EL NIÑO
Niño
es el ser humano que no ha llegado a la madurez.
En
psicología suele aplicarse el nombre genéricamente para designar a los
individuos desde su nacimiento hasta su madurez sexual, y específicamente la
edad que va desde la infancia hasta la adolescencia.
En
esa etapa se desarrolla la vida psíquica y se fija la conducta de
los seres humanos.
En
la primera edad aparecen con mayor nitidez los estímulos y su fijación es casi
permanente, tanto que son capaces de condicionar el comportamiento futuro
adulto.
Hay
un fenómeno etológico “la impronta” que es la impresión, huella o marca dejada
por una persona u objeto. Se trata de una señal o característica peculiar y
distintiva.
Es
una forma de adquirir aprendizajes básicos para la supervivencia, en el cual se
unen procesos psíquicos, biológicos y sociales.
Se
vincula al proceso de aprendizaje rápido e irreversible que se manifiesta
durante determinadas fases críticas del desarrollo de los organismos, en
períodos de mayor receptividad que facilita el aprendizaje.
También
señala un período de la vida evolutiva en el cual hay mayor sensibilidad a los
estímulos.
Es
decir es el aprendizaje adquirido por reconocer ciertos estímulos en una etapa
determinada del desarrollo del ser, tanto humano como animal.
La impronta es un fenómeno natural por
el cual los recién nacidos se vinculan con su madre nada más nacer, algo
crítico para la supervivencia de la especie y el óptimo desarrollo de cada
individuo.
El primer reconocimiento es el de los padres,
de ahí la importancia de la constitución de la familia y de la educación.
La etología estudia el comportamiento del ser
en su propio hábitat, y permite conocer el desarrollo de sus capacidades que
hacen a su personalidad y a su carácter.
El niño es receptáculo de todos los estímulos
que están a su alcance.
Su capacidad es casi ilimitada, y su
aprehensión está abierta hasta lo insospechable.
El niño lo recibe, y se fija en su interior,
pero con mayor actitud cuando el estímulo proviene de quienes ha reconocido
primero como sus pares.
El estímulo natural es puro, tal como es,
pero los estímulos recibidos por quienes lo sostienen, lo educan y lo forman,
vienen cargados de la condición subjetiva de aquellos que los transmiten.
Las condiciones sociales, psicológicas y
existenciales del hábitat en el cual se desarrolla su crianza, determinarán
también cuál será su impronta, y asimismo cargará de connotaciones subjetivas
la enseñanza recibida.
Nos vestimos de determinada forma, comemos
también, nos sentamos, dormimos e interactuamos como han sido las formas que
hemos visto y aprendido en nuestra primera infancia.
Con la primera concientización, el niño
comienza a fijar los valores.
Las relaciones que observa entre los seres de
su comunidad que interactúan a su alrededor, será para él la normalidad,
entenderá que es lo que hay que hacer, y según los valores que observe en la
actuación, que se le enseñen y que se le determinen a usar, serán los que
marcarán su carácter para toda su vida.
Como decía Scheller, hay una identificación
afectiva, con aquellos que están con él, y que señalará después como
progenitores o quienes lo forman.
Esta característica le da un plus a esos
estímulos, que se marcan a fuego y casi definitivamente en su alma.
Hay una gran responsabilidad en la
maternidad, en la paternidad, en los educadores, en la crianza, por los
ejemplos, los modelos, los estímulos y los valores que señalamos.
Porque en esa etapa la enseñanza es
automática, se fija por contacto, casi instintivamente.
El niño copia, emula, se siente bien con lo
que hace en relación a lo que ve, porque se siente igual a sus padres, a sus
educadores y siente que ese es el aprendizaje correcto.
¿Qué valores enseñamos a nuestros niños? ¿que
conducta le enseñamos, que ven de nuestra actuación y nuestras relaciones en la
vida?
Un niño es un don, es un diamante que nos da
la vida, pero es también una gran responsabilidad, la cual no podemos soslayar
y a la que debemos preparar con la bondad, la honestidad, la armonía, el
equilibrio, la justicia y la paz, para la vida, y para que encuentre la
felicidad junto con la felicidad de los hombres.
Elias D Galati, Buenos Aires, Argentina
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