EL JUBILADO
-¡No salgas Benito! ¡Vas a tener problemas!
-¡Cállese, viejo! No va a pasar nada.
Y Benito Escobar salió. Caminó unas quince cuadras y llegó al negocio que tenía un letrero que decía: “Bar y minutas La Paloma”.
Entró y ocupó el lugar donde estaba la mesa más alejada, o sea, la mesa del fondo… El patrón se acercó y le preguntó que se iba a servir. Benito pidió milanesas con papas fritas, ensalada y vino tinto. Pocos minutos después, ya estaba cenando. Pidió más vino y el dueño del local se lo trajo.
Todavía estaba bebiendo cuando entraron. Eran cuatro policías. Se acercaron al mostrador y dos de ellos bebieron un par de gaseosas. Los restantes, una lata de cerveza cada uno. Le preguntaron discretamente al dueño del bar por el hombre que estaba bebiendo su vino en la mesa apartada. A los otros clientes los conocían, pero al de la mesa del fondo, no.
-¿Quién es, che?
-No sé. –respondió el cantinero.
-Llegó hace un rato, pidió una “milanesa” con fritas y ensalada. Parece que no es del barrio.
Dos de los policías se quedaron acodados en el mostrador mientras los otros se acercaron hasta la mesa donde Benito aún parecía gozar de la cena.
-Buenas noches, señor.
-Buenas… Benito pasaba un trozo de pan por el plato.
-Parece que tenemos hambre.
-Sí.
-¿Es de por acá, señor?
Benito le clavó los ojos verdes y se tomó un infinito minuto para contestarle.
-No.
Uno de los policías, nerviosamente se rascó la nariz
-Parece que no es del barrio el señor…
-Documentos, por favor –Dijo el otro.
-No tengo. La respuesta de Benito sonó natural
-¿No los tiene? Se los olvidó, seguro…
-No. No me los olvidé. No tengo.
-Claro, quizás los perdió…
-No. No los perdí.
-¿Dónde trabaja, señor?
-Soy jubilado.
-¿Por invalidez… tal vez?
-No. Me llegó la orden y listo. Y así fue que me quedé sin documentos.
-¿Cómo es su gracia, señor?
-¿Perdón?
-Digo: ¿Cómo se llama Ud?
-Benito Escobar.
-Bueno, esto mejora. ¿Dónde vive usted, señor Escobar?
-Si les digo donde, es para empeorar las cosas…
El policía que parecía de mayor grado, intervino:
-¡Esto si que es bueno! Le pedimos documentos, no tiene. Le preguntamos por su trabajo, es jubilado, pero no por invalidez, cuando aparenta a lo sumo no tener más de treinta y cinco años. Le preguntamos su domicilio, nos responde que de darnos ese dato todo se empeora. Va a tener que reconocer que esto no es una actitud normal. Por lo que le he detallado, va a tener que acompañarnos hasta la seccional.
Benito empujó la mesa encima de los policías y a uno de ellos le pegó una tremenda trompada. Los que estaban en el mostrador corrieron y lo sujetaron de los brazos. Entre los cuatro, lograron cargarlo en el móvil.
Cuando llegaron a la comisaría, el comisario ya estaba dispuesto para irse a dormir.
-¿Qué pasa?
-Acá le traemos un candidato para el loquero, previo calabozo.
-¿Qué le anda pasando?
-Nada señor.
-¿Cómo nada? Según me ha estado informando el Cabo, usted se resistió a ser conducido hasta aquí, golpeó a uno de los agentes, no tiene documentos. No quiere decir donde vive ni donde trabaja. Además se burla con decir que es jubilado.
-¿Conoce el significado de la palabra IRREGULAR? Este es su comportamiento y por lo tanto, es un sospechoso. Y, además, ¡resistirse con agresión a la autoridad!
-Mire, si usted cambia de actitud, me dice donde vive, dónde trabaja y me permite saber su verdadera identidad, podemos averiguar de inmediato si tiene o no antecedentes. En ese caso, podemos decir que ha sido una confusión y se va en libertad en pocos minutos. Estaba claro que el comisario no tenía muchas ganas de hacer el sumario. Por otro lado, conocía la prepotencia con que sus agentes manejaban la calle. No era raro que alguien los "frenara" alguna vez. Se lo merecían. Benito miró al comisario y respondió:
-Mi nombre es Benito Escobar. Soy jubilado. No le puedo decir donde vivo y no tengo documentos.
Luego de estas palabras, Benito se encerró en un mutismo total. El comisario llamó a un agente y le dijo:
-llévelo a una celda. Tal vez mañana nos dé más datos. Luego, se retiró.
Benito quedó solo en el calabozo
Muy temprano, el comisario mandó a traer al detenido a su oficina. Con asombro, descubrieron que ya no estaba en la celda. El mismo jefe fue hasta el calabozo y lo comprobó. La celda estaba cerrada, pero vacía. Como resultado de esta aparente e inexplicable fuga, el oficial a cargo fue puesto en disponibilidad y varios policías recibieron sanciones.
A todo esto, en la necrópolis del pueblo se establecía este diálogo.
-“¡Te dije que ibas a tener problemas, porfiado!”
-“¡Basta de sermones, viejo! La semana que viene salgo otra vez”
El silencio sonreía entre dientes, mientras, saltando picarescamente sobre las tumbas, se alejaba poco a poco del ámbito del campo santo.
El alba, mansamente, desplazaba las sombras de la noche.
A pocas cuadras de allí, en la seccional, ya habían llegado los de Asuntos Internos.
NORBERTO PANNONE, Buenos Aires, Argentina
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