El ovillejo es una estrofa de
origen cervantino de gran agudeza y sonoridad. La rima es consonante. Comienza
con tres pareados de octosílabo y su quebrado. Termina con una redondilla octosilábica
que recoge en su último verso los quebrados anteriores.
Una tarde de 1982 Gómez Bas me honró dedicándome un ovillejo. Y yo le respondí con éste.
Alguna vez le oí decir a
Joaquín Gómez Bas (Cangas de Onís, Asturias, España, 26 de mayo de 1907 -
Buenos Aires, Argentina, 4 de noviembre de 1984) que nadie pasa en balde por la
vida. Que no hay finado absoluto. Que todo ñorse deja lo suyo.
Y Joaquín dejó lo suyo y mucho
más.
Ejerció el periodismo, la
pintura, escribió crónicas, guiones cinematográficos, cuentos, novelas (“Barrio
gris”; “La comparsa”; “Oro bajo”; “La gotera”)… pero por sobre todas las cosas,
y en cada una de estas disciplinas, fue un poeta.
Profundo conocedor del idioma,
su arte le permitió manejar todos los matices de nuestro lenguaje, y muy
especialmente, los de raigambre porteña relacionados con la ciudad, el suburbio
y su fauna orillera.
Y cómo no recordar al poeta
repentista. Al que después de compartir con sus amigos los tallarines de rigor,
solía dejarles el recuerdo de un soneto, un ovillejo o una cuarteta -hechos
siempre a la medida del destinatario- en una servilleta de sobremesa o en el
papel-mantel del viejo Filicudi de Suárez e Irala.
"Una existencia sencilla
y no afligirse por nada.
La vida es una canilla
que pierde aunque esté cerrada.
Gómez
Bas
De buscarle una constante,
digamos que en todo lo que Joaquín hacía estaba presente la creatividad y la
calidez de su estilo.
Luis Alposta - Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL DE ASOLAPO ARGENTINA
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