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sábado, 14 de junio de 2025

«EL PEQUEÑO SALTAMONTES» - Ángel Medina, Málaga, España

 


«EL PEQUEÑO SALTAMONTES»        

Hace ya muchos años, allá por la década de los setenta se hizo popular una serie de televisión titulada “Kung Fu”, y como figuras principales la de un sabio ciego y un muchacho curioso que le hacía preguntas, al que llamaba “pequeño saltamontes”.

Cuenta la fábula del saltamontes y la hormiguita, que al llegar el frío invierno acudió a ella para pedirle comida, pero la diligente trabajadora se la negó. La moraleja sugiere que hay que esforzarse en la vida y planificar el futuro. Traducido al mundo de las ideas, de no hacerse se correrá el riesgo de que penda sobre la existencia la espada de Damocles, amenazando con la «nada». Algo que la sociedad acomodada postdata, no reflexiona, cuando no evita, diciendo eso de “Hoy no, mañana”. 

Érase una vez un hombre anciano que vivía en las ruinas de un viejo monasterio semi derruido. Se decía de él que había llevado una vida intensa, hasta que sintió el hastío y cayó en la cuenta que si quería ser él mismo debía conocerse y buscar la puerta del mundo transcendente.

Un día acudió a visitarle un joven mundano para pedirle consejo.

― Maestro, he escuchado decir de ti que eres un hombre sabio capaz de penetrar en la esencia de los hombres.

― ¿Por qué me llamas así? Sólo la Sabiduría es sabia. Si se quiere restaurar un edificio no basta con darle una mano de pintura, sino que es necesario antes raspar la piedra. Así el hombre. Para ese trabajo se necesita estar a solas consigo mismo. Quien dese entrar en el intrincado mundo del conocimiento humano deberá acallar los mil ruidos que nos envuelven. Ahora, dime qué deseas.

― Necesito encontrar el sentido de mi vida. ¿Qué debo hacer?

― Eso estará a la altura en la que sitúes tus inquietudes.

― Soy un hombre joven. Poseo riqueza, tengo poder y gozo de prestigio.

― Todo depende del uso que le des a lo que tienes. Poder tener sin ser tenido. Ahí reside tu libertad. Si te esclavizan las cosas serás tú el que estés al servicio de ellas.

― Hay algo que me hace preguntarme sin saber qué responderme. Tal vez tú puedas aclarármelo. Me pregunto por la razón de haber sido traido a este mundo sin contarse conmigo.

― ¿Crees que la flecha que es el hombre proviene de la “nada” o del arco que le precipitó a la vida?

― ¿Me preguntas si procedo del azar?

― ¿Crees que todo lo que ven tus ojos en el mundo creado es casualidad o causalidad? ¿Orden o caos?

― Soy un hombre racionalista y necesito ver para creer.

― Lo que dices plantea dos cosas. Una, que lo que ves es el mundo tal como se muestra, con sus horrores y miserias, incluidas las propias. Sin embargo, creer no es sólo adherirse intelectualmente a algo, sino que implica el seguimiento. Si es así, ¿merece la pena entregar tu vida a ello? La segunda es el silencio absoluto que se abre ante ti. No te da respuesta del por qué, incluido el propio hombre. Sin embargo, tú tienes consciencia de tu ser, luego existes. ¿Puede lo que existe proceder de lo inexistente?

― Entiendo que me hablas de que algo o alguien es el autor de la vida. ¿Y por qué no ha de ser más bien todo producto de la nada?

― ¿Acaso es el humo sin el fuego?

― Ciertamente, no.

― ¿No necesitará el arco del brazo del arquero?

―Ciertamente, sí.

― ¿Y el arquero no habrá de tener una razón para lanzar la flecha?

― ¿La razón para que yo exista?

― Para llegar a comprenderlo habrás de hacerte otra pregunta antes.

― ¿La sabes tú?

― Dime una cosa: ¿está el hombre acabado o es un proyecto? ¿Es su destino la animalización o la humanización? Porque, si es lo primero, ¿qué sentido tiene? Pero, si es lo segundo, entonces necesitará realizarse en el tiempo de la vida para conseguirlo. Esto es, si se conforma con lo que es en la actualidad― mira a tu alrededor la marcha del mundo lleno de violencia, dolor y vacío existencial―, o anhela trascenderse.

― Lo que dices suena a muerte.

― Así es. La vida concluye con la muerte, pero, la muerte ¿agotará la existencia?

― Mi razón no alcanza el alcance de tus palabras.

― Tampoco la mía. Se trata de una opción entre la nada y la esperanza. Al llegar al borde del abismo se sabe qué se deja tras de sí y se abre el vacío. En ti queda detenerte ahí o arriesgarte a saltar. Es una opción que has de madurar.

― Una opción. ¿Elegir entre qué?

― Entre el que es y dejará de serlo, o el que, dejando de ser, será.

― ¿Y qué ha de hacerse para alcanzar esa confianza?

― Esa certidumbre es un don al que se ha de estar abierto, pedirlo y esperarlo pacientemente. Viene cómo, cuándo y dónde quiere. Pero has de estar predispuesto y atento. Para eso se te ha dado la inteligencia y la libertad. Mira el gusano que se envuelve en la tumba del capullo de seda y renace convertido en mariposa. De arrastrarse por la tierra a volar por el cielo.

― Lo que dices me hace dudar.

― ¿Dudas? ¡También yo! Pero, recuerda, Lo que se pide no es seguridad, sino decisión. En eso consiste la libertad.

Cuando me despedí del elocuente pensador― no sé si lunático o clarividente―quedé pensativo. ¿Y si fuese cierto todo lo que me había susurrado?


ÁNGEL MEDINA - Málaga, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA

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