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sábado, 19 de octubre de 2024

ERROL FLYNN Y “MACOCO”, BREVE HISTORIA DE UNA ENTRAÑABLE AMISTAD - Roberto Alifano, Buenos Aires, Argentina

 



ERROL FLYNN Y “MACOCO”, BREVE HISTORIA DE UNA ENTRAÑABLEAMISTAD

 Nuestro famoso e incomparable “Macoco”, cuyo nombre completo era Martín Máximo Pablo de Álzaga y Unzué, fue un personaje novelesco y extraordinario al que yo dediqué un libro editado por Proa de Buenos Aires y por Renacimiento de Sevilla. “Macoco” descendía de una de las familias más ricas de la Argentina y por su asombroso poder de seducción se lo considera como el primer “playboy” del mundo. Y vaya si hay razones para ubicarlo en ese sitio de los grandes seductores, ya que fue nada menos que amante de Rita Hayworth, Ginger Roger, Claudette Colvert y Greta Garbo.

Las andanzas de nuestro playboy se han internacionalizado y las registra el mundo. Hace ya casi cinco años, Netflix me compró los derechos para realizar una serie de más diez capítulos; pero las cosas son lentas y no se sabe cuándo se habrá de concretar la filmación. “Cuestión de paciencia nomás, me consoló uno de los responsables”.

Como amigo y biógrafo de nuestro playboy, quiero referir ahora esa parte acaso exagerada del gran “Macoco”, o de don Martín Máximo Pablo de Álzaga y Unzué. En una oportunidad me habló de uno de sus amigos más cercanos en los Estados Unidos. Nada menos que del célebre actor Errol Flynn, nacido en Australia y conocido por sus papeles de noble en películas como Las aventuras de Robin Hood y El capitán Blood; también considerado como “el príncipe de los espadachines”, galán de carácter y aventurero de fino bigote, tanto en la pantalla como fuera de ella, que murió lejos del cine, al borde de la ruina económica y con su salud terriblemente deteriorada después de llevar una vida llena de excesos muy lejos de los brillos de Hollywood, que le dieron tanta fama como sus papeles en el cine y terminó su vida en la ruina, asistido por sus amigos. Entre ellos “Macoco”, que lo quería como a un hermano y lo protegía generosamente.

Pero hay una anécdota sabrosa que vale la pena referir. “Macoco” era acérrimo enemigo de la venta de bienes y empedernido partidario de la compra de todo lo que le gustaba. Adolfo Bioy Casares, su primo, le confesó delante de mí, que siempre había sentido una sana envidia por su vida de seductor. “¡Ah, Macoquito! -exclamó Bioy sonriendo con ironía-. Vos sí que fuiste un seductor internacional. Conquistaste las mujeres más bellas de todo el mundo, en tanto que yo me quedé en los vuelos de cabotaje; además de comprar casi compulsivamente todo lo que te impresionaba, nunca te privaste de nada, che”. Era tan así que cuando yo quise vender un automóvil, “Macoco” me aconsejó con severidad: “No, pibe, no hay que vender nada; todo lo contrario, se debe ser comprador. Si tenés un auto, podés tener dos. No te olvides que todo está a la venta en esta vida; solo hay que encontrarle el precio”. Actitud que él no practicó, por supuesto, porque terminó perdiendo casi toda su heredada fortuna; aunque cumpliendo con aquella frase que aconseja a los demás hacer lo que uno pregonano lo que uno mismo hace. “Macoco” era un indiscutible maestro de vida; además de pertenecer a la raza de nuestros sabios criollos viejosEsos que hoy ralean.

Un día me habló del actor Errol Flynn, que fue uno de sus protegidos: “¡Le fallaba el líquido de freno al pobre; vivía salivando para arriba, era un loco increíble e incontrolable -recordó- y también la persona más generosa que conocí. Si había alguien a quién no interesaba de verdad el dinero era a Errol. Lo tuvo a montones y lo malgastó a montones… ¡Bueno, un poco como yo, que le vamos a hacer; como dicen los viejos sacerdotes haz lo que yo aconsejo, no lo que yo hago! Las experiencias como afirman los psicólogos, son intransferibles. Con mi célebre amigo Errol boxeamos muchas veces, porque fue un devoto del boxeo y de pegar trompadas gratuitamente si se consideraba ofendido. Juntos pusimos un gimnasio del que salieron varios campeones. Yo lo entusiasmé con los barcos. En esa época en la marina de Los Ángeles yo tenía un velero monumental de treinta metros de eslora, al que le puse “Zaca” de nombre y con el que recorrí casi todos los mares. Un día salimos a navegar juntos con un par de chicas, y yo comenté que estaba harto de tanto mar y él me propuso comprar mi barco. Estás loco pibe, cómo te lo voy a vender -le respondí yo-. Si vos sabés bien que yo no vendo nada; y soy comprador no todo. Si te gusta el barco te lo regalo, querido Errol. Y así le regalé mi “Zaca”, construido en el mejor astillero de Europa, ubicada en Barcelona”.

Y concluyó “Macoco” con evidente melancolía:

*    Pobre Errol, ya vencido por un cáncer hepático, como consecuencia del exceso de alcohol, se recluyó en el velero y lo encontraron muerto en alta mar, a la deriva de los vientos”. Así se murió solo y abatido por su incurable enfermedad”. Se dice que el médico encargado de realizar su autopsia, un 14 de octubre de 1959, estaba convencido de que había un error en la historia clínica del fallecido. El documento afirmaba que el cadáver pertenecía a un hombre al que le faltaban solo un par de meses para cumplir los 50 años de edad. Pero todo contradecía esa información. El hombre, muerto tras un fulminante paro cardíaco, tenía cirrosis, divertículos en el colon y otras mortales afecciones. La autopsia reveló también que en el momento de su muerte tenía un 0,25 por ciento de alcohol en sangre y que sufría, como si fuera poco, de verrugas genitales. Por su estado físico, el galeno creía que el paciente estaba cerca de los 80 años. Los excesos no perdonan.

Pero hagamos otro poco de historia. Antes de ese desenlace, Errol, había dicho en una entrevista que el whiskey le gustaba añejo; todo lo contrario de su gusto por las mujeres, que las prefería jóvenes. Y eso, como es de suponer, le trajo sus complicaciones. En los años 30 y 40, cuando los films en los que interpretaba a heroicos piratas fascinaban al público, semejante declaración era tomada como una humorada, pero hasta la permisiva sociedad de la época dejó de reírse de la ocurrencia cuando en 1942 Flynn fue llevado a juicio por violación a dos menores. Un incidente que, según las biografías sobre el actor, estaba lejos de ser un caso aislado. “Un soberano disparate -lo defendió don Martín-. Si bien le gustaban las chicas jóvenes, era un hombre bien educado que respeta al sexo femenino.

En su libro de memorias My Wicked, Wicked Ways (que tengo ante mí y fue publicado poco después de su muerte), el propio Flynn repasa su infancia haciendo hincapié en su Australia natal y los internados ingleses de los que había sido expulsado una y otra vez por pasarse de pícaro. “En primer lugar, si bien es cierto que desde pibe me rebelé contra Dios -rezonga-. Con el Supremo nunca nos pudimos entender”. En este volumen también me propongo contar mi vida antes de Hollywood. Nací el 20 de junio de 1909, en Hobart, Tasmania, donde mis padres se habían mudado poco antes de mi llegada al mundo; fui luego pupilo en Londres y, tras mi expulsión, de un colegio de Sidney, del que me echaron por mi afición a las peleas y mis aventuras con chicas. En esa época nació mi hija Sean Lislie, un encanto la nena, producto de una aventura con una de las lavanderas que trabajaba en la institución, porque en esa época yo no le perdonaba la vida a ninguna mujer que me atraía y se cruzaba en mi camino”.

En plena adolescencia y ya fuera del sistema educativo, Errol Flynn iba pasando de una a otra aventura, no solo sentimental, pues fue buscador de oro en Nueva Guinea, trabajó en una mina de cobre en Tasmania y estuvo a punto de viajar a Chile para trabajar como empleado en un hotel. Se convirtió luego en marinero y pescador, pasó por Uruguay y por la Argentina, hasta que en 1933 su apostura de galán seductor lo condujo a un papel en el film australiano The Wake Of The Bounty. Esa experiencia lo hizo interesarse por la actuación y lo llevó a estudiar teatro; pero decidió radicarse en Londres para formar parte de una compañía teatral dirigida por Edward G. Robinson. Una vez más, como era su estilo de vida, su estadía en Inglaterra no fue larga: a los seis meses de llegar allí sus apariciones sobre las tablas llamaron la atención de los buscadores de talento de la empresa Warner Bros, que pronto lo contrató y se lo llevó a los Estados Unidos, “donde no demoré en hacerme famoso -se vanagloria-. Fue un golpe de suerte; no sé si yo tenía talento para la actuación; eso sí, lo que no me faltaba era imagen y ganas, muchas ganas. Destino de ganador simplemente, que nunca me faltó”.

Sin embargo, para Flynn, el éxito en Hollywood no fue tan inmediato y después de repetidos fracasos le llegó de manera inesperada, después de un año y medio en la ciudad y habiendo participado de películas olvidables, y ya bastante desanimado, pensando en renunciar y volver a su país, la suerte le cambió cuando el estudio decidió ponerlo como protagonista del film El capitán Blood que se había quedado sin el actor principal por la renuncia del británico Robert Donat, famoso por sus actuaciones en la película Men of Tomorrow y en La vida privada de Enrique VIII, en donde interpretó a Thomas Culpeper. Así, en 1935, de la noche a la mañana, pasó de virtual desconocido a ser una estrella de taquilla al que la prensa le adjudicó el título de “heredero de Douglas Fairbanks”, el ídolo de las películas épicas del cine mudo. Luego Las aventuras de Robin Hood le abrieron definitivamente las puertas del éxito.

A partir de ese momento, el extrovertido Errol Flynn apareció como protagonista de películas que aprovechaban su elegante estampa y su notable capacidad atlética: fue héroe de guerra en el filme La carga de la brigada ligera, dirigida por Michael Curtiz y en La escuadrilla de la aurora. En su tiempo libre, que le quedaba entre rodaje y rodaje, no dejó de acercarse a sus habituales escapadas nocturnas, se casó con la actriz francesa Lili Damita, un matrimonio que no limitó sus modos de seductor ya que hacia principios de los ‘40, gracias al filme Las aventuras de Robin Hood y El caballero audaz, además de la admirada sociedad cinematográfica que tenía con la bella y talentosa Olivia de Havilland (con la que hizo ocho películas) se lo veía en su mejor momento, hasta el punto de considerarse intocable e inimputable. Pronto comprobaría que esa comodidad no era del todo cierta.

En 1942, Betty Hansen y Peggy La Rue Satterlee denunciaron que Flynn había abusado sexualmente de ellas. “¡Cosas de la bebida, ya que en una borrachera se pueden exacerbar los ánimos! De todas maneras es raro porque Errol es un seductor incapaz de ejercer la violencia contra ninguna mujer y, menos aún, sobre una menor de edad -lo defendió Cary Grant, otro grande e íntimo suyo-. Son disparates que inventan algunas muchachas para hacerse de algunos dólares”. En este caso el hecho habría ocurrido en su yate Zaca, obsequio de su amigo “Macoco”. En una de esas salvajes fiestas de Hollywood, que el actor solía frecuentar, se ubicaban los hechos. Como ambas eran menores de edad, la fiscalía lo acusó por violación de menores, un cargo que suponía una condena máxima de 25 años de cárcel. “Estoy sorprendido. No entiendo esto. Apenas toqué a esas chicas”, se asombró Flynn, cuando fue liberado luego de pagar la fianza de 1.000 dólares, mientras se aclaraba el enojoso asunto, dando la razón a Cary Grant y Catherine Hepburn, Gary Cooper y Greta Garbo, Bette Davis y Robert Mitchum, algunos de los tantos actores que salieron en su defensa. Pero claro, el gusto por el whisky y los arrebatos del actor no eran un secreto para nadie. Años después, en su libro Hollywood Babilonia, el escritor Kenneth Anger aseguró que la acusación contra el actor estaba directamente relacionado con la revancha que la policía de Los Ángeles se tomaban contra los estudios Warner Bros por el escaso monto de dinero en concepto de sobornos que les estaban pagando.

Más allá de esa posible trama de corrupción, lo cierto es que el juicio se convirtió en un espectáculo casi circense. Algo que benefició al abogado de Flynn, Jerry Geisler, aprovechando para destruir la reputación de las denunciantes mencionando sus relaciones anteriores con hombres casados y hasta los abortos a los que se habían sometido. Después de deliberar 13 horas, el jurado de nueve mujeres y tres hombres llegó a la conclusión de que el actor era inocente. “Sabía que esas mujeres lo iban a absolver. Estaban ahí mirándolo con adoración como si fuera un hijo, o algo así”, protestó Satterlee, una de las presuntas víctimas tras la resolución. Y aunque la imagen del genial Errol Flynn había sufrido un duro golpe por su paso por los tribunales, la experiencia también resultó, por increíble que parezca, un nuevo romance para él. Durante el juicio, el galán de Hollywood conoció a Nora Eddington, chica de 19 años, que atendía el bar de la corte y era además la hija de un sheriff. La relación tuvo como consecuencia un embarazo y en seguida un segundo casamiento con eventual segundo divorcio para el intérprete.

Sin embargo, todo el enredo legal e incluso su nuevo casamiento dañaron considerablemente los proyectos laborales de Flynn. Pero lo que se dañó más fue su vínculo con el público de manera más que significativa; sobre todo por su comportamiento durante la Segunda Guerra Mundial. Durante ese momento, el actor ya tenía la nacionalidad estadounidense y aunque intentó enrolarse en el ejército se lo rechazó por cuestiones de salud, por no decir de exceso de alcohol y sexo. Ya para esa época Flynn tenía serios problemas de corazón y sufría de recurrentes ataques de pánico, acaso debido a la malaria que, entre otras cosas, lo habían afectado en su juventud. El problema para sus otrora admiradores fue que durante los pasajes más cruentos de la guerra, Flynn seguía exhibiendo un estilo de vida alocada y promiscua. A pesar de ese estado de situación, el actor siguió filmando y hasta protagonizó dos películas de propaganda para alentar los esfuerzos de los aliados, Rebelión (1943) y Aventuras en Birmania (1945).

Pero los excesos empezaron a pasarle factura. En el rodaje de Las aventuras de Don Juan (1949), su deterioro físico era visible y sus problemas de memoria empezaron a afectar la marcha de la producción. Una seguidilla de fracasos de taquilla contribuyeron que los estudios, atentos al dinero que le costaban sus desmanes, dejaron de convocarlo. Algo que ofendió profundamente al actor, que tomó la decisión de irse a trabajar a Europa, donde fue favorablemente acogido para filmar El bribón del mar, uno de esos relatos de piratas que en otro tiempo lo habían convertido y sostenido como brillante estrella del cine de acción. Sin embargo, la magia del género y de él en particular como su representante más famoso ya parecía agotada. Frustrado por los papeles que le ofrecían, Errol Flynn decidió que había llegado el momento de tomar las riendas de su carrera, invirtió todo su dinero para producir La historia de Guillermo Tell, un proyecto en el que también invirtió la productora de “Macoco” y de Howard Hughes, y que sin embargo resultó incompleto y fracasado dejándolo prácticamente en la ruina; no así a sus productores asociados que asimilaron todas las pérdidas.

Su precaria situación económica lo forzó entonces a aceptar todos los papeles que le ofrecían para mantener su dependencia al alcohol, una combinación que no resultó en grandes logros artísticos, sino todo lo contrario. Se sabe, no obstante, que hubo excepciones como Y ahora brilla el sol, película basada en la novela de Ernest Hemingway, que famosamente dijo haber odiado todo el film, que le pareció una adaptación menor e incomprensible; salvo la gloriosa interpretación de Flynn. Con mucho esfuerzo pudo completar el rodaje de Demasiado y muy pronto, un recuento ficcional del vínculo de John Barrymore con su hija Diane. Curiosamente, Barrymore había sido uno de los amigos más cercanos y compañero de juergas del australiano, hasta el punto de que lo hizo formar parte del grupo que asistió a su velorio para tomar “prestado” el cadáver y llevárselo a tomar un último trago antes de su entierro.

Por aquellos días, consciente de que el Hollywood en el que había reinado ya estaba en camino de desaparecer o transformarse en otra cosa, el actor decidió pasar su tiempo en el mar a bordo del Zaca, su yate de 120 pies, beber dos litros de vodka por día y entretener a su nueva novia, Beverly Aadland, a la que había conocido cuando ella aún era menor de edad y él seguía casado con su tercera esposa, la actriz Patrice Wymore. Esa mujer que el 14 de octubre de 1959 se transformó en la viuda del hombre que lucía como de 80 años, y ya no se parecía en nada al galante aventurero del prolijo bigotito, infatigable surcador de mares en la pantalla grande y en la vida real. En muchas ocasiones acompañado por “Macoco”, nuestro playboy y su amante Rita Cansinos, más conocida como Rita Hayworth.

Errol Leslie Thomson Flynn nació en Battery Pointe, Australia, el 20 de junio en 1909 y murió el 14 de octubre de 1959, en Vancouver, Canadá. Estuvo casado con Patrice Wymore, Norah Eddington y Lili Damita y fue un generoso padre de cuatro hijos: Sean Leslie Flynn, Rory Flynn, Arnella Roma Flynn y Deirdre Flynn Flynn. El alcohol fue su perdición y lo llevó a contraer abultadas deudas y a morir en soledad mientras navegaba. Martín Máximo de Álzaga Unzué, nuestro “Macoco”, que como Jorge Luis Borges y todo buen argentino, consideraba la amistad un bien supremo, nunca olvido a Errol Flynn y lo recordaba con entrañable afecto.

ROBERTO ALIFANO – Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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