IBA A SER UN PASEO BREVE
.
El día soleado
invitaba con guiños tentadores a salir al aire libre, a recorrer las calles
empedradas de antigüedad y de historias intencionalmente olvidadas. La brisa
fría advertía que aunque los brotes se asomaban en las ramas, aún no era tiempo
de primavera.
Sucumbió al convite, preparándose para una
salida que duraría incluso menos que los preliminares. Desafiar al dolor sin
más armas que la buena voluntad hace que todo lo simple resulte una batalla.
Bastón en mano, bajó las escaleras, recorrió un
trayecto menor que el programado. Leyó la esquela de defunción grapada sobre el
árbol de una esquina. Las campanas ya habían dado el anuncio habitual de alma
en vuelo, con su tan.. tan.. tan... triste y resignado. Hoy le había tocado a
alguien de 96 años.
Reflexionó con sorpresa que durante el último
año habían partido varias así longevas...que vinieron al mundo después de la
primera gran guerra. Tal vez el peso de un siglo tan gigantesco habria acabado
aplastándolas.
Entró a una tienda. Se probó una ropa. Le gustó
su tacto y su abrigo, pero no cómo le sentaba. Llevó de regalo unos libros
-varias veces leídos- a una librería de segundas lecturas. Pensó que se
sentiría aliviada. No llevaba nada nuevo. Pero a cada paso, sentía como si
cargara un cuerpo muerto. No lo arrastraba, porque el bastón le servía de apoyo
y de grúa al ir calle arriba.
Miró al cielo. Otra vez los aviones habían
garabateado su carga tóxica, dejando la firma sicaria y cómplice de cada día
soleado.
Llegó al portal. Subió sigilosa y con esfuerzo
el tramo de escaleras. Le temblaba la mano al girar la llave en la cerradura.
Le asaltaron las dudas sobre quién era ésa que
regresaba tan agotada y envejecida. Se puso ropa cómoda. Y se desmoronó sobre
un sillón. Una vez más.
MARIAN MUIÑOS – España
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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