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sábado, 31 de agosto de 2024

LA VENTANA DEL HOSPITAL - Anónimo

 



LA VENTANA DEL HOSPITAL

 

Dos hombres ya mayores compartían habitación en un hospital. Los dos estaban muy enfermos, pero uno de ellos aún podía levantarse de vez en cuando para mirar por la ventana a la que estaba pegada su cama. El otro anciano, sin embargo, estaba postrado en la cama y apenas tenía fuerzas para incorporarse.

Los dos se entretenían hablando, contándose mil historias de su pasado y presente. Se hacían compañía y hablaban de sus vidas, de lo que hicieron y dejaron de hacer, de sus sueños cumplidos y los que nunca llegaron a ver. Pero el momento favorito de ambos en todo el día era cuando el hombre que estaba junto a la ventana, miraba por el cristal y narraba a su compañero de cuarto todo lo que veía por ella:

– ¡Hace un día estupendo! El parque se está llenando de niños que ríen muy felices, de parejas que llegan con los dedos entrelazados… Los sauces están frondosos y las mariposas revolotean entre las flores. Ay, amigo, qué hermoso jardín tenemos ahí fuera, con un lago de aguas cristalinas y pájaros que se acercan tímidos a beber…

Y mientras el hombre narraba lo que veía, su compañero cerraba los ojos e intentaba imaginar todo lo que escuchaba. Sonreía y sentía una gran paz y felicidad interior.

Qué había tras la ventana del hospital?

Cada día, su compañero narraba lo que veía, y él se hacía una idea de la imagen. Una tarde de verano, le contó que había una orquesta fuera y pasaban carrozas desfilando. ¡Qué bien se lo pasaban!

Y así, los días parecían menos grises, menos duros y más amables. Hasta que un día, o mejor dicho, una mañana, la enfermera encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana.

Todos sintieron mucho su pérdida, pero sobre todo él, su compañero de habitación. Al cabo de unos días, pidió que le trasladaran a la cama de la ventana. Quería ver todo aquello que su compañero narraba con tanto entusiasmo. Los médicos accedieron a su deseo y una vez en la cama, y a pesar del dolor, se incorporó para mirar por la ventana.

Pero… ¿Qué veían sus ojos? ¿Y el parque? ¿Dónde estaba el estanque? ¿Y los sauces? Para sorpresa suya, la ventana solo daba a una pared blanca… Preguntó a la enfermera.

– ¿Por qué mi compañero narraba todas esas historias sobre un parque si no existe?

La enfermera le miró compasiva:

– Tal vez solo quería animarle…


ANÓNIMO


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