FRANCISCO, DE LA TEOLOGÍA DEL PUEBLO A LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Mucho se ha escrito sobre el Papa Francisco y su pontificado y mucho más se dirá. En este breve artículo, me gustaría referirme al testimonio de un amigo, el rabino Abraham Skorka, y a las observaciones de Leonardo Boff, el Teólogo de la Liberación brasileño.
Boff y los demás exponentes de la Teología de la Liberación fueron condenados y perseguidos durante los papados de Woityla y Ratzinger, mientras que Bergoglio, iniciado y elevado a la visión de la «Teología del Pueblo» del teólogo Juan Carlos Scannone, una vez que ascendió al trono de Pedro, habló de sí mismo como de un «sacerdote de la calle» y pidió a Leonardo Boff que coordinara la redacción de la encíclica Laudato Sì.
La teología argentina del pueblo y la cultura propugnada por el teólogo Juan Carlos Scannone constituye una vertiente con características propias de la teología de la liberación. La teología del pueblo adoptada por Jorge Mario Bergoglio es una clave indispensable para conocer al Papa Francisco, para comprender tanto la inspiración profunda de su teología como las raíces filosóficas de su pastoral, sus gestos, sus palabras, sus escritos, su impulso reformador.
Scannone presenta la «teología del pueblo» como un modelo para afirmar la universalidad de la teología a través de la sabiduría y la piedad del pueblo de Dios encarnado en los pueblos de la tierra. La teología del pueblo, fruto de la renovación conciliar en su declinación latinoamericana, representa una aportación original a la teología de la liberación y al diálogo teológico intercultural, como modelo metodológico de anuncio e impulso de reforma de la Iglesia universal. El mismo teólogo es citado en una nota a pie de página de Laudato Sì.
El Papa Francisco, discípulo de Juan Carlos Scannone, procede por tanto de la corriente argentina de la teología de la liberación, que hace hincapié en la opresión del pueblo y la exclusión de la cultura popular. En polémica con los gobernantes, el arzobispo Bergoglio protestó en Buenos Aires contra las políticas asistencialistas y paternalistas hacia los pobres, que en cambio necesitan justicia social, raíz de la verdadera liberación.
Ya de estudiante e inspirado por esta teología, Bergoglio se había hecho una promesa: cada semana visitaría, solo, las «villas miseria». Entraría en las casas, se informaría sobre los problemas de los pobres e infundiría esperanza en todos. Actuó en solidaridad con los pobres, vivió en un pequeño piso, cocinó su propia comida, trajo su propio periódico. Se negó a vivir en palacio y a utilizar el coche especial, y así lo hizo incluso cuando se convirtió en Papa.
Habla su amigo, el rabino Abraham Skorka...
«Se ha ido un amigo», repite sin ocultar su emoción Abraham Skorka, «un hermano».
Precisamente con esta palabra «querido hermano» comenzaron los cientos de correos electrónicos que Jorge Mario Bergoglio y el rabino «conservador», uno de los exponentes más conocidos de la comunidad judía argentina y ahora profesor en la Universidad de Georgetown, en Washington, DC, intercambiaron durante los últimos doce años.
En los quince años anteriores no habían tenido necesidad de escribirse: se veían asiduamente en Buenos Aires, donde trabajaban codo con codo por el diálogo interreligioso y la paz. Este compromiso se había plasmado en un programa de televisión emitido por la emisora arzobispal y en el libro «Cielo y Tierra», publicado en Italia por Mondadori.
Según su amigo rabino.
la humildad es la gran lección de Francisco: «Nunca olvidaré -relata- nuestro
abrazo ante el Muro del Templo de Jerusalén: tras dos mil años de desencuentro
entre judíos y cristianos, el proceso iniciado con el Concilio se hizo
tangible». Antes de partir, según la tradición judía, Francisco dejó una nota
entre las piedras. Quise poner un mensaje junto al suyo y le pedí que me
esperara. No pude encontrarle, así que tardé más de lo previsto. Cuando me
volví, seguía allí: me estaba esperando, a pesar del protocolo. Con este gesto,
sentí que anteponía su condición de amigo a la de Papa.
La otra gran enseñanza del Papa fue su testimonio concreto de servicio a Dios y a la humanidad. Hasta el final», concluye Skorka, »quiso gastarse por los demás. Murió con las botas puestas, como se dice en Argentina. Quién sabe cuántas veces le habrán dicho que se cuidara, que evitara el exceso de trabajo. Pero él no era así. Jorge Mario Bergoglio era así, un luchador incansable y obstinado.
Leonardo Boff habla...
Boff nos ofrece una lectura latinoamericana de la teología y el pontificado del Papa Francisco. Para Boff, «el Papa Francisco no es un nombre, sino un proyecto de Iglesia y de mundo».
Si Francisco de Asís representa un proyecto de Iglesia cuya centralidad está en el Jesús histórico, pobre, amigo de los despreciados y humillados, la elección del nombre Francisco no fue casual. San Francisco de Asís es el ejemplo del cuidado y de una ecología integral, «vivida con alegría y autenticidad» (Laudato Sì, n. 10), que llamó a todos los seres con el nombre de hermano y hermana.
Esta fue la perspectiva adoptada por Bergoglio cuando fue elegido Papa: una Iglesia pobre para los pobres, despojándose de sus vestiduras papales y vistiendo una sencilla capa blanca con una cruz de hierro. Viviendo con la mayor sencillez, rompió a menudo con los rituales para estar cerca de los fieles. Como Obispo de Roma y como Papa, quiso animar a la Iglesia universal -como él mismo subrayó- no con el derecho canónico, sino con el amor.
Con ello legitimó todo un movimiento mundial, el bio-regionalismo, como forma de superar la explotación y la acumulación por parte de unos pocos y asegurar una mayor participación y justicia social para la mayoría. En este contexto (el Papa Francisco) escribió dos encíclicas extraordinarias: 'Laudato Sì: Sobre el cuidado de la casa común', sobre una ecología integral que abarca el medio ambiente, la política, la economía, la cultura, la vida cotidiana y la espiritualidad ecológica. En la otra, «Hermanos todos», ante la degradación generalizada de los ecosistemas, lanza la severa advertencia: «Estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o no se salvará nadie» (n. 34).
Con estos textos, el Papa se sitúa en la vanguardia del debate ecológico mundial que va más allá de la mera ecología verde y de otras formas de producción, cuestionando el sistema capitalista que, por su lógica, crea acumulación por un lado a costa de la explotación de la inmensa mayoría por otro.
Con su llamada a la acción en favor de los pobres, con su valiente crítica al sistema actual que produce muerte y amenaza los fundamentos ecológicos que sostienen la vida, la solidaridad y la fraternidad universal, el Papa Francisco aboga por el cuidado de la Casa Común donde todos los seres humanos y los demás seres de la naturaleza se encuentran como hermanos y hermanas.
Con su apasionado amor y cuidado por la naturaleza y la Casa Común, con sus incansables esfuerzos por mediar en las guerras a favor de la paz, el Papa Francisco se ha erigido como un gran profeta que ha anunciado y denunciado, suscitando siempre la esperanza de que podemos construir un mundo diferente y mejor.
La Iglesia en camino
Esta inspiración liberadora ha alumbrado un modelo de Iglesia en salida, una Iglesia como hospital de campaña que acoge a todos sin preguntarles cuál es su religión o ideología, ni su orientación sexual: basta con que sean seres humanos necesitados.
El Papa Francisco no se presenta como un doctor de la fe, sino como un pastor que acompaña a los fieles. Pide a los pastores que tengan olor a oveja, tal es su cercanía y compromiso con los fieles, ejerciendo una pastoral de ternura y amor. Como pastor más que como líder, su mensaje se basa sobre todo en la figura histórica de Jesús, amigo de los pobres, los enfermos, los marginados y los oprimidos.
La Misericordia
Para el Papa Francisco, la misericordia es esencial. Todos estamos bajo el manto de la gracia y de la misericordia divina. Por eso necesitamos amor, ternura y misericordia, pero también justicia social. «Cristo vino a enseñarnos a vivir: el amor incondicional, la solidaridad, la compasión y el perdón, valores que constituyen el proyecto del Padre que es el núcleo del anuncio de Jesús: el Reino de Dios».
Quizá ningún Papa en la historia de la Iglesia ha mostrado tanto coraje como él para criticar el actual sistema que mata y produce dos feroces injusticias: la ecológica, que devasta los ecosistemas, y la social, que explota a la humanidad hasta derramar su sangre en las guerras que tiñen de sangre el mundo, que el Papa Francisco no ha dejado de denunciar.
Consideraciones finales
El Papa Francisco constituyó un modelo ético incluso para muchos de los que
están dispuestos a declararse ateos. Su poder simbólico, que lo convirtió en
una referencia ineludible para creyentes y no creyentes, sigue estando en la
opinión pública, incluso después de su fallecimiento.
Sin embargo, interpretarlo exclusivamente según esquemas políticos o
sociológicos es inadecuado. La larga, lenta, heterogénea, dramáticamente
compuesta procesión que quiso rendirle sus últimos respetos, revela, si acaso,
el elemento profético inherente a su predicación, un carisma que no puede
percibirse a través del prisma de la lógica.
No cabe duda de que este Papa venido del fin del mundo en la imperecedera Urbe ha agitado las aguas estancadas de la conciencia colectiva, en nombre de la piedad cristiana, comenzando por los condenados de la Tierra y los «descartados», iniciando su viaje en la isla de Lampedusa, en cuyo mar se hunden nuestras promesas de renovación, renacimiento y regeneración espiritual, y concluyéndolo en la cárcel de Regina Coeli, donde alimentar la esperanza significa no rendirse ante el propio fracaso.
La concurrencia de tantos a su funeral -no sólo los poderosos de la historia, presentes por razones de conveniencia política- nos interroga sobre el vacío espiritual que siente la gente en los tiempos violentos que nos ha tocado vivir, que el Papa Francisco llenó con su actitud franca y sus palabras directas de hombre de fe y esperanza, legitimadas por su experiencia de vida.
Inolvidable la imagen de un Papa caminando solo, bajo una lluvia ligera, en la Plaza de San Pedro, hacia la capilla de oración pidiendo a Dios que libre a la humanidad del coronavirus y tenga piedad de los más vulnerables. El Papa Francisco honró a la humanidad y permanecerá en la memoria como una persona amable, bondadosa y humana. Gracias a figuras como ésta», afirma Leonardo Boff, “Dios sigue teniendo misericordia de nuestra maldad e insensatez”.
Corresponde a su sucesor recoger su legado y a la Iglesia abrirse a su testimonio valiente y clarividente, superando sus propios límites institucionales acogiendo a las ovejas descarriadas, especialmente a los jóvenes, presos de la sociedad consumista y confundidos por la revolución digital, dando a la barbarie imperante una respuesta salvífica y mesiánica, promoviendo una verdadera civilización del amor.GABRIELLA
BIANCO – Venecia, Italia
PRESIDENTE DE ASOLAPO ITALIA – MIEMBRO HONORÍFICO Y EMBAJADORA DE ASOLAPO ARGENTINA
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