro.
Irresponsable,
porque se pretende dejar de lado nuestro compromiso existencial con la vida
personal y social, de crecer, progresar, mejorar y hacernos cargo de nuestros
errores, nuestras falencias y nuestros actos non sanctus.
Cobardía
porque involucra desistir de la dignidad humana, que es un continuo devenir
hacia el futuro, hacia la perfección y hacia el crecimiento.
En
el plano individual la fantasía nos lleva a la infancia, a querer volver a ser
niños en un presente idílico, sin responsabilidad, sin ataduras, que nos
permita actuar a voluntad e impunemente, porque no se nos culpa ni se nos
castiga.
En
el plano social, es tratar de volver a un lugar donde me sentía mejor, donde
podía cumplir mis deseos, sin preocuparme de mis deberes, y donde no me
alcanzaba la participación del otro, y el deber de ser con los demás como
conmigo mismo.
Volver
al pasado, es renegar de la dignidad humana.
Pero
pretender que la comunidad vuelva al pasado, que los demás deban acompañarnos
en este viaje irreal, es perverso y pretencioso, y nos pone en el papel de
dioses menores y paganos, a los cuales se debe obedecer.
Sucede
algo más, en especial en las comunidades.
A
veces ese volver al pasado, no es expreso, no hay una palabra, un mandato, una
resolución que nos lleve a él, pero las condiciones que imponemos a la vida
social, a la vida de las personas, hacen que muchas circunstancias nos
retrotraigan al pasado.
Que
se empiecen a notar hechos y conductas, que ya eran perimidas, comportamientos
de otras épocas, ya superados, y a los que todos le habíamos puesto un manto
final y no estaban en consideración.
Entonces
en la sociedad empiezan a aparecer brotes de miseria, propios de otras épocas,
circunstancias sanitarias y sociales arcaicas, visiones educativas perimidas y
dejadas de lado por ineficaces, discusiones propias de épocas anteriores, como
el autoritarismo, la irresponsabilidad, la falta de castigo a las infracciones,
la prioridad de los intereses de los poderosos sobre las de la comunidad, y la
discusión sobre si en algunos momentos y lugares es pertinente el odio, la
violencia, la discriminación y la xenofobia.
Todo
esto no como algo explícito y expuesto, sino como consecuencia de conductas y
prescripciones que en lugar de tender a mejorar, tienen a permitir los
privilegios y las diferencias.
Se
va creando en el entramado social un núcleo, que ya no vive con la condición
actual, sino que pretende que todos deban volver a una situación que le sea
favorable a sus intereses y a su causa.
Entonces
la ley puede violarse sin castigo, los privilegios deben comprenderse como
condición del mando, y la libertad y el derecho de todos es cuestionado.
Disfrazado
con la condición que ha cambiado la sociedad, que hubo un período que debe
borrarse y volver atrás y que debe privilegiarse esa concepción por encima de
la dignidad, la libertad, el progreso y la vida digna de todos los habitantes,
que esconde la codicia, el egoísmo y el autoritarismo, tanto individual como
grupal.
¿Qué
debemos hacer?
Defender
nuestra dignidad, nuestra libertad y la justicia.
Proceder
como hombres desde la bondad, la honestidad, la humildad, la igualdad de
condiciones y de derechos, y la responsabilidad de los actos de todos y cada
uno, sin distinción.
Sólo
en ese marco de igualdad y de responsabilidad, seremos libres, veremos
progresar a nosotros y a nuestros pueblos, y haremos un mundo mejor.
©ELIAS GALATI, poeta y
escritor argentino
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