SENTADO EN UN BANCO DE LA PLAZA
por la plaza de mi barrio y
desde un banco sentado
un hombre me hacía señales.
Tenía un traje raído, gafas y
el pelo tan blanco, tan blanco
que semejaba un árbol nevado.
La camisa era a rayas verticales,
las zapatillas sin cordones y
en la mano izquierda, llevaba un cigarro apagado
a modo de señalador gastado,
este detalle me recordaba a mi padre,
el que no quiso conocerme y
que en una fotografía lo vi
con un cigarro en la misma mano.
Era zurdo mi papá o no?,
A esta altura de la vida, lo mismo me da.
Continuando con la descripción del hombre
de la plaza, digo que tenía
un reloj pulsera en la izquierda que
marca la misma hora y él sonríe y
dice que es un regalo de una novia
del pasado.
Y como si esto fuera poco,
el curioso personaje de mi barrio,
termina su indumentaria decorando su silueta,
luciendo en el ojal de su traje
un escudo de su cuadro,
bohemio azulgrana.
Recordé que siempre que paso me llama…
y si voy me cuenta sobre antaño,
me dice que hacía “tal cosa”,
que jugaba a “no sé cuánto” y
no para de contarme y
yo no entiendo “ni un cacho”…
y además me encarga que le busque
Algo… así que hoy, me hice “el otario”
y obviamente no le hice caso.
Dios sabrá perdonarme!,
hoy no estoy “para mandados”.
Me encaminaba a los juegos y
a treparme a los travesaños,
subirme a los toboganes y
a revolcarme en el pasto y
quedar todo arañado…
tenía un ataque de extrañar a mi madre
que me esperaba con la varita en mano,
blandiéndola en amenaza…
cuánto daría a mis años
correr abrazarla y pedirle
“perdón mami, no lo haré más”,
sabiendo que ella me perdonaría
hasta próxima rebeldía.
Por tanto al señor
no pude hacerle caso,
porque si con él, me quedaba sentado
“me charlaría tanto” de olvidos
de fracasos…que su esposa “no sé”,
que sus hijos “no sé cuánto”,
que de a poco dejaría de sonreír, y
sin darme cuenta se pasaría el tiempo
y las ganas de jugar.
Los otros niños juegan y ríen,
corren y saltan alrededor de nosotros…
los paseantes pasan tranquilos,
los pájaros vuelan y
a nosotros el tiempo se nos pasa…
y el hombre sigue igual y
yo voy envejeciendo y
sin darme cuenta…voy siendo otro,
y dándome cuenta
que nunca más jugaré, ni correré
y si lo hiciera me tomarían por loco…
y nunca más pasearemos
tomados de la mano mirándonos a los ojos
como aquellos que pasan y
no se dan cuenta que también existimos.
Y nunca más volaremos de árbol en árbol
como los pájaros.
Hasta que un día aciago
y sueño lejano
estaré sentado en un banco
de la plaza de mi barrio mirando a lo lejos y
sin percibirlo me piquen los ojos
a causa de algunas tímidas lágrimas
que sin darme cuenta resbalan, resbalan.
Y allá estarán los juegos y allá la calesita,
colmados de chicos que ríen y cantan,
pero yo no preguntaré a nadie,
para no recordarme de aquel hombre
que me interrumpía con su charla
cuando yo corría a jugar en la plaza.
PEDRO BROEMSER, (Broemser, 2021) Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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