LA GENEROSIDAD, (algunos aspectos)
Dice el
proverbio que la generosidad bien entendida
empieza por uno mismo, posiblemente sea verdad, sobre todo, cuando buscamos un equilibrio
social, y nuestra posición en ella.
Meditando un poco habría que buscar en
este noble sentimiento algunas connotaciones que le añaden valor y otras que se
lo restan.Como instinto, la generosidad, es algo que
aflora en las relaciones humanas cuando se observa algún que otro motivo de
injusticia; este es el motor que la pone en marcha; querer subsanar una
injusticia cuando detectamos que alguien no goza de un bien universal como es
la justicia, la equidad, la igualdad, cualidades éstas, que a fin de cuentas
son matices de un mismo aspecto, el sentir humano de solidaridad hacia los
demás.También
puede tratarse de una disposición personal, e incluso un medio de afirmar el
ego de cada cual.
Ejercer la generosidad es una labor
delicada que requiere mesura, razón y sobretodo, oportunidad.
El
que ofrece sin medida puede causar dos resultados diferentes y diferenciados:
herir la sensibilidad del receptor, ya que éste puede interpretar que se
menoscaba su valía, o bien empujarlo a una comodidad superficial que limita su
reacción ante la adversidad y obstruye su capacidad para hacer frente a los problemas,
que sin duda la vida presenta.
Frecuentemente
la generosidad se convierte en invasión del terreno ajeno, de lo personal del
otro, donde no vale ni la espontaneidad ni la abundancia. Se impone, más bien,
el ser comedido y discreto. Practiquémosla en la intimidad, sin luces ni
taquígrafos, con suavidad y con compostura y sin retención de memoria, porque
nunca pasaremos factura de un acto de generosidad a menos que queramos
frustrarlo, para convertirlo en mera especulación.
Los
que pueden dar y lo hacen deberían reflexionar antes, hasta donde les lleva su
actitud, ya que, se puede nutrir al aprovechado, al oportunista en vez de
ayudar al necesitado.
Leí
en un artículo de “Cenit”, una hermosa expresión, que según su autor la
escribió Alberto Carsi Lacase, cuñado de V. Blásco Ibañez, decía así: ”El agua
es la única divinidad que vemos bajar del cielo”. Viene a colación por esa
disposición que mucha gente viene esperando resolver sus problemas económicos
por la “generosidad divina”, por los juegos de azar, loterías, boletos de
múltiples rifas. Se sigue esperando una generosidad y la unimos a una fantasía
creciente, a un capricho del destino.
En
las familias es frecuente comprobar que no todos son generosos con los demás y
es a menudo la madre la que está en mejor disposición para darlo todo por los
otros, no sólo en lo material, también en lo moral, en sacrificio, en lo que
sea.. Otras veces es el padre, que después de muchas horas de trabajo sólo
lleva en su pensamiento qué ofrecer a los suyos para que no carezcan de nada
La
generosidad puede ser, y a veces, lo es un “parche” necesario de una sociedad
en evolución, ya que si justicia hubiere la generosidad estaría demás.
SALOMÉ MOLTÓ,
Alcoy, Alicante, España
MIEMBRO
HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA
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