Tarjeta original entregada a la salida del teatro al público asistente
Sala Cristal Palace en 1925
Noticia del diario Democracia de Junín
El jueves 3 de agosto de 1933, Carlos Gardel y sus guitarristas llegaban a la ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires, para dar un recital esa misma noche en el teatro Crystal Palace. Antonio, un joven ferroviario de 20 años de edad, viviría ese mismo día uno de los momentos más memorables de su vida. Entre tangos y encuentros, Antonio hizo que el último recital que Carlos Gardel dió en la ciudad de Junín, quede para siempre en la historia familiar.
Capítulo 1:
Durante el
mediodía, tuve la impresión de que las calles empezaban a estar un poco más
alteradas de lo normal. Sin embargo, lo dejé pasar, releí algunos de los
papeles que me había traído del Ferrocarril para trabajar en mi casa y almorcé
acompañado por mi esposa. Ese mediodía, la ví a Cata más feliz de lo normal.
Quizás era porque durante los últimos días había empezado a sentir los primeros
síntomas del embarazo, lo que nos llenaba de ilusión a ambos.
A las 13 horas,
emprendí el camino hacia mi trabajo. Pasé por la casa de mi gran amigo y
compañero José, y los dos caminamos hasta las oficinas del Ferrocarril, donde
nos esperaban 4 largas horas de trabajo. Al llegar a la plaza Ferroviaria en
frente de nuestro destino, noté un gran tumulto de gente en el entonces llamado
Hotel Roma. Acto seguido le demostré mi sorpresa a José diciendo:
-
Que raro tanta
cantidad de gente junta, ¿No?. ¿Quién estará parando en el hotel?
A lo que José me
respondió:
-
¿Pero che, vos no
te enteraste? ¡Esta noche toca Carlitos Gardel con sus 4 guitarristas en el
Crystal Palace!
Al escuchar quién
era la persona que estaba parando en el hotel, me quedé helado. Ese mismo
segundo empezó a sonar a lo largo de toda la cuadra de enfrente del hotel la
imponente voz del Zorzal Criollo acompañado por el sonido crudo y seco de sus
guitarristas. Toda la ciudad estaba en silencio, escuchando cada una de las
palabras que salían de la boca del gran cantor. En ese mismo instante, la plaza
ferroviaria pasó a ser un recital a cielo abierto. Estar escuchando en vivo los
ensayos del cantor más importante del mundo, no era poca cosa. Sin embargo,
después de pasadas 3 canciones, el Zorzal decidió terminar con sus ensayos para
proceder a almorzar en el bar del Hotel junto al dueño del mismo. En mi caso,
emprendí el último tramo de mi trayecto hacia el trabajo hablando con José.
-
¿Dónde me dijiste
que tocaba Gardel hoy?
-
En el Crystal
Palace a las 9 de la noche, Antonito. Hace más de un mes que se viene hablando
sólo de eso. Yo pude conseguir la entrada de casualidad, no sabes como se puso
Fita cuando se enteró lo que la había pagado…
Fita era la
esposa de José. Ella no estaba del todo de acuerdo con el hecho de que José
fuera al recital porque me contó que la entrada estaba a 2 pesos con 50
centavos. Eran casi 2 semanas de nuestro salario. Finalmente, justo antes de
separarnos cada uno para nuestro lugar de trabajo, le dije:
-
¿Entonces vos vas
a ir?… Qué suerte, después me contarás que tal estuvo.
José se percató
de mi decepción por no tener la entrada al recital y me dijo:
-
Más vale que sí,
hermano. Ahora vamos a laburar y después vamos al centro para que no te quedes
con sabor a poco.
Ya me encontraba
trabajando en mi oficina cuando el jefe de estación vino a hablarme. Era la
primera vez que semejante autoridad me dirigía la palabra, por lo que me llené
de nervios en el instante en que se acercó. Cuando ya se encontraba delante del
escritorio me dijo (en su castellano mezclado con el inglés, su lengua madre):
-
Mister Di Blasio,
necesito que hoy asista al turno de la noche. Estamos incorporando personal en
dicho turno para un trabajo más eficiente. Lo espero a las 4 de la mañana en
esta misma oficina. Por favor, sea puntual.
A medida que iban
avanzando sus oraciones, más avanzaba el miedo en mi cuerpo. Nunca había tenido
que salir de mi casa a las 4 am para venir a trabajar. Más allá de que Junín no
es una gran ciudad, sus calles de noche no son un lugar que elijo visitar
frecuentemente. Después de que el jefe de estación me dirigiera la palabra, le
respondí “Entendido, aquí estaré” casi automáticamente y seguí trabajando.
Al momento en que
salí de la oficina, no recordaba el plan que José me había dicho de hacer
después del trabajo. Estaba de mal humor y cansado, sabía que el día iba a ser
mucho más largo de lo que me imaginaba. Las calles de noche me llenaban de
ansiedad y de miedo. A los pocos minutos, José salió también, se me acercó y me
dijó:
-
¿Qué pasó,
Antonito? ¿Seguís angustiado por el recital del Zorzal?
Le expliqué la
situación sobre el turno de la noche y eso reforzó más aún su idea de ir al
centro a matar un poco las penas.
El centro se
encontraba como cualquier otro día. Se veía bastante gente pero no demasiada.
Unas cuadras antes de llegar al centro, pasamos por el famoso cine-teatro
Crystal Palace. Sus imponentes columnas blancas engrandecían aún más uno de los
edificios más importantes de la ciudad. Justo cuando estábamos frente a sus puertas,
José se frenó y me dijo:
-
¿Vos podés creer
que hoy acá va a tocar el mismísimo Carlitos Gardel? No importa que no puedas
venir esta noche, vos cerrá los ojos e imagínatelo ahí adentro cantando.
Sin pensarlo
demasiado, me sentí con ganas de imaginármelo cantando en teatro, por lo que me
detuve en la calle con los ojos cerrados para fantasear. Apenas cerré los ojos,
me di cuenta que efectivamente había alguien cantando en el teatro. Me impacté
de golpe y le dije a José:
-
¿Escuchas? Hay
alguien cantando ahí adentro.
Efectivamente
José también lo escuchaba y se quedó incluso más impactado que yo. Procedimos a
acercarnos lentamente a las puertas para poder escuchar mejor, y de golpe un
hombre las abre y nos mira. Era Horacio Pettorossi, uno de los guitarristas de
Gardel. Apenas se dió cuenta que estábamos en la puerta chusmeando nos dijo:
-
¿Qué hacen acá
pibe’? Tomenselá, vamo’.
Apenas terminó de
echarnos, escuchamos una voz en el fondo que preguntaba qué estaba pasando,
sonaba imponente. Pettorossi se dió vuelta y le dijo:
-
Nada, nada. Solo
son unos pibes chusmas que estaban escuchando a través de las puertas.
Yo no comprendía
del todo lo que estaba pasando, por lo que no me salió decir nada. José
impulsivamente largó una queja hacia Pettorossi y le dijó:
-
Mi amigo no tiene
la entrada para venir a ver a Carlitos hoy, por eso queríamos ver si podía
escuchar algo así no se quedaba con las ganas.
Un instante
después de que José haya terminado su oración, apareció detrás de Pettorossi el
mismísimo Carlos Gardel. Efectivamente, se encontraba ensayando y revisando el
lugar en el cual iba a tocar esa misma noche. Apenas nos vió, nos dijo:
-
¿Qué pasa acá?
¿No pudiste conseguir entrada, pibe? Despreocupate. Horacio, esta noche hacelo
pasar a este que es más fanático de los tangos que vos. Pero pibe escuchame,
ahora vos te vas a la sordina, ¿Eh?.
¡Era Carlos Gardel quien me estaba invitando personalmente a su recital de esa misma noche! No pude reaccionar de otra manera que asintiendo con la cabeza. Las puertas del teatro se cerraron y con José nos quedamos más de 15 segundos mirando hacia la puerta. No podíamos creer lo que había pasado.
©MATEO DI BLASIO – Junín, Buenos
Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
(CONTINÚA EN EN
LA PRÓXIMA EDICIÓN DEL BLOG)
No hay comentarios:
Publicar un comentario