CASIDA DE UNA TARDE EN EL PARQUE
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Nadie
regresa a la espaciosa y abandonada soledad
ni la palabra evocará la noche con los ojos abiertos.
En el parque dirán al ver sus sombras
que la tarde excede la monótona rosa
o que el verdor antiguo de los cedros
no logró cubrir su luz y su ternura.
Días perdidos, transparentes,
bajo las ramas de los jacarandáes.
Desde el aire dirán la nostalgia, la impaciencia
de la muerte que habitará el vacío.
Una calle del sur y el resplandor último
como un ciprés olvidado.
Y tú allí, en el vagar disperso de las nubes
imposible y callada,
morada ansiosa, levísima,
cuando la mirada es un dormir deshabitado
en la vigilia que desnuda pudor.
Tal vez alguien pregunte, ¿cómo fue?
Y el desgano desapacible acompañe el lecho,
unicornios cautivos por el rumor del mar.
Irán desdeñosos empujando la hierba
recogiendo la ceguedad del amor,
el desnudo y encendido ensueño de la nostalgia
que crece en la morada como un destello.
Se mece la noche
mojándome los ojos distraídos.
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CARLOS
PENELAS, Buenos
Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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www.carlospenelas.com
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