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sábado, 6 de mayo de 2023

EL UNIVERSO, GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO, Arequipa, Perú

 


EL UNIVERSO

A Don José Ruiz Rosas, con infinita gratitud

 

Cada hombre es un universo dentro de un universo global. El misterio es elemento vital de su esencia, de su ser. Mientras filósofos y teólogos discutirán este tema hasta el fin de los tiempos, sin relativismos de la postmodernidad (al menos eso me parece lo mejor), hay un universo personal que me interesó conocer, ese fue el del físico José O´Brien.

Nació en Lima un 14 de mayo de 1941 y falleció un 5 de mayo del 2012. Por decisión propia se convirtió en teólogo, nunca estuvo en clases de alguna universidad, mucho menos tuvo un título que lo acreditara ante la academia intelectual como tal. Cuentan que de niño caminaba en las noches por la azotea de su casa y observaba las estrellas con un telescopio alquilado. Ni su madre pudo presagiar este afán extremo de su hijo por las estrellas y el firmamento. Cuentan también que en frecuentes tardes, ya de joven, podía describir la composición de nuestro sistema solar de forma elegante y brillante. Llegó a la suposición antropológica y cósmica que el universo encerraba parte del universo humano y éste, encerraba parte del misterio del universo que fascinó a Newton y a Einstein.

José O´Brien, es uno de los pocos destacados físicos que tuvo el Perú, dedicado a esta faena de entender lo que muchos llaman el cielo, el lugar donde habita El Verbo, el hogar de Dios, el jardín de lo divino; lugar, donde desea reposar finalmente el ánima.

Metódico como científico, con un pergamino de quehaceres pendientes en su sencillo departamento en Breña, donde vivió su última década. En la sala, tenía un inmenso cuadro de un fragmento del universo. Se detenía en las tardes a observarlo; al menos, era lo más cercano en su intenso afán.

Cultivó amistades, como hacen la mayor parte de intelectuales, quizás por ausencia de tiempo, quizás por sensatez. Una de esas amistades elegidas fue el egregio periodista e intelectual peruano, Fernando Benavides. A ambos les animaba el enigma del universo, la teoría del Big Bang, la composición del firmamento, la aparición de una nueva estrella, los eclipses de sol, la luna, la teoría de la relatividad general, la culpabilidad o inocencia de Galileo, la postura del catolicismo y otras religiones frente a la ciencia. Les gustaba especular si el universo era la única obra de Dios o podía existir otra obra infinita de semejante magnitud. ¿Por qué Dios crearía algo que era imposible de entender a la mente humana? ¿Para demostrar que es Dios o por otra motivación?

Ambos presumieron que la ciencia sola era incompleta para descifrar el enigma de la vocación divina en la creación. Era necesario indagar en otros campos, en otras ciencias, en otros universos.

José O´Brien dictaba cátedra universitaria en la Universidad Mayor de San Marcos y se dedicó a escribir un último libro (presagiando su muerte), al cual tituló: Los misterios del universo. Esta obra rigurosa y fértil fue trascendente en su reconocimiento posterior y el que le otorgó prestigio académico. Fue terminada de escribir dos años antes de partir al universo, aquel que lo ilusionó desde niño.

Las interrogantes parecían ser infinitas: ¿Es el tiempo del universo igual al tiempo arbitrario en nuestro mundo? ¿Los calendarios aztecas, maya o Inca se relacionan con el espacio-tiempo del universo? O´Brien sugería que algún calendario humano tendría mayor simetría con el espacio-tiempo del universo. Al fin y al cabo, el tiempo del universo es el tiempo de Dios, el real, el perfecto, el que viviremos después de este andar entre luces y sombras, entre nuestros propios espacios y tiempos.

Todo el cosmos, lo abrevié pobremente en mi memoria algunos años atrás, cuando leí la biografía de Einstein y llegué a entender que el universo era un conjunto de objetos referidos, uno al otro, dependiendo del espacio y tiempo desde el cual se miren. La biografía de O´Brien hizo que volviera a meditar (limitadamente) sobre el enigma del universo. Descubrí que tenía similares dudas a las del egregio físico.

Para O´Brien no estudiar el universo era no estudiarse a sí mismo. Decía:” El cosmos tiene misterio, pero suele ser diáfano en la luz y en el fulgor de una estrella. El cosmos tiene claridad y esperanza, no todo es oculto al hombre”. Se convenció de Dios por el universo, a Él le debía su creencia y el haber olvidado un pasado agnóstico. La prensa lo tildó como el científico que entiende a Dios. Era un convencido de la lógica Aristotélica:” Si hay un orden en la naturaleza, existe un ser que es también ordenado”. La misma lógica emplearía O´Brien: “Si hay un universo infinito, existe un ser infinito”.

Una mañana húmeda limeña, una misiva conturbó su mente y los avances de su libro. Tales líneas provenían de su hermano, quien le difundía la noticia de la muerte de su Madre. O´Brien echó a llorar durante largos minutos (interminables). Los recuerdos de su Madre lo inundaban; el primer regalo de Navidad (un cuento de Dickens), los paseos al atardecer viendo la improvisación de la luna y el cumplimiento cíclico del sol, los juegos de ajedrez nocturnos y la faena frecuente de la venta de cuadros, donde el firmamento (como atracción de la pintura) era el delirio del pequeño científico. Todos los recuerdos se adueñaron de él en un momento finito. Esa tarde su universo fue su Madre, solamente ella. Comprendí que un recuerdo es infinito, puede subsistir en la eternidad.

Era un hombre sensible al dolor y a la muerte. Vivir sin la presunción del tener y el trabajo obligado desde niño, ofreciendo chocolates en la Plaza de Lima, construyeron en su interior, el universo de la sensibilidad. Debía de cumplir la misión de culminar Los misterios del Universo y exponerlo públicamente.  Este hecho era irrenunciable.

O´Brien, leyó de infante El Aleph de Borges, desde allí empezó su fascinación por los fenómenos del universo. Pensaba que quizás habría un punto en el mundo, desde el cual se ven todos los espacios. Ese punto estaba en su infatigable imaginación.

Mi percepción del mundo es igual en parte al de Borges. También me imagino ese Aleph, esa primera letra del alfabeto hebreo. Para mí el universo es un conjunto de constelaciones, estrellas, planetas, cometas, que reflejan la divina creación. El universo inspira mis versos y mis recuerdos. Es un infinito como la Trinidad, palabra que la sapiencia nuestra no puede comprender.

Mi universo son las letras, la divina creación y el mundo de una niña.

Octubre, 2021

GUILLERMO FERNÁNDEZ DEL CARPIO, Arequipa, Perú

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

 


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