PEQUEÑAS COSAS CON EFECTOS POSITIVOS
Me sorprendió que no
me abriera la Marita. Una señora enjuta con el pelo blanco, se asomó a la
puerta mirándome con sorpresa.
- ¿Marita no está?
- No, ha salido a
comprar -me respondió la señora con una sonrisa; me causó una impresión
agradable.
- Yo soy su suegra,
bueno, su madre política -añadió prestando atención en cuál de los dos términos
yo encajaba mejor, si prefería el normal o habitual o si yo era un poco
presuntuosa, o “pija” como suele pensarse.
- ¡Ah! Soy Rosa su
amiga que...
- Sí, me ha hablado de
usted, pero no creía que viniera tan pronto. La mujer comprendió mi embarazo y
esbozó una amable sonrisa que desvaneció toda tirantez. Empezamos a hablar con
toda naturalidad. A
los diez minutos tenía
la sensación de conocerla desde siempre. - ¿Aquí la hermosa habitación de invitados?
Le dije con cierto énfasis después de un rato de charla.
- Pues ya no -repuso
con cierta malicia, me miró un instante y cómo haciéndole cómplice de algo que
yo ignoraba, añadió “Voy a enseñarle algo que creo le gustará”, y abrió la
puerta, sin más de la habitación de invitados donde yo me había alojado varias
veces cuando venía a casa de Marita.
La habitación de invitados había cambiado completamente, me quedé asombrada. En un lado de la ventana casi en el centro de la habitación, había una cuna, una cuna hermosa. Como un robot me acerqué a ella, era preciosa, todo detalle sorprendentemente bien cuidado, colcha de seda, bordes de puntillas, el rosa de fondo el blanco complementado, todo detalle cuidadosamente elaborado.
- Este cacharrito, que
no sé cómo se llama, se pone en marcha con sólo que el bebé se mueva, aquello
te deja ver cómo duerme desde la puerta. Aquella mujer delgada, de pelo blanco,
de voz dulce y de mirada profunda me estuvo hablando de los mil detalles que
ella y Marita estaban preparando para ese bebé que estaba por llegar.
- ¿De cuánto está
Marita?
- Acaba de cumplir los
dos meses y medio.
- Yo de dos, y venía
con otro propósito. Quería saber de su decisión.
- Lo sabemos, pero un
hijo es siempre una bendición. La miré y me di cuenta que algo sabían, Marita y
ella de mi visita y de mi propósito y que ahora, a la vista de aquella
habitación con todos
aquellos de detalles
para recibir a un bebé que yo creía no deseado, un bebé que de repente era todo
amor, dulzura, esperanza, aquella futura abuela, me había derrumbado.
- Con los tiempos
laborales y económicos que corren, la familia tiene que ayudar -repuso
convencida observando en mi algún gesto divergente. Miré a aquella mujer y
sentí que tanto su mirada como la dulzura de su gesto, habían cambiado mi
actitud y el enfoque del problema que llevaba a cuestas; otras consideraciones
se abrían paso en mi ánimo y por supuesto, otro camino habría que empezar a considerar,
como había hecho mi amiga.
SALOMÉ MOLTÓ – Alcoy, Alicante, España
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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