(LACRA SOCIAL ACTUAL)
La trata es una actividad multidelictiva que
persigue diferentes formas de explotación: tráfico de órganos, venta de niños
esclavos y niños soldados, trabajo forzoso en las minas, matrimonios serviles;
trabajos forzados en el sector doméstico, en el agrícola, en la industria
y en la prostitución. Vulnera derechos tan básicos como la vida, la dignidad y
la integridad poniendo a las personas en condiciones de vida degradantes. La
trata de mujeres con fines de utilidad sexual es una de las formas más extendidas
en nuestro territorio.
Diferentes conferencias de carácter mundial e
instituciones internacionales como la ONU o la OIM han alertado del crecimiento
de un viejo delito, la esclavitud de personas, que se produce en la actualidad
con formas más sofisticadas de captación y explotación. El tráfico de personas
es una violación de los Derechos Humanos que implica nuevos retos para las
profesiones sociales, tanto en la denuncia y sensibilización como en el trabajo
con individuos que requieren protección y asistencia especializada.
La manifestación de la trata permaneció
invisible hasta el Protocolo de Palermo. La dificultad para analizar los
fenómenos migratorios desde una óptica transaccional hacía difícil pensar que
en el siglo XXI se traficara con personas. Las democracias occidentales, quizá
en un exceso de etnocentrismo, ponían más énfasis en denunciar las violaciones
de Derechos Humanos en otros territorios que en el propio. Como si la
corrupción sistemática, la vulneración de derechos o la explotación no sucediera
en las naciones desarrolladas. La trata no es sólo un delito que afecta a
personas singulares y concretas, sino que daña a toda la ciudadanía. Una
sociedad que silencia o ignora la cosificación y deshumanización que viven las
víctimas, consiente la culpa y forma parte del aparato de vulneración.
Otro mecanismo de invisibilizar a la trata
consiste en dudar del testimonio de las afectadas. En algunos casos, hay
mujeres que ignoraban que trabajarían en la prostitución; sin embargo, en
otros lo sabían de antemano, pero no las condiciones de explotación que
encontraron al llegar a diferentes paises. Por mucho tiempo, la doble moral de
la sociedad ha contribuido a invisibilizarlas como víctimas, porque era
“consentido”, es decir, “ya sabían a lo que venían”. Parecía, entonces, que
había víctimas de primera, que habían sido engañadas en el tipo de trabajo y,
víctimas de segunda, que conocían su destino laboral, pero a las que no se les
reconocían sus derechos. En la trata el engaño puede darse tanto en la
naturaleza del trabajo que van a realizar (prostitución, tarea agrícola,
servicio doméstico y otros) como en las condiciones del desempeño sin
remuneración (vigilancia y coacción, número ilimitado de horas de trabajo y de
servicios, trabajo sin remuneración, aumento de la deuda, etc.).
Los Derechos Humanos no son solo una herencia
valiosa de nuestra historia reciente, sino una herramienta útil y necesaria
también en la intervención. No se trata de que los equipos educativos se
conviertan en equipos jurídicos, sino que conozcan los sistemas de protección y
que mantengan una actitud exigente y vigilante con la administración para que
cumpla sus compromisos. Una apuesta por los procesos más que por los servicios,
por poner en el centro de la intervención a la mujer y respetar sus decisiones.
Cuidar el proceso de acompañamiento y fomentar la autonomía de aquella en
todas las áreas de su vida. Apostar por los Derechos Humanos significa apostar
por una actitud generosa, honesta y realista de los grupos docentes. Los
Derecho Humanos no son solo un papel, sino una esperanza que puede mejorar la
vida de personas y que exige a educadores sociales un alto grado de activismo
para la denuncia y la incidencia política. Recordemos que si no hay
clientes no hay trata. Seamos todos muy responsables.
©Dra. EUNATE GOIKOETXEA, poeta y escritora española
Alicante-España
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario