EL OSITO DE PELUCHE
Oscarcito
era el único hijo de Clara y Daniel. El amor hacia él era casi infinito debido
a que Clara no podía tener otros hijos. El pequeño sufrió muchos trastornos de
inmunidad, pero al fin, creció bastante saludable.
Un
día, sus padres le regalaron un oso de peluche. El chico les preguntó si podía
considerar a este osito como un hermanito para él. Los padres le dijeron que
no, que podía jugar con ese juguete, que imitaba a un oso de verdad, pero que
nunca podría ser como un hermano para él. El niño se entristeció al escuchar
estas palabras y cuando estuvo a solas en su cuarto con el osito, le dijo:
-“Dicen papá y mamá que eres sólo un juguete, que no puedes caminar, que no
sabes hablar, que no puedes jugar conmigo”. “Que sólo eres un muñeco” luego, lo
guardó en una gran caja con otros juguetes…
Día
tras día, semana tras semana, Oscarcito le recriminaba a su osito de peluche:
-¡No
puedes hablar, no puedes caminar, sólo eres un muñeco tonto! - Ese día, después
de regañarle, lo arrojó contra la pared.
-¡Ay!
–exclamó el osito.
-¿Qué
dijiste? –preguntó el niño.
-Dije:
¡Ay! –respondió el osito.
-¿Cómo
es que puedes hablar?
-No
lo sé. –Contestó el juguete- Yo… sólo sentí dolor por el golpe y dije: ¡Ay!
-¿Puedes
caminar?
-Creo
que sí. –Dijo el oso- y se puso de pie dando tres pasos con algún titubeo pues
tenía miedo de caerse, según dijo. Después, se animó y dio toda una vuelta por
el cuarto. Oscarcito lo miraba con alegría. Para el niño todo estaba bien y le
parecía que la situación era muy normal.
Le
gustaba tener un osito de peluche que caminara y hablara.
-¿Le
puedo contar de esto a mamá y papá?
-No
sé… -A lo mejor ellos no te creen…
Oscarcito
salió de la habitación y corrió a contarles a sus padres que el osito caminaba
y hablaba.
Cuando
sus padres entraron en el cuarto, el osito estaba muy quieto, sentado sobre el
piso, como cualquier juguete de peluche común y normal.
-A
ver… -dijo el padre del niño- ¡Dile que camine!
En
vano, el chico lo intentó, mas el osito, permaneció inerte. Ni siquiera dio un
par de pasos. Por más que insistió, tampoco pudo lograr que emitiera una sola
palabra.
Oscarcito
creció y se convirtió en Oscar. Más adelante, se licenció en Psicología. Yo me
hice muy amigo de él. Sus padres son muy ancianos, pero viven aún.
¿Cómo
me enteré de esta historia?
Una
mañana, como tenía mucha amistad con Oscar y gozábamos de mutua confianza,
entré al consultorio sin llamar. Allí estaba Oscar acostado en el diván y el
osito de peluche le hacía preguntas mientras tomaba nota de las respuestas del
Psicólogo. Cuando entré, el oso se quedó petrificado, entonces, Oscar le dijo:
-Puedes
seguir Carlos, ya te vio.
Como
si tal cosa, el oso no sólo le siguió haciendo preguntas a Oscar, sino que, al
terminar con él, vino dulcemente a mi encuentro, me tomó de la mano con gran
muestra de cariño, me hizo recostar en el diván y me Psicoanalizó …
Norberto
Pannone ©, poeta y escritor argentino
Del
libro “Cuentos de Barrio”
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