Bienvenidos

sábado, 18 de enero de 2025

LA PRISION - Norberto Pannone - Buenos Aires, Argentina

 


LA PRISION

El cuatro de abril a las 9:10 a.m., no importa el año, llegó a la prisión. Desde el primer instante, lo trataron como al peor de delincuentes. Comprendió lo difícil que le sería permanecer allí. Alguien, a quien no conocía, le cacheteó las nalgas y comenzó a llorar… Era un mal comienzo. “Si se comienza con dolor, difícilmente se acaba con placer”, recordó la frase que había escuchado alguna vez pero no sabía donde ni quien la había dicho.

No podía distinguir a  aquellos que se movían a su alrededor. Veía todo a través de una niebla, se movían cerca de él extraños seres, voces diferentes, miradas mezquinas, ansiosas, extravagantes, interrogadoras. Lo sumergieron en el agua para sacarle su mugre. No le gustó y comenzó a gritar. Nadie pareció hacerle caso. La lengua en que hablaban, de alguna manera, le resultaba familiar.

Él, todavía no  podía hablarla ni entenderla.

¿Cuántos años trascurrieron? No podía precisarlos pero, suponía que habían sido muchos. Justamente porque había llegado el momento en que ese lenguaje que allí se hablaba ya no tenía secretos para él. ¡Ahora podía ver aquella prisión! Era muy grande y de extraordinaria complejidad. Un solo pensamiento perturbaba su mente: ¿Cuándo saldría de allí?

            Los que parecían ser los amos del lugar, le ayudaban a aprender cosas nuevas. Así, progresó su conocimiento. Conocía cada piedra, cada pared, cada puerta y, sobre todo, a la mayoría de los que lo cuidaban.

Los años pasaban con lentitud y parecía haberse acostumbrado al encierro pero percibía que aquel lugar era maligno, misterioso, tenebroso…

            Una tarde, algo raro comenzó a ocurrirle. Sintió como una extraña fatiga y comenzó a tener muchas ganas  de dormir. Mucho sueño. Demasiado sueño. Víctima de aquel estado, se acostó.

Alcanzó a ver su cuerpo tendido sobre el lecho. Afuera, la tarde iba cambiando de color. Comprendió que la prisión ya no existía. Que los amos de aquel lugar ya no podrían guerrear con los regentes de la libertad universal.

Continuó su largo viaje hacia las profundidades librado de paredes y sin el  ropaje correccional al que le habían enseñado que se llamaba cuerpo.

 

NORBERTO PANNONE – Buenos Aires, Argentina

No hay comentarios:

Publicar un comentario