MI DIOS
Eran todos los dioses.
Era mi Dios.
Mi Dios.
En cada gota de la lluvia has traído mis versos y
poemas;
los sepias, los azules, los oscuros…
He rezado por ti en las Catedrales del miedo.
He rezado por ti en las Basílicas y en los Templos
de los días felices.
Tu catecismo ocupa su lugar de privilegio en la
mesa de luz,
donde archivo las cosas necesarias y las otras, que
no lo son tanto…
Rezo a tu nombre idolatrado, el que mora en la mota
del polvo de los días,
en la sutil humedad de los veranos y en la escarcha
donde florece el frío.
Dios del agua cristalina, el que sopla las nubes,
el que agita…
Sólo me inclino a ti, Dios mío… porque ofreces tu
Norte a los desvíos.
Eres el que ronda por los sueños y anuncias el
asombro de la vida.
Dicen que hay otros dioses y que son los que
ayudan, los que opinan.
Los que pasaron de largo por Auschwitz, Nagasaki e Hiroshima.
Son los dueños del dolor y las heridas. Los que a
la gente prontamente olvidan.
Yo los busqué y no los pude hallar a pesar de lo
simple y permitido.
Deseaba que pagaran por sus burlas, talando sus
glorias de los libros.
Pero a ti predique mis agonías, las que produce el tiempo descuidado
tras los vuelos de pájaros ausentes o los
ríos de falsas ironías,
o en las hojas que mueren sin otoño, en absurda
condena, sin justicia.
Eres mi Dios en la palabra, en el pensar austero y
la vigilia;
en la fecunda preñez de los insomnios;
en la velada astucia que el hombre acarrea en su
mochila.
Eres mi Dios, el cotidiano amo, Señor de la verdad
sin hendidura.
Quizás no llegue otra deidad que admire.
Te venero Señor, porque en el hombre,
ceñiste la espada de la duda.
NORBERTO PANNONE, poeta y escritor argentino, agosto 2016,
Del libro ©DE LOS AÑOS VIVIDOS, Ed. Yamael2007,
Buenos Aires, Argentina
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