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sábado, 8 de marzo de 2025

EL ÉMULO DE DIÓGENES - Ángel Medina - Málaga, España

 



                 EL ÉMULO DE DIÓGENES 

 

               Siempre he admirado a aquel sabio llamado Diógenes por su sentido de la libertad y la capacidad de síntesis de su pensamiento. Aquel que anduvo a plena luz del día por el Ágora linterna en mano, buscando dónde encontrar a un hombre. Y es que el ruido del mundo y el propio nos impide conocernos, resultando así extraños para nosotros mismos. El tiempo de la vida se nos da para ello, y sin embargo el nihilismo hace que caigamos en un vacío existencial. Un hombre es su pensamiento, y éste fruto de aquello que motiva su existencia. Animado por el personaje, decidí emularlo, y con la lámpara imaginaria entre mis manos salí dispuesto a dar cuerda a los pensamientos ajenos. En mi peregrinar encontré un gran hospital, abordando al primer matasano con el que me topé.

― ¿Cuál es su labor, doctora?

― Reparo personas para que puedan vivir.

¿Vivir, para qué?

― Yo me limito a la mecánica humana, hasta que llega su fin.

  Qué es la muerte?

― El telón que pone fin a la tragedia.

― Dígame, entonces, ¿para qué nacemos?

― Para morir. Y punto.

Viendo que la conversación se había convertido en un círculo sin salida, decidí darla por concluida. Una vez fuera dirigí mis pasos hacia la penitenciaria del Estado y pregunté `por el ajusticiador, reabriendo mi formulario mental.

― ¿Qué es lo que hace, señor verdugo?

― Lo que nadie quiere hacer.

― ¿Y por qué lo hace?

―Es mi forma de vida.

― ¿Para qué se vive?

― No lo sé. A mí no se me preguntó si quería venir a este mundo.

― Su oficio ha debido familiarizarle con la muerte. ¿Sabe por qué se muere?

― Somos polvo, y el polvo vuelve a la tierra.

Como el sayón tampoco me había satisfecho con sus respuestas busqué alguien nuevo al que interviuvar, encontrando a un filósofo de reputado conocimiento, el cual me recibió en su biblioteca, en la que no faltaba algún que otro incunable.

― ¿A qué se dedica usted, señor intelectual?

  A la reflexión.

― ¿Y por qué es usted un pensador?

― La ciencia infusa no existe. A la gente no le gusta eso de cavilar, y alguien tiene que enseñar a discurrir a los demás.

― ¿Qué es la vida?

― Pura inercia. Aparece y desaparece. Al final todo acaba.

― Me está hablando de la muerte, ¿no es eso?

― Somos una lucecita que se enciende en la inmensidad cósmica y súbitamente se desvanece.

― ¿Sin más?

― ¡Pura nada!

― Entonces, ¿para qué ha nacido?

― El pensamiento llega hasta ahí. ¿Qué es la vida sino un aborto de la muerte?

Escuchándole, me sentí profundamente desilusionado. Si aquella lumbrera no me había respondido, y como las veces anteriores todo comenzaba para terminar mordiéndose la cola, entonces, ¿es el hombre tan solo una pasión inútil?

En el camino de vuelta me topé con un manicomio, y desconociendo la razón accedí al interior. Tras observar a mi alrededor, me acerqué a uno de ellos con recelo, espetándole:

― ¿Qué hace aquí, señor lunático?

― Vegetar. Es todo lo que se me concede hacer.

― ¿Por qué está en este lugar?

― Me trajeron a la fuerza. Quien no se adapta a las pautas marcadas, se constituye en una afrenta para el mundo.

― ¿Para qué vive usted?

― La vida es la antesala de la tumba.

― ¿Por qué me habla de la muerte?

― Es la otra cara de la moneda de la vida.  Debemos entender la conexión entre ambas.

Al llegar a este punto― que confieso no esperaba de alguien del que se dice que está enajenado, sentí un escalofrío que me animó a preguntarle:

― ¿Sabría darme alguna razón por la que ha nacido?

El hombre me miró con los ojos tiernos y húmedos. Luego, añadió:

― He nacido para ser, pero no me han dejado.

― ¿Tendría la bondad de explicarse?

― Los hombres no quieren hacerse preguntas embarazosas o de difícil explicación, cuando menos comprometidas. Eso a nivel personal. En cuanto a la sociedad, desea vivir instalada en una nube plácida que no le complique la existencia. El Poder domina los medios y constantemente pretende adormecer nuestras conciencias bombardeándolas con lo intrascendente y opiáceo para así vendernos el consumismo material e ideologizarnos. Mire si no a Aquel que vino a salvar al mundo, y su mundo lo crucificó. Las tinieblas ahogaron la luz. La suficiencia es el pecado de la existencia inteligente. Tan pronto le es dada reniega del que se la concedió, y esa suficiencia de la ignorancia, al enfrentarse con el mundo externo y el propio, acaba ahogando la confianza que puede responder a su hambre de eternidad. La sociedad necesita hombres sumisos y borreguiles que no piensen. Les priva del alma para inculcarles la materialidad.

Escuchándole, me preguntaba si sería necesaria la vesania para obtener la respuesta más allá de la sensatez.

― ¿No consiste la evolución en un devenir? El hombre ha de concluir su propia transformación, y ésta pasa por una ética personal y colectiva que requiere enfrentarse con el mundo. Quien se oponga lo pagará perdiendo el don de la libertad. Ahora, ya conoce usted por qué estoy aquí.

Cuando abandoné el centro de internamiento tenía dos cosas meridianamente iluminadas por mi linterna. Una, la que me había contado el supuesto desequilibrado: quién se opone al sistema corre el riesgo de acabar devorado por él. La otra, la coincidencia de sus palabras con mis propias ideas. Pero, a la vista de lo visto sería prudente no expresarlas públicamente, porque como a él o al propio Diógenes me podrían igualmente tener por loco. Y entonces

 

ÁNGEL MEDINA – Málaga, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

Blog <autor:    https://www.facebook.com/novelapoesiayensayo

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