Imagen de: vix.com
ENIGMA
La vida parece casual pero
en realidad,
es exactísima en su
equilibrio.
Fellini
Esa
mañana advierte que sucede desde hace días. Ha tratado de justificarlo
pero no encuentra forma de explicar.
Prestando
atención escucha al termo tanque emitir leves tic-tac, como el de algunos
relojes. Acercándose a la heladera -antes silenciosa- oye el rumor del mar
en arrullo constante; a veces acompañan gritos de gaviotas, voces de
chicos jugando en la playa.
La
lista es variada. El reloj a pilas del living, por ejemplo, enmudeció de
repente pero continúa tan exacto como antes. Alguna que otra lámpara
insistiendo en encenderse de acuerdo a la faz de la luna la desorienta un poco:
por estos días, sólo se puede esperar cuarto menguante; ni
pensar qué sucederá cuando haya luna nueva.
A
veces, si se apaga el aire acondicionado resuenan -a distancia- potros salvajes
cabalgando hacia el horizonte.
Aunque
nada de aquello la moleste debe admitir que no es usual. ¿Error? ¿Ilusión?
¿Mensaje a descifrar? ¿Locura? Se ha preguntado todo, casi todo. Semejante
desarreglo es un enigma.
Lo
cierto, es que su vida cambió.
Habitar
distintos lugares de la casa equivale a perderse en el tiempo: relojes de
péndulo, despertadores a cuerda, joyas diseñadas para alguien, herramientas de
artesano, aun están en su memoria. Vivencias de entonces se enlazan a puro
deleite.
En
la cocina -abriendo la puerta de una heladera transmutada- la aguardan tiempos
de ocio y de frescura: rumor de mar, eco de caracolas halladas en arenas
blancas, grupo de jóvenes alrededor de un fogón playero.
Cuando
acciona el control del split, al atardecer, encuentra caballos pastando
al sol en pleno valle. Los imagina libres, sin montura, sin jinete.
Libres. Se imagina en el suyo recorriendo -una vez más- senderos agrestes entre
antiquísimas sierras grises, lilas, violáceas.
Si hacen más ameno su encierro ¿por
qué renegar de esos momentos? Evidentemente, se han instalado
para algo. No será quien los expulse.
Con
amigos, guarda silencio. Espera que sean ellos quienes tomen la iniciativa para
preguntar sobre las rarezas. Nada dicen. No registran o los gana el temor
de parecer locos, vaya a saber.
Al
tiempo -tres, cuatro meses quizás- aquello cesa. Su casa vuelve a recobrar una
supuesta normalidad. Acepta, resignada. ¿Qué otra cosa puede hacer?
Eso sí:
el viento nunca dejó de aullar en las ventanas…
Buenos Aires, abril de 2021
©NORA SALGUEIRO, poeta y escritora argentina
No hay comentarios:
Publicar un comentario