Imagen de:
COBIJO CASERO
Amor: Me he sentado en el quicio de la ventana. Aquí
pegadita al cristal, veo como las pequeñas gotas de lluvia se debaten, se
estampan y corretean sobre esta enorme vidriera donde los rayos del sol, medio
ocultos, dejan unos colores anaranjados.
Me siento muy cobijada aquí, pero... Te oigo lejos y te
siento indiferente. Programas, ordenas y mandas mi vida. Mi vida exterior que
no la interior. En la primera eres el rey, en la segunda ni existes.
¡Qué quieres he aprendido una dualidad de existencia sin
pretenderlo! Por obedecerte y querer ser yo misma. ¿Es a lo que nos conduce una
larga rutina convivencial? ¿También la fuerza del amor? Y la creatividad para
cambiar las cosas ¿dónde ha ido a parar? ¿Es verdad que todo nace, se
desarrolla y muere?
Me viene a la memoria el hermoso poema de Jacques
Prévert: “Déjeuner du matin” Yo, al igual que ella, al final de la jornada, me
cogería con las manos la cabeza y me pondría a llorar. Cruel realidad de una
sociedad en convivencia.
Quiero ser yo, ser amada y respetada por ti. He apostado
por los conceptos más civilizados que existen, la libre asociación, el apoyo
mutuo y la solidaridad y en estos conceptos los autoritarismos está totalmente
descartado.
¿Qué esto es lo mejor para mí? Pero no lo he escogido yo.
¿Qué es más conveniente hacerlo de esta forma? A mí me gusta de la otra manera.
Comparada mi situación con las mujeres de Afganistán,
Argelia o Iran. Mi dicha tendría que ser total, pero de aquí a ser un ciudadano
de pleno derecho todavía hay un largo camino. Aquí también se matan a diario a
mujeres, por supuesto más valientes que yo.
No he querido compararte con esos bárbaros, pero no es tu
protección la que me hace sentir bien, ni en absoluto desprecio tu amor, sólo
la forma en que lo demuestras y cómo gobiernas las cosas, porque simplemente
deseo que me preguntes: ¿y tú qué piensas? Porque yo amor, sí tengo opinión,
aunque pueda estar equivocada tanto como los demás.
Estoy convencida de que he alcanzado la mayoría de edad y
puedo andar mi propio camino y asumir mis propias responsabilidades y errores.
©SALOMÉ MOLTÓ, poeta y escritora española
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
No hay mayor amor que el que nos profesamos a nosotros mismos; ni mejor amigo que nuestro propio ser. (Y viceversa). Los demás, pasan por nuestra vida, y la mejoran o empeoran, según nuestro permiso. Somos libres. El agradecimiento trae abundancia. Centrarse en las carencias,trae escasez. Es mejor sola que mal acompañada. Pero algunas veces, una compañía imperfecta, aceptada y con los límites que le pongamos, puede aligerar las cargas.
ResponderEliminarAparte de esto. Hermosas, tiernas, y transparentes palabras las del texto.
Saludos,
Marián
Impresionante retrato del alma femenina que reclama.En el momento reflexivo de un día de lluvia.En la oportuna quietud , en la melancolía de minutos quietos y también de recuerdos y renovadas esperanzas...!!!
ResponderEliminar