Era primavera. El aire afable y
perfumado andaba jugueteando con la tarde.
De pronto, sin anunciarse, una caricia cayó blandamente sobre el cuidado
césped del parque. Seguramente se había extraviado cansada acaso de su
cuantioso trajinar por la vida. Quiso levantarse, pero volvió a caer. Estaba
exhausta y se sentía enferma. Sin temor alguno, decidió permanecer allí para
dormir un rato y renovar su brío. Presumía que en poco tiempo, alguien
repararía en ella y, gentilmente, le ayudaría a incorporarse. Llegaron entonces
algunos niños que, en ruidosa algarabía brincaron por el lugar despertando a la
caricia, pero ninguno reparó en ella, pues estaban demasiado ocupados con sus
juegos y al parecer no la necesitaban. La caricia comprendió aquello, cerró sus
ojos y trató de dormir un poco más.
Pasado poco
tiempo, llegó hasta allí una pareja de enamorados que fueron a sentarse en un
banco a escasos centímetros de la caricia. Se tomaron de las manos, se besaron
y se juraron amor eterno, pero ninguno de los dos reparó en ella. Se amaban
tanto que no la necesitaban.
Luego, pasó un anciano que arrastraba su bastón y sus recuerdos. Tan
ensimismado estaba en su pasado, que no vio a la pobre caricia abandonada que
ahora sollozaba amargamente. Seguramente, el anciano no recordaba que ella
existía.
El día comenzó a disgregarse poco a poco y llegó el
atardecer. Por entre las ramas de los árboles, el sol echaba pinceladas de rojo
y lejanía. Un pájaro herido cayó cerca de la caricia. En su dolor, se arrastró
hasta ella, entonces, la pobre olvidada se introdujo bajo el ala rota y el dolor
y la herida huyeron apresuradamente. El
ave, alzó su vuelo con holgura y elegancia, partiendo radiante en busca de su
nido.
La
caricia ya no era inútil, había hallado a alguien que realmente la necesitaba.
Recobró su brío, y feliz, siguió su
viaje por el mundo.
Los
árboles, con su verde y ancestral silencio, advirtieron como la caricia se
perdia en el horizonte desdibujado de la tarde. El viejo, alzando su baston, emprendió
una larga charla con el recuerdo. A veces, era necesario regañarle.
NORBERTO PANNONE – Poeta
y escritor argentino
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