REFLEXIONES ANTIVIRUS III
‘TIEMPO DE ESCRITURAS’
‘Confía en el tiempo que suele dar
dulces salidas a amargas dificultades’
Cervantes
Este tiempo vacante nos facilita el reencuentro con un esquema olvidado
por intromisión de sistemas más veloces: la carta
manuscrita.
¿Cuánto hace que no generamos la emoción de escribir una carta de puño y
letra, escrita ‘con tinta sangre del corazón’, como cantaba aquel
bolero, imaginando la expresión del destinatario al momento de su ávida lectura?
Escribirla ahora y guardarla para destellar dentro de unos meses cuando
la curva de la sonrisa supere a la epidémica.
Poder volver a disfrutar del acto de escribir, ver cómo las letras
borbotean en ese garabateo maravilloso de reminiscencias infantiles cuando
aprendíamos, además del deletreo, a descubrir quiénes eran las personas que más
nos importaban. (Y nosotros a ellos)
Poder imaginar la carita de sorpresa de un nieto al recibirla, los ojos
vidriados de una madre, la sonrisa cómplice de un amigo, el grato acuse de un
vecino agradecido ya que, como bien decía Teresa de Calcuta, amar al prójimo significa
literalmente eso, amar al próximo, al más cercano. Física o
emocionalmente.
Y poder liberar ese magma de emociones contenidas que necesita
imperiosamente de su eclosión.
Tal vez éste sea el momento propicio para revalorizar la carta
manuscrita, ‘’el poder pintar con palabras lo que el pintor escribe con
colores’’.
Temas seguramente no nos faltan.
Escribir para agradecer, disculpar, tender puentes, pedir perdón,
confraternizar, para reafirmar el enorme valor de la amistad, que a diferencia
del amor, no exige presencia.
Carta cosida a mano, sin sufrir el desalme del procesador de textos.
Dejar que surja.
Supe leer, sin poder precisar lugar o autoría, que
‘ni la carta ni el sueño se dan por encargo. Se sueña y se escribe no cuando
se lo desea sino cuando ellos lo quieren: la carta cuando desea ser escrita y
el sueño cuando desea ser soñado’.
O tal vez podamos pensar en una carta escrita con indicación de fecha
cierta de apertura, cual cápsula del tiempo, tal vez para fines de este 2020
tan distinto a todos los precedentes, sin haber imaginado nadie que el 20+20
preanunciaba, en su sumatoria numérica, un año de cuarentenas.
También es buen momento para hacer un repaso de misivas atesoradas,
incluso sin necesidad de reabrirlas dado el intenso aroma afectivo que exhalan.
Claro que el texto manuscrito exige respetar la grafía completa de las
palabras, sin abreviaturas, esa cruel amputadora de sentimientos ya que un
verdadero ‘te quiero’ requerirá siempre el arrumo de siete letras.
Seguramente sus encabezados digan ‘Querida hija’…’Amor de
mi vida’..’Querido viejo’... o tal vez ‘Querido
diario…’, esa carta intimista dirigida al yo espejado.
Y también podremos pensar cartas dirigidas a los adelantados en la
partida, a manera de sanación.
Es de maravilloso efecto catártico poder escribir esa postergada carta
al padre que nunca en vida nos animamos a decir.
Aprovechemos ahora que hay tiempo y motivos para dejar constancia
afectiva por escrito.
De puño y letra.
P.D. Consejo.
No la ahogues ni le achiques su vuelo rematándola con el punto final.
Que mal que le pese al insaciable virus, la vida continúa
RAFAEL JIJENA
SANCHEZ, ©
Dominio Registrado, abril 2020
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