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sábado, 24 de agosto de 2024

PARA NOSOTROS LA LIBERTAD - Carlos Penelas, Buenos Aires, Argentina

 


PARA NOSOTROS LA LIBERTAD

La civilización no suprime la barbarie: la perfecciona.

Voltaire

 

El primer paso hacia la cultura es la educación. La demagogia populista o el autoritarismo – tenaces siempre – denuncian con saña lo que ellas denominan el elitismo cultural. Sabemos que la gente de la cultura no merece la atención mediática ni goza de las prebendas de los políticos, los deportistas o las modelos. “Es muy difícil salvar a una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos”, escribió Ortega y Gasset. Todo corre el albur de parecer inútil o superfluo. Ayudado por la miopía gradual la ceguera se hace carne en la sociedad. Las nuevas generaciones – embrutecidas, destrozadas, ausentes – creen en Internet, una nueva fe. Irreparablemente vamos siendo un destino, una rutinaria indiferencia.

El reloj de la Catedral de Estrasburgo, Francia, es un reloj astronómico,  obra maestra única del Renacimiento. Fue creada por matemáticos, artistas y destacados  hombres de su tiempo. Se instaló en el siglo XIV, entre 1352 y 1354. Estaba equipado con componentes extraños para su época. En el reloj había un gallo dorado y tres reyes bíblicos frente a la imagen de la Virgen.

En 1931 René Clair dirige un film emblemático: À nous la liberté. Es, entre otras cosas, una crítica a la deshumanización de la era industrial. La cinta inspiró al genial Chaplin para Tiempos Modernos. La película de Clair es una bella parábola sobre las cosas verdaderamente importantes en la vida. Digamos que era una película amada por los viejos socialistas y libertarios de su tiempo. Había un sueño, una utopía, una armonía colectiva. Percibía expresiones profundas y libres del ser humano.

Vivimos un mundo de contradicciones y distopías. El futuro – hay científicos, hombres de pensamiento, intelectuales que trabajan desde hace años el tema – es complejo y en principio sin muchas esperanzas. Es el universo de las máquinas, de la ingeniería genética, de la dictadura tecnológica. Lo observamos de manera cotidiana a nuestro alrededor. En los hogares, en las calles, en las confiterías, en las escuelas. En los cines. Por supuesto que la tecnología puede mejorar al ser humano, pero no hablamos de eso. Hablamos de lo que se ha denominado el transhumanismo. Detrás  ingenieros sociales, el aislamiento de una realidad virtual, una robótica sin límite. Una pérdida de la libertad, de la conciencia crítica. No olvidemos que el transhumanismo “propugna el uso de la manipulación genética y la nanotecnología como métodos para mejorar a las personas”.

 Recordemos que fue  descrito por Francis Fukuyama como «la idea más peligrosa del mundo». Ronald Bailey  considera lo opuesto: “es un movimiento que personifica las más audaces, valientes, imaginativas e idealistas aspiraciones de la humanidad”. Hay que volver sobre las Jornadas de Filosofía e Inteligencia Artificial que se llevó a cabo en Cataluña en 2019. Veamos un fragmento. “El transhumanismo es la nueva utopía del siglo XXI; viene a decir: vamos a cambiar la evolución”, dice un estudioso del tema, el urbanista Albert Cortina. Y observa que todo esto tiene detrás a las grandes corporaciones de Silicon Valley. En efecto, es muy posible que estas ideas no hubieran salido nunca de un ámbito ciberpunk si no fuera porque su gran apologeta es nada menos que el director de ingeniería de Google, Raymond Kurzweil, por más señas inventor (diseñó, siendo muy joven, una máquina lectora para ciegos), teórico visionario, un hombre empeñado en la prolongación de la vida, especialmente la suya propia”. Algo más. “La máquina, por exceso de datos, puede llegar a manipularte –reconocía Núria Agell, matemática de Esade–. Ya tenemos las máquinas que nos están superando en capacidad de cálculo, memoria y velocidad. Pero se está investigando en la interacción persona-IA, en introducir nuevas formas de razonamiento; se tiene que intentar trabajar con etiquetas lingüísticas valorativas, que sirvan para tomar decisiones con el razonamiento que nosotros los humanos utilizamos”.

Estimado lector, desde mi juventud los libros me acompañaron con pasión. Desde Julio Verne hasta George Orwell, pasando por Huxley, Thoreau, Bradbury, H.G.Welles, Arthur Clarke, Mary Shelley o nuestro Bioy Casares. Estoy  escuchando a  Edvard Grieg. Compositor y pianista noruego, como usted sabe, uno de los representantes del romanticismo musical. Si, por supuesto: Peer GyntLa mañana, sin duda.

 

CARLOS PENELAS – Buenos Aires, Argentina

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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