FINAL DE SOCIOLOGÍA
Tengo
que estudiar. El parcial es mañana y no leí ni la mitad. Tomo el resaltador
amarillo y leo la primera página de ese texto que me acecha desde hace un par
de días y que yo preferí evitar; leo la segunda página; todavía no resalté
nada. ¿Acaso nada es importante? Releo la primera y la segunda hoja; caigo en
la tentación de colorear todo de amarillo fluorescente; pero no hay que
sucumbir. Apenas marco unas frases que no sé si son importantes o no. Por lo
menos, a mí me parecieron importantes en el momento en que las leí; les di
importancia y por ese motivo las subrayé. Y entonces me cansé. Estoy aburrido,
y las dos hojas me habían parecido mil doscientas treinta y ocho.
Me
propongo un corte. Voy a hacerme unos mates.
Saco
la yerba y el azúcar, unas cascaritas de naranja que había dejado secar. Estoy
perdiendo el tiempo. Ya había perdido mucho. Cuando uno decide trabajar por
“avaricia”, porque quiere dejar de depender de papá y mamá, para salir de
fiesta y volver tarde y que nadie te diga nada mientras todos tus amigos te
admiran porque son unos vagos codependientes, uno termina sumergido en un
empleo mediocre y mal pago con el que apenas subsiste y que a la larga perpetúa
la dependencia paterna. ¿Aplicable a las
teorías de colonialismo, imperialismo y liberación? La pava comienza a
silbar y la única solución es estudiar, tomar el libro de Sociología y ponerle
ganas. Traigo los apuntes para subrayar mientras tomo mate. Las rayas parecen
tajos violentos contra las palabras malintencionadas del autor ¿No podían
escribir de forma más sencilla estos tipos?
En
un litro de agua, leí apenas tres páginas. Cuenta total, cinco. Estoy seguro de
que esto es apenas el 1,67% de lo que tengo que leer, y ya perdí toda la mañana
y el examen es mañana a la mañana. Y yo tendría que haber seguido contabilidad,
o ingeniería, y no sociología, porque para los números soy bueno, aunque vago,
y yo pensé que esta carrera de mierda iba a ser sólo encuestas y estadísticas y
que no iba a tener que leer tanto y encima ahora me llega este mensaje de
Clara, que pregunta si entra lo de Mills, y yo le digo que no y, de repente,
escucho la música de “misión imposible”
que le había puesto a Clara como ringtone
en forma de chiste ¡Qué atinado! ¡Cuánto karma! Y la atiendo. Es Clarita y
solloza que Paula le asegura que eso entra. Lo peor es que creo que ni tengo
esa fotocopia, y entonces la busco por todas partes y no ¿Hecho social o Acción social? Hasta que opto por sacarle copias al
texto de Clara, que vive a unas pocas cuadras, y ya que estoy lo tengo
subrayado por ella y lo único que tengo que hacer es leer lo que ella resaltó
¡Qué inteligente! ¡Soy un genio! Y mis viejos que no dan un cobre por mis
capacidades. Y ahora que lo pienso no almorcé y estoy mareado y me cuesta
llegar.
Clara
me da un café con mucho azúcar y unas galletitas saladas para subirme la
presión. Salgo y me doy cuenta de que es domingo y no hay nada abierto y que
debería haberle sacado fotos con el celu
en el momento, pero ya fue.
Después
de varias vueltas doy con el kiosco indicado y consigo mis fotocopias ¡Maldito
Mills! Llego a casa y ahí está la montaña de papeles y libros esperándome ¿Me
parece a mí o hay el doble de lo que había antes? Y ahora trato de leer lo más
rápido que puedo, pero mis ojos me amenazan con salirse de sus órbitas ¿me
amenazan? ¿escucho lo que veo? Decido dormir, para poner fin a estas lisérgicas
sensaciones producto del cansancio (espero).
Me
despierto de un salto.
Dormí
como tres horas. Perdí la mañana. Son cuatro horas más, más lo que tardé con
las fotocopias, se suman otras dos horas. Perdí más de un tercio del día ¡Ya
fue! Creo que tenía unas pastillas con anfetaminas que quedaron de alguna
fiesta electrónica ¡Si esto se recupera sin dormir, que así sea! No obstante,
la pila de apuntes mide cinco veces más que en el momento anterior a mi siesta.
Estoy alucinando ¡Tranquilo, Feli! Es producto de tu imaginación, ¡sentáte y
estudiá! Con desconfianza, me siento y doy inicio a la segunda tanda de
estudio. Una pastilla. Y voy a reprobar la materia. No sé nada y en menos de
siete horas no voy a saber nada y no tengo ganas de dar la materia y todo es
producto de un prejuicio estúpido de que si no estudio no voy a ser nadie, y
que voy a conseguir mejores laburos si tengo un título. Seguro que si hago un
par de cursitos alcanza. O por ahí la pego y conozco a alguien y empiezo a
laburar de algo que me dé toda la guita. Ya marqué seis hojas más. Otra
pastilla. Seis páginas es muy poco. Otra pastilla… por si no hicieron efecto
las otras. Porque tengo que estudiar, si no, qué va a pensar Paula de mí, ¿que
me rindo? ¿que no lucho por lo que quiero? ¿Qué quiero? Y leo las páginas y
resalto con amarillo pero ya casi no resalta y no me di cuenta ni de qué leí y
de qué resalté y tengo que leer todo de vuelta, Ya queda poco tiempo.
¡No
puede ser que la pila mida tres metros de alto! ¿O soy yo que me achico? ¿Pero
por qué? ¿De miedo? ¿Soy menos que otro por no querer estudiar, soy menos en
esta sociedad de idiotas a la que pienso poner bajo un microscopio cuando me
reciba? ¿Y si no me recibo? ¡¡AAAGGGRRRRRR!! ¡Tomá esto Mills! ¿Dónde están los
fósforos? Bien. Marx muere quemado, como un hereje… ¿Y qué destino le deparará
a mi amigo personal, Anthony Guiddens?
Veo cómo los papeles caen en trocitos como si salieran de una piñata,
pero me cortan cuando caen. Me aplastan y me cortan ¿Lucho o me entrego? Rompo
un texto de Althusser, hago jirones un texto de Durkheim y luego me entrego a
las palabras filosas de esos autores que pudieron superar la universidad y no
fueron aplastados, derrotados, fusilados por un parcial de Sociología.
©AGUSTINA ARGIZ,
poeta y escritora argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO
ARGENTINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario