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domingo, 16 de septiembre de 2018

PUNTO DE ENCUENTRO, Belkys Larcher, Coronda, Santa Fe, Argentina

Resultado de imagen para el faro
Imagen de: Turista en Miami

PUNTO DE ENCUENTRO


Con cuidado, se recogió el largo cabello claro, se pintó los labios y se perfumó detrás de las orejas. La pollera estaba bien, era amplia y de cómodos bolsillos. Lo mismo que los zapatos de gruesa suela de goma.
Ojeó el reloj de la mesita de luz: ya era hora. Controló el bolso de mano, se lo colgó al hombro y miró a su alrededor: le dolía dejar el hogar.
Al cerrar la puerta de calle y ver el sol cayendo detrás de los edificios, su corazón saltó alborozado. Apuró el paso, hacia donde la habían citado por teléfono, hacia su punto de encuentro.
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En la primera curva el viejo automóvil cruzó raudo sin necesidad de apretar el freno, pero en las siguientes, más cerradas, las cubiertas se quejaron con un espeluznante chirrido. Debía llegar antes que ella, así acomodaba el ambiente del “nido de amor clandestino”. Había meditado mucho sobre el lugar más adecuado para concretar el encuentro. Y sí, había costado bastante. Pero debía hacerlo. Los continuos viajes de Darío – por negocios o por lo que fuere- le habían brindado las oportunidades necesarias para vencer toda duda. ¡Hacía tanto tiempo que la amaba! Tantas ilusiones perdidas, desperdiciadas, aún antes de poder mostrarlas..! Siempre había tenido que cerrar la boca ante su amigo, bajar la mirada, ocultas ese temblor desbordado que le acometía cada vez que la veía.
Darío era un triunfador nato. A él todo le había salido bien: título, trabajo, familia. Y Mabel. Sobre todo, Mabel. Su vida, en cambio, era un desbande de pinceles sucios, exposiciones frustradas y departamento en desorden. De allí que el viejo faro encallado entre las piedras, le había parecido el mejor sitio para aclarar las cosas entre ellos.
El mar, con su rugido constante, con su llovizna salobre y grisácea, sería el telón de fondo para terminar con esa situación y el faro, el punto de encuentro ideal para rendir la fortaleza de su aparente frialdad.
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No sabía cuántas cuadras llevaba caminadas. Los últimos vestigios de sol le lamían los zapatos, cuando llegó a la playa. Había aún un largo trecho de arena antes de alcanzar las primeras rocas.
“No quiero pensar, no quiero dudar ahora. Sólo quiero estar pronto allí, que me abrace con fuerza, para olvidarme de todo lo demás. Ser solamente yo, mi cuerpo y mis ansias... esta sed de amor, incontrolable, que Darío no sabe calmar.
No puedo cambiar lo que siento, es más fuerte que todo. Esta soledad forzada me agobia...Y hablar, blanquear la situación, es inútil. Darío está ciego a todo lo que no sea dinero, negocios, viajes. ¿Y yo, qué soy yo para él? Nunca me lleva a sus reuniones, nunca sé a dónde viaja, con quién se encuentra. No me interesa tampoco. En cambio...con Martín, es distinto. Con él siento que soy el centro del mundo, que la vida sólo es vida cuando nos vemos. Aunque nunca estuvimos solos, ésta será la primera vez. ¡Allá está el faro...! Por fin. Ahora no debo mirar atrás. Ahora seremos sólo Martín y Mabel... dos amantes clandestinos...”
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Ya faltaba poco: kilómetro a kilómetro, curva a curva se acercaba al punto de encuentro. La ansiedad lo carcomía por dentro, tamborileaba los dedos sobre el volante, tarareando una canción en su mente.
“Después de la curva grande, ya se ve el faro. Y después, Mabel. ¡Mabel, mi amor! Es lo único que importa ahora: vivir lo que sentimos, los dos solos, como siempre debió ser entre nosotros. No veo la hora... despeinar su largo cabello rubio, sacarle una a una las prendas... y mirarla. Mirarla un buen rato, redescubrir cada detalle de su cuerpo, de su piel tersa, de sus ojos inmensos. ¡Ah, Mabel, Mabel! Si supieras cómo te he extrañado...”
Volvieron a chirriar los frenos del flamante convertible rojo, al empezar la última curva previa al faro.
Coleteó el vehículo, incapaz de adherir las cubiertas al pavimento... Allí estaba el faro..!
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Cuando la mujer llegó al lugar, la noche caía. Era un espacio de singular belleza, preferido por los turistas para capturar imágenes. No le llamó la atención el convertible rojo detenido frente al mirador.
Trepó los escalones de piedra y golpeó tímidamente con los nudillos.
La puerta se abrió enseguida, y la luz del interior mostró las facciones conocidas del hombre sonriente, que le extendió los brazos.
Mabel abrió la boca y los ojos, asombrada:
¡Darío.! ¿Qué... qué hacés acá? –
¿Cómo qué hago...? Te estaba esperando. Es nuestro punto de encuentro. ¿Verdad? –


©BELKYS LARCHER, poeta y escritora santafesina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA



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