CARTA A MI ABUELA
A
la memoria inolvidable de mi abuela María
Querida abuela:
Hoy, no puedo decirte secretos al oído como
solía hacerlo antes al pie de tu sillón, pues desde ese día de tu silencio,
aquella costumbre es un bello recuerdo de mi niñez. Es por eso que te escribo
esta carta y espero que la recibas y mandes pronta respuesta.
Han pasado casi siete años y aunque hoy, yo
habito ese dormitorio tuyo, la ausencia aún es muy grande para todos los que
tuvimos el enorme privilegio de conocerte y amarte. Yo no creo mucho abuela, en
eso que dicen sobre el tiempo y su remedio para curar las heridas del corazón,
pues la herida yo la tengo adentro y aún sangra mucho, creo que sangra más. El
tiempo y Dios me dirán qué hacer.
Aquí, los hechos no han cambiado tanto. Mamá
sigue renegando como antes, sobre asuntos de la casa y sigue siendo la madre
excepcional que tú delicadamente con tus manos y espíritu formaste. Pero, desde
que dejó la enseñanza, hay una pena en su alma y no sé qué hacer para
aliviarla. Le hablo sobre literatura y temas diversos para disipar
cuidadosamente su tristeza, sobre asuntos del mundo y política, tratando de
contagiarla esa inquietud terca mía por saber. No te negaré abuela, que algunas
veces lo logro y hay otras veces que no. Ella te extraña infinitamente, sueña
muchas veces contigo y nos cuenta a todos la aventura de sus sueños. Mamá
siempre habla de ti, nos enseña algunas fotos tuyas con el abuelo Guillermo,
nos cuenta algunas anécdotas del tiempo que vivieron en Puno: las lluvias, el
pueblo y los hermosos recuerdos de la niñez de mi Madre. Yo he aprendido a
convivir con esos recuerdos y anécdotas, pero siempre con el enorme deseo de
haber conocido al abuelo. En estos siete
años, los hechos no han cambiado para Mamá, pues aunque ya no estés
aquí, tu imagen es parte de su vida y solamente Dios sabe porque las unió.
Papá, sigue usando esos sacos apolillados por
mangas y codos, aún no ha perdido la costumbre de estar siempre en casa con los
pelos desordenados, pero aún conserva, esa humildad única tanto como las
añoranzas de su infancia en el campo y los recuerdos del abuelo Jesús, quien
partió al cielo unos meses después que tú. Papá, conserva esa enorme biblioteca
en los bajos de las casa, llena de hermosos libros que suelo leerlos mucho, llena de fotos de los abuelos
y de mamá, es un pequeño lugar que inspira paz.
La casa, sigue manteniendo ese aire fresco en
las mañanas y un vientecillo frío en las tardes. El patio guarda aún esos
rincones alegres con matices de sol, sus puertas de alrededor avivan su reflejo
rojo y es parte de la quietud que inspira. Los salones y dormitorios siguen
intactos y se puede divisar desde el techo gran parte de la ciudad, sus iglesias,
sus calles, sus árboles, sus faros y sus momentos.
De mis hermanos te puedo contar muchas cosas. Alvaro ya es
todo un hombre, trabaja y sigue estudiando, el deporte es parte de su pasión
matutina y la disciplina es una cualidad resaltante en él. Sigue conservando
ese silencio en pensamiento y esa alma de niño soñador, que lo hace ejemplo de
mi admiración. Gonzalo, ha crecido en cuerpo y mente, sus habilidades para el
arte son cada vez más evidentes y guarda cuidadosamente sus canciones,
mostrando esa timidez propia de su juventud. Es otro apasionado del deporte,
puede hablar de fútbol todo el día y tiene muchos argumentos para callar a
cualquiera. Mantiene esa sonrisa espontánea y alegre y ese corazón de amigo,
que lo hace ejemplo de mi admiración.
De mí no hay mucho que contar, sigo siendo el
mismo Benjamín iluso y conversador de antes. Solamente puedo contarte dos
sueños: la literatura y Dios. Sobre el primero, tengo escritos algunos poemas y
cuentos que han recibido buenos comentarios y ha nacido en mí una enfermedad
por este arte, mi vida está inserta en la poesía, cuentos y novelas de algunos
genios escritores. Sobre el segundo sueño, hay mucho más que decir, pues es un
sueño que no termina nunca. Yo me pasé mucho tiempo de mi vida leyendo sobre política,
literatura, economía y otros asuntos, pero nunca pensé que leer acerca de Dios
sería tan fascinante. Desde que empecé a conocerlo y amarlo, no dejo de pensar
en él un solo día. Rezo siempre a diferentes horas. Este bisoño nieto tuyo,
todavía tiene muchas preguntas que contestarse y practica una filosofía que lo
ha hecho encontrar sentido al quehacer nuestro en este mundo cambiante y tan
escaso de soñadores.
Como ves, las cosas no han cambiado mucho;
mamá, papá, Alvaro, Gonzalo y yo continuamos en el mismo camino que tú nos
dejaste, con nuestros mismos anhelos y pensamientos y siempre tú querida abuela
en medio de nosotros.
He escrito esta carta acompañado de una misma
canción y la he dejado al pie de tu sillón. Leelá con mucho cuidado, pues puede
romperse porque está repleta de ternura y párrafos de recuerdos. Yo espero tu
carta en el mismo lugar y prometo leerla también con cuidado. Ten presente que
estas cartas nunca se las puede llevar el olvido.
Tu nieto, que no aprende a vivir sin ti.
Guillermo
Enero, 1998
GUILLERMO
FERNÁNDEZ DEL CARPIO – Arequipa, Perú
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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