«100 ESPAÑOLES Y DIOS»
José María
Gironella fue un reconocido escritor, autor entre otros títulos de “Los
cipreses creen en Dios”, auténtico best seller. Fue igualmente un magnífico
articulista retratando la sociedad de su tiempo, compilando una diversidad de
artículos en su obra “Mundo tierno, mundo cruel”. En 1969 sorprendió al público
con la aparición de un libro titulado «100 españoles y Dios», cuyo eco aún
perdura, sometiendo a diversos personajes públicos a unas preguntas cruciales:
¿Cree usted en Dios? ¿Cree que hay en nosotros algo que sobrevive a la muerte
corporal? ¿Cristo es Dios?
Entre los encuestados había creyentes,
agnósticos y ateos, científicos y personajes del mundo de las letras y la
música. Celebridades de un mundo variopinto, pero ninguno perteneciente a
instituciones religiosas.
A la primera
pregunta el 56% dijo «sí», el 19% mostró su negativa y el 25% manifestó una
duda razonable. A la segunda el porcentaje de los “sí” fue el 58%, el “no” el
20% y el de la duda el 22%. A la tercera afirmaron lo primero el 49%, dijo “no”
el 30% y ni “sí” ni “no” el 21%.
Se dice que la
opinión procede de la formación y ésta de la información. Sería pertinente
preguntarnos cuál es la nuestra.
→ ¿Cómo plantear
de manera razonable la existencia de un Creador?
El hombre es un
ser pensante, lo cual le hace tener consciencia de su existencia. (Descartes)
“Lo que no existe no puede haberse dado la existencia por sí mismo” (S.J.
Carreiras). Luego, le ha sido dada. Este es el primer planteamiento racional: el «creacionismo». Quien lo niegue
habrá de saber sostener una respuesta que sustente su descreimiento, incluyendo
reconocerse él mismo. En el libro titulado “Metafísica”, Aristóteles lo describe como el primer
motor inmutable, incorruptible,
y lo define como el pensamiento del pensamiento, es decir, como un Ser que
piensa que su propio pensamiento, inteligencia y acto de inteligencia son uno y
Él mismo. Es el que fue, es y será. Eternidad.
→ ¿Cómo pensar en una existencia más allá de la muerte?
Para “comprender” lo que se suele llamar “la otra vida”
―resurrección para los cristianos― es necesario de una parte la fe y de otra
entender qué razones se dan para que exista el hombre.
Lo primero ha quedado respondido en la primera pregunta.
Quien tiene depositada su confianza en la Providencia reconoce al autor de todo
lo que existe. La Ciencia― no la filosofía ni la teología― define como
principio “antrópico” a la evolución de la creación desde su comienzo,
encaminada toda ella como fin a la aparición de la inteligencia humana.
Pero, ¿por qué crea al hombre? Siendo Omnipotente, ¿qué
necesidad tiene de nada ni de nadie?
Para la reflexión debemos incluir entre sus propiedades
infinitas la del Amor. Ésa es la razón del creacionismo: el amor. Y el amor infinito colma cualquier medida y lejos de
permanecer en él mismo sale de sí queriendo hacer partícipe a su criatura de su
gloria. Pero, al mismo tiempo le exige que libremente acepte ese don. Por eso,
el hombre dispone de la libertad para decir sí o no. Y como la fe sin obras
languidece, el hombre ha de responder a ese reto conduciéndose por una ética
superior.
Si la vida fuese tan solo un discurrir del tiempo y al final
acabar todo en la nada de la muerte, sería una crueldad divina carente de
sentido. Y siendo igualmente extrema la sabiduría del Demiurgo se haría
incomprensible. Ciertamente hay razones para que en el uso de su libre albedrío
el hombre se incline antes por la esperanza que por el absurdo de la “nada”,
que nada prueba.
→ ¿Cómo situarnos ante Cristo?
Resulta imposible para la razón comprender que un hombre sea
acreedor de la divinidad. Pero, si en lugar de partir de abajo-arriba lo
hacemos de arriba-abajo, comenzando con el prólogo del evangelio de S. Juan,
que dice”: «Al principio ya existía
la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Y la Palabra
se hizo carne», resultará más asequible para lo limitado de la inteligencia del
hombre que lo divino se haga humano, que lo humano sea divino ¿No puede quien
todo lo creó entrar en el mundo haciéndose hombre― ¿podría el hombre entender
desde su limitación lo infinito si no es manifestándose en la propia naturaleza
humana? ― para que el hombre pueda relacionarse con el Hacedor?
Es cierto que existen diversas religiones y todas procuran
religar al hombre con el Misterio. La diferencia con el cristianismo es que
muestra al mundo el verdadero rostro del que creó todo cuanto existe. Benedicto
XVI, el Papa sabio, en su libro “Jesús de Nazaret” pregunta: “Si después de más
de dos mil años el hombre sigue igual o peor que entonces, ¿qué trajo realmente
al mundo?”. Y responde: “Trajo a Dios”, trascendiendo todo pensamiento
filosófico y místico, acercándose de tal manera al hombre que se encarna para
ser reconocido “humanamente”. Dios en cuanto encarnación del Verbo, y Hombre
como punto final de lo que está destinado el hombre a ser, alejándose del punto
“alfa”, próximo a su origen simiesco, alcanzando la culminación en el punto
“omega”, como el Crucificado (la intimidad con lo celestial). En resumen:
confianza en el futuro, y en el presente alcanzar la máxima humanidad
practicando el bien.
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