¿TIENE ARREGLO LA POLÍTICA?
¿Se imaginan a la
filarmónica de Berlín tocando sin su Karajan de turno? ¿O un equipo de fútbol
de alta competición jugando la final de la copa del mundo sin entrenador en el
banquillo? Pura anarquía. Esto también vale
para el mundo de la política. Sin partidos todo se reduciría a la dictadura o
al anarquismo.
Desafortunadamente
las soberanías populares se están degradando por culpa de cómo aprovechan el
cargo algunos dirigentes, que en lugar de mirar por el bien del pueblo apuntan
hacia el propio beneficio.
Preguntémonos: si
el ciudadano de a pie está sujeto a la ley, ¿por qué no han de responder de su
gestión quien ocupa el cargo de Presidente del Gobierno, una vez concluido el
mandato? ¿Tienen acaso patente de corso? ¿No somos todos iguales ante la ley?
El primer
mandamiento para un político es el de no mentir. Si la publicidad engañosa es
un delito― o debería serlo― para quien ofrece algo a sabiendas que no es como
dice, con mayor motivo para quien va a gobernar un país y promete lo que no va
después a cumplir, en aras de hacerse con la poltrona. Los órganos fundamentales del poder de un
Estado no pueden ser la palanca para mover los intereses partidistas que
compiten por el poder, ni tampoco gobernar con el dedo como un autócrata.
Aunque las leyes
electorales lo contemplan, deberían ser revisadas. El bipartidismo ha fracasado
en determinados países por la mala gestión de los que pretenden alzarse con la
victoria en el sufragio, dando paso a una auténtica fullería, desdibujándose su
identidad. La derecha abandona el centro
y se despliega a diestra y siniestra y la izquierda pretende ocupar el centro
izquierda, en tanto que los corpúsculos políticos se venden al mejor postor, de
manera que la formación ganadora no puede formar gobierno al unirse el perdedor
con otros partidos más o menos afines a su ideología o a los intereses de
ambos. Uno por escalar el poder a toda costa y los otros para no difuminarse en
la oposición y continuar haciendo de la política su modo vivendi.
Es antes y no
después de los comicios cuando han de agruparse las distintas formaciones para
poder presentar un programa conjunto, de modo que se pueda elegir entre dos
bloques. O si se prefiere, cuando en el recuento de los votos ninguno de los
candidatos supera un determinado porcentaje (por lo general mayoría absoluta),
realizarse una segunda vuelta y competir las dos formaciones que hayan recibido
más apoyo. Así, el votante sabrá a qué atenerse y no se sentirá engañado.
Por desgracia, en
muchas ocasiones los gobiernos se asemejan al cóctel resultante de echar en el
cubilete del gabinete un toque de “progresismo” barato cuya finalidad es la de
desvirtuar el verdadero sentido de determinados colectivos sociales,
convirtiéndolos en herramientas políticas, tales como el LGBT y el feminismo ,
entre otros; un residuo con nata de liberalismo reformista endeudante,
gastándose lo que no se produce, acabando por auto fagocitarse el Estado,
hipotecando a las generaciones venideras; unas migajas de “memoria histórica”
para reescribir parte de la Historia, acomodándola a los intereses de los que
en ese momento mandan. La historia no existe, sino que es suplantada por la
ideología; dos cuartos de emancipación radical, ajustando la ética a la propia
estética, y lo que ayer era malo hoy se convierte por decreto en permisible,
cuando no bueno ― fíjense en las leyes permisivas de lo que eufemísticamente
llaman interrupción voluntaria del embarazo― con el resultado de que los que
optan por defender la vida son considerados en ocasiones como delincuentes y los
que la eliminan sujetos de unos derechos; una ración de ecologismo pomposo, el
cual permite, entre otras cosas apostar por una energía sin centrales
nucleares, lo que conlleva un alto precio a pagar, ¿cómo no? al bolsillo del
contribuyente, y, sin embargo, no les importa exportarla del otro lado de la
frontera, donde en el supuesto caso de un accidente los efectos de la
devastación llegarían igualmente. Todo esto sin olvidar un histrionismo y un
verbo ramplón, propio de un Houdini que saca el conejo de la chistera sin
recatos, donde el gobernante de turno ora se parece a una hermanita de la
caridad, ora enseña los dientes y amenaza con morder a su adversario en la
yugular, y todo ello alardeando de una palabrería vacua, monótona y cacófona(
fíjense, si no en las sesiones del congreso) No puede faltar en el combinado
unas pocas gotas de autosuficiencia, pues, ¿qué queda de un político que no se
regodee de su buen hacer? ― aunque la realidad nos haga entender la mediocridad
de la clase política y se eche en falta auténticos hombres y mujeres de Estado.
Añádase a todo esto el materialismo latente de una modernidad que considera lo
trascendente como algo caduco y relega el mundo de los valores y la moral a la
coincidencia o no con la propia ideología, todo lo cual conduce al
anticlericalismo. También una pizca de ideologización en la enseñanza,
situándola en cotas tan bajas como las que tenemos. Todo ello sin olvidar la
diferencia que existe entre negociación y entreguismo, con el resultado de un
País troceado y cada región o autonomía tratando de imponer sus intereses en
lugar de tender al bien común de toda la Nación, acabando en el enfrentamiento
por disputar el mejor trozo de la tarta.
Este retrato nos
sitúa ante la realidad del País y su clase dirigente.
Cuando un
gobierno termina su mandato el presidente ha de ser sometido a juicio para
responder de lo que haya podido hacer. Si una nación es pasada por la piedra,
su máximo mandatario no puede irse de rositas.
Nixon tuvo que pagar un precio por el Watergate. Si es buena la gestión
realizada se le premiará, si se quiere― como ya sucedió en España―
concediéndosele un título a modo de reconocimiento. Pero, si ha sido nefasto el
mandato dando lugar a que los ciudadanos se enfrenten entre sí por leyes
arbitrarias o ha hecho un uso indebido de los caudales públicos deberá
responder ante la justicia. De esta manera― abandonada la impunidad― y
personalizada la gestión del
gobierno en la máxima figura de su presidente― el legislador se cuidará de
imprudencias o mala administración.
Ciertamente, nadie es perfecto y en una legislatura hay aciertos y errores,
pero como proyecto común todos tienen el deber de luchar contra la corrupción
(no sólo la de la oposición) y dotar a la justicia de medios para que pueda
fallar sin tanta lentitud, lo cual viene a amparar al que defrauda en muchas
ocasiones, hasta el punto que pueda prescribir el posible delito.
Para concluir,
debemos exigir que nuestros gobernantes― y especialmente el que está al frente
del gobierno― sean personas de reconocida valía y valores éticos. No es
admisible que un advenedizo se convierta en diputado y se sostenga en el escaño
merced a su docilidad para con el grupo que representa, limitándose a votar lo
que se le manda, lo cual da pie a que cualquier politiquillo del tres al
cuarto, que no tiene somera idea de la gestión pública acceda a las listas
electorales para hacer una carrera profesional. El gestor ha de poseer
experiencia en las ciencias políticas, y cuando abandone el escaño regresar a
su trabajo habitual y no salir por una puerta giratoria, y si no lo tiene irse
al paro con las mismas condiciones que el resto de los ciudadanos.
¿Es mucho pedir…?
ÁNGEL MEDINA – Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
http://novelapoesiayensayoangelmedina.blogspot.com
- Últimas publicaciones autor
- https://www.amazon.es/Vaticano-III-Rustica-ANGEL-MEDINA/dp/8416611912
https://www.amazon.es/EL-HOMBRE-QUE-PENSABA-MISMO-ebook/dp/B0859M8
No hay comentarios:
Publicar un comentario