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domingo, 14 de agosto de 2022

ANDROCLES Y EL LEON, Elias Galati, Buenos Aires, Argentina

 




ANDROCLES Y EL LEON

 

Claudio Eliano en griego y Aulo Gelio en latín, han contado esta historia

referida al Imperio Romano en los primeros siglos de nuestra era.

Androcles era un esclavo que huye de su amo, y se refugia en una caverna,

en las afueras de lo ciudad.

En un momento se da cuenta, que en el fondo de ella se encuentra un león,

gimiendo malherido. Se acerca y observa que el mismo tiene clavada profundamente una astilla en una de sus patas.

Venciendo sus temores, y los riesgos consiguientes, se acerca al león, le quita

la astilla y cura su herida.

El león sale precipitadamente de la caverna.

Pasa el tiempo, y Androcles se convierte al cristianismo.

Es capturado y condenado a ser comido por los leones en la arena del Coliseo

Romano.

Llegado el día de la ejecución, lo llevan junto con los otros condenados y abren la puerta de los leones.

Los leones se abalanzan sobre los cautivos, y uno de ellos abre sus fauces

para comerse a Androcles, pero inesperadamente, se acurruca a sus pies, y

lame sus manos con su lengua cariñosamente. Era aquel león que había curado Andrócles en la caverna, y que le permite salvar la vida y el perdón del Cesar.

Dos reflexiones pueden hacerse a partir de este relato, con profundo sentido

existencial y moral.

La primera es la gratitud del león, que reconoce a su benefactor, y de la cual

podemos hacer inferencia, refiriéndola al ser humano.

La segunda es la actitud de Androcles, que puede llevarnos a encontrar la

clave para la condición humana y el correcto comportamiento de nuestra

especie con nuestros semejantes y toda la naturaleza.

Androcles se encontraba solo en la cueva, un lugar apartado, sin ninguna

posibilidad de ayuda, y enfrentando a un gran enemigo, y en una situación

potencialmente peligrosa, ya que se encontraba herido, molesto y desequilibrado.

Pudo haber huido hacia otra lado, y salir de la situación, pero prefirió realizar

un acto bondadoso, generoso, aun a riesgo de su vida y curar al león que estaba herido.

Esta actitud es una variante que puede determinarnos y hacernos entender,

cual es en realidad nuestra condición, quienes somos, que debemos hacer y

como debemos comportarnos.

Nuestro personaje lo hizo con un ser no humano, quizás irracional, un feroz

enemigo y en una situación peligrosa y desesperante.

Priorizó la bondad, la ayuda, la solidaridad, al peligro que ciertamente corría,

por la reacción que pudo tener el león.

¿No significa esto, que en nuestras relaciones interpersonales, y con los otros

miembros de la naturaleza, nosotros deberíamos priorizar también la bondad,

la solidaridad, el respeto y la dignidad de la vida, por encima de nuestras

preferencias y de nuestras seguridades?

No significará esto también, que debemos hacerlo a nuestros más grandes

enemigos y aún en situaciones peligrosas.

Sin pretender hacer un estudio de las características y de la condición

humana, esto llevaría también a pensar que el hombre debe sentirse bueno

desde si mismo, y actuar con bondad en todo momento, en todo lugar, y con

todos los que se relaciona.

Volvemos a la primera reflexión, esto lleva a la gratitud.

La gratitud es una actitud de respuesta, es la condición de alguien que se ha

sentido beneficiado o querido por otro y que trata de devolver de la misma

manera.

En el reino animal se realiza casi instintivamente y como rutina.

Cuanto más debería ser en el hombre.

La gratitud es un sentimiento que nos obliga a agradecer el favor recibido.

Puede constituirse en una cadena de estímulos y respuestas, que disparen una

conducta humana constitutiva de un mundo mejor.

Pero debo dar el primer paso, primero dar y luego recibir.

Debo favorecer al hermano, y veré como luego él agradece de corazón, y

entonces la existencia se hace un entramado de bondad, equilibrio, templanza

y paz, en donde todos nos sentimos bien, en armonía con nosotros, con los

otros y con la naturaleza.

No tengamos empacho, ni temor en ayudar o favorecer a nuestros enemigos,

aún en situaciones peligrosas, porque esa actitud nos hará mejores hombres,

habremos entendido cual es nuestra condición y cual nuestra relación, y

condicionará a los otros para que de la misma maneras actúen, agradeciendo

o favoreciéndonos.

Elias D. Galati, Buenos Aires, Argentina


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