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sábado, 18 de octubre de 2025

MEDITACIÓN de un INCRÉDULO - Ángel Medina, Málaga, España

 



MEDITACIÓN de un  INCRÉDULO                

“Pienso, luego existo”. Esto resulta incuestionable como efecto. Mas, todo efecto ha de tener una causa, la cual podemos descubrirla o no. El no conseguirlo, no implica que por desconocer la causa no haya de admitirse el efecto. De hacerlo, estaríamos renunciando a la lógica o experiencia primera.

Si existimos, habremos de preguntarnos de donde nos viene dada la existencia. ¿Puede lo que no existe darse existencia alguna? (quien así lo crea, que lo razone y demuestre). Pero, al no ser posible, y la prueba palpable de ello es que si lo estoy pensando es porque existo, esto me lleva a tener que admitir que la existencia me ha sido dada. Que pueda resultar incomprensible para muchos no significa que se tenga que alterar que el acto de pensar implica existencia.

Ante el hecho incomprensible como Primera Causa de todo lo existente se abren dos posibilidades. Azar o casualidad y creacionismo o causalidad. El azar no es otra cosa que barajar hipótesis inconclusas para justificar algo tratando de hacerlas coincidir. Para entenderlo, si tomamos una frase cualquiera compuesta por varias decenas de letras y las cortamos una a una y las arrojamos al suelo para recomponer la frase tendrían que darse 1.000 millones de intentos para conseguirlo. Si en lugar de la frase fuese el libro entero tardaríamos más tiempo que el que tiene la edad del universo. Tarea imposible.

Lo casual o creacionismo data 13.700 millones de años y para que en su evolución cósmica haya aparecido la vida inteligente han debido darse unas leyes muy precisas. Así, si aumentásemos el 1% de la fuerza nuclear los núcleos del hidrógeno no permanecerían libres, y al no poder combinarse con los átomos de oxígeno no habría agua, elemento indispensable para la vida. Si por el contrario disminuyésemos el 1% la fusión se haría imposible, y sin fusión no habría soles, ni energía, ni vida. En cuanto al hombre, para que surja una molécula de ARN utilizable, apelando al azar sería necesario multiplicar a ciegas los ensayos un tiempo 100.000 veces más largo que el de la edad del universo, con lo cual hemos de desechar el planteamiento.

Así, pues, ¿casualidad o causalidad?

El hombre tiene necesidad de auto-reconocerse. Tomar consciencia de quién es. Como humano necesita reconocer su humanidad, más allá de las apariencias. Preguntas que puedan responderle por el sentido de su vida. Incluso reconocer los “diosecillos” en los que ha puesto personalmente su confianza o le ofrece el mundo y ver adónde le conducen.

Los humanismos tratan de ofrecerle una respuesta. Pero, el problema de los humanismos es que no pueden responder a la eterna pregunta del hombre en su afán de vivirse y se limitan a lo simplemente humano o materialismo. La profecía de Marx no tuvo cumplimiento y la economía de mercado mantiene grandes desigualdades.

El problema humano comienza cuando Orestes le dice a Júpiter “Apenas me has creado he dejado de pertenecerte”. En su obra “Las moscas”, el existencialista ateo J. P. Sartre enfrenta al hombre con su creador. No niega que proceda de Él, sino que quiere apartarse para ser su propio dios. Y ahí comienza la tragedia, porque…

Se ignora el para qué de la vida. De ahí que pueda ser abducido por el nihilismo que niega el sentido a la existencia.

Se niega una referencia ética, porque se carece de una moral superior en la que el hombre encuentre razón para salir del agujero de su “ego” y procurar el bien común.

→Se niega la respuesta al anhelo de querer vivirse. Aquel grito de Michelet de “Mi yo, que me es arrebatado”, se ahoga ante la perspectiva de la nada de la muerte.

¿Qué cambiaría si lo admitiese?

Si admitimos el creacionismo habremos de entender que no es algo que carece de sentido. En primer lugar, ha de existir un Creador― siendo Él inexplicable y Causa Primera―, al cual ha de atribuírsele todo lo que existe. Es la ciencia (no la teología ni la filosofía) la que afirma que todo lo creado, su evolución está en función de la aparición de la inteligencia, esto es, el hombre, a lo cual denomina “principio antrópico”.

→En primer lugar, el origen del hombre. El que puede crear de la nada desde su Omnipotencia se basta a sí mismo y nada necesita. Es su amor inagotable el que le mueve a crear al hombre para hacerlo partícipe de Él por la eternidad, dotándolo de libertad para que libremente lo acepte.

→En segundo lugar, mostrándole el camino de una ética superior, que no basta con el cumplimiento de no hacer el mal, sino que implica el amor a los otros.

→En tercer lugar, ese último sentir de terminar en la nada se abriría a la esperanza de una vida más allá de la muerte.

El hombre necesita confiarse a una realidad que está amenazada por la nada, ya que la inseguridad forma parte de su existencia, oscilando todo entre el “sí” y el “no”. ¿Acaso puede estar seguro de la fidelidad de su pareja o que mañana no se acabará el mundo? El no. ¿Hay algo más incoherente que la nada? ¿Qué prueba la “nada”? El hombre debe preguntarse por su realidad y elegir a priori entre la esperanza y el caos. Mas, la realidad está cerrada a la desconfianza radical. ¿Por qué? Porque lo que va a encontrar como respuesta es nada. Y como su realidad reside en el propio existir habría de admitir “lo que no es”, el sinsentido de todo, incluido él mismo, y siendo consciente de poseer un “yo” habría que concluir que no tiene razón de ser.

Ante la pregunta universal acerca de su razón de ser, la nada absoluta como respuesta. Por eso, necesita superar la acidia o pereza del espíritu y meditar el misterio de la vida. Esto es, la existencia de Dios y cómo le afecta confiarse a Él o cerrarse teniendo como último y definitivo destino la nada de la muerte.


ÁNGEL MEDINAMálaga, España

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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