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sábado, 18 de abril de 2020

El coronavirus nos desnuda, Carlos Penelas, Buenos Aires, Argentina


Ejércitos invisibles. Los virus como enemigo del ser humano


El coronavirus nos desnuda

 La historia se repite. Es uno de los errores de la historia.
Charles Darwin

Giovanni Boccaccio da comienzo al Decamerón con estas palabras: “Con tanto espanto había entrado esta tribulación en el pecho de los hombres y de las mujeres, que un hermano abandonaba al otro y el tío al sobrino y la hermana al hermano, y muchas veces la mujer a su marido, y lo que mayor cosa es y casi increíble, los padres y las madres a los hijos, como si no fuesen suyos evitaban visitar y atender”.
El Decamerón, escrita entre 1351 y 1353, es sin duda la obra más famosa surgida de la pandemia, la peste negra de mediados del siglo XIV.
Toda crisis trae en sí un conflicto. Toda crisis es producto de una historia. Mejor: una crisis producida por una peste pone sobre el tapete a una sociedad. Lo peor y lo mejor. Nos muestra lo indigno, lo humillante, la falta de moral. Y también la solidaridad, el esfuerzo, la abnegación.
Vamos a tomar un ejemplo para intentar ver ciertos paralelos, ciertas formas de entender y de entendernos en esta tragedia que nos confunde, nos preocupa y nos atemoriza. Podemos hablar de la Biblia, de Camus o de Kafka.  Podemos recordar a Tucídides o Samuel Pepys. A Sófocles o a Daniel Defoe. A Manzoni y la peste bubónica. Entre nosotros Manuel Mujica Láinez abordó la fiebre amarilla desde sus cuentos. Pero tomaremos un ejemplo histórico -apenas una reseña - de la denominada plaga italiana que llegó a Florencia y a Toscana en 1630. Soldados alemanes atravesaron el norte de Italia con la pulga asesina, trasmisora de la peste bubónica.
La peste avanzó sobre Milán, luego sobre Venecia y fue ensañándose con otras ciudades cercanas. Poco a poco – se habían cerrado los pasos de los Apeninos – la peste invadió la región al pasar una campesina burlando los controles.  Y llegó a la ciudad. Hubo cientos de muertos en la zona, luego más de mil. Se ordenó en 1631 la cuarentena general. Se crearon lazaretos, los muertos fueron rociados con cal, se los enterraban en las afueras de la ciudad. Las casas de los enfermos fueron clausuradas. Luego se ordenó cerrar las puertas de la ciudad. Los extranjeros sólo podían transitar con permisos. Los guardias entraban en conventos e iglesias. Se suspendió la educación comunitaria, los juegos del pallo en las plazas, los bailes. Teatros y tabernas fueron cerradas. No hubo procesiones ni misas.
Aquellos que violaban las normas eran multados y llevados a prisión. Comenzaron las culpas: era obra del demonio, de los extranjeros, de los judíos. Luego se sospechó de las prostitutas. Por temor la Sanità daba de comer a los pobres, unos treinta y dos mil. Recibían hogazas de pan, una pinta de vino, un salchichón, arroz con queso, ensalada. También se les daba medicina. La peste se prolongó hasta 1633. En Toscana hubo ochenta mil muertos, en Florencia ocho mil. En 1657 hubo otras epidemias, sobre todo en Florencia. Esta vez otros nombres feroces: la escarlatina y el sarampión.
Veamos que nos ocurre en estos días. Veámoslo desde la perspectiva social, desde antecedentes históricos, desde el conocimiento de las pandemias anteriores. Es claro que el fascismo, el populismo, el chavismo tienen un universo para penetrar en estas circunstancias. Hay una casta política que utilizará todos los medios posibles para llegar a una irracionalidad sin límite. Algo similar pasa en el primer mundo al desaparecer esa suerte de equilibrio que siempre ejercieron los anglosajones. Estamos con una pandemia que significa también colapso económico, despidos masivos, radicalización, demonización. Pobreza, enajenación, hambre, desamparo.

Un sistema populista nos llevará a letrinas, al pensamiento único, a alternativas tecnológicas y encierro compulsivo. El confinamiento es parte del juego. Un juego en países con una base de corrupción inimaginable. Pero también, desde otro ángulo lo vemos en los EEUU, Italia, España, Inglaterra o Francia. Sin duda Alemania – recordemos que la canciller Ángela Merkel es la única personalidad desde hace años – con una mentalidad distinta lleva a cabo un plan y una estrategia. El otro país es Suecia. El resto es improvisación, profetas anunciando el fin o el nuevo comienzo. La pandemia forma parte de lo social, de lo ideológico y de la economía. Entre nosotros, del otro lado de la puerta, está la muerte, la miseria, la violación, la toxicomanía, el alcoholismo, los dilemas morales, los prejuicios raciales, la intolerancia religiosa, los distanciamientos socio-económicos, la corrupción, la violencia contra la mujer… Esta pandemia en particular desnuda un sistema, un sistema global y las miserias de los países del Tercer Mundo con sus deseos imaginables y los brotes caudillistas. Debemos tener presente que los pueblos o las multitudes no siempre defienden causas nobles, muchas veces son la expresión de delirios colectivos. Recordemos también que las pasiones de los amontonamientos masivos suelen ser muy intensos pero efímeros. Otra vez: están y estarán más presentes el desempleo, la inseguridad, la carencia alimentaria, la salud, la ecología. Comenzarán las sectas, los pactos de mafiosos, las democracias sucias, el derrumbe de la utopía democrática. La crueldad se repite a lo largo de los tiempos lo mismo que la violencia. Una vez más amenaza el planeta el autoritarismo y la discriminación. Desde la tragedia griega, el sangriento teatro isabelino o la novela negra contemporánea. Tal vez debamos hablar una vez más de Primo Levi y de la “banalidad del mal”. Tal vez es el momento de releer a H.G.Wells y a George Orwell. Entre nosotros, Diario de la guerra del cerdo de Adolfo Bioy Casares.
En meses abriremos la puerta de casa. Es probable que el mundo de Luis Buñuel, John Huston, Archie Mayo o los hermanos Coen nos espere. Pero recordemos: la realidad siempre es más dura. Y desde los comienzos de la historia la realidad humana siempre fue incierta.
Buenos Aires, abril de 2020

La ignorancia genera confianza más frecuentemente que el conocimiento
Charles Darwin
©CARLOS PENELAS, poeta y escritor argentino
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA      



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