Vi
las nubes blancas…
La prolija pintura negra
de esa impecable limusina
que no me resultó familiar,
esta vez, como ocurriera
durante cada jornada,
desde hace extraviados meses.
Por el contrario, sentí
tal estremecimiento al ingresar
que debí admitir que había
dejado yo, de ser el mismo.
En cambio, la sonrisa del
chofer con su atildada gorra
resultó muy conocida. Era
la de siempre, la esperada;
confirmando que los
cambios eran míos, sólo míos.
Respiré profundo acomodado
ya en el mullido sillón
de aquel suntuoso vehículo
que tanto apreciaba.
Comenzó a sonar Nathalie,
por los Hermanos Arriagada.
Una vez más las emociones
desplegaron sentimientos.
Vi las nubes blancas atravesar
el cielo de la mañana.
Surgió así la presencia
espiritual de la persona amada.
©Antonio Las Heras, Buenos
Aires, Argentina
Miembro Honorífico y
Asesor cultural de Asolapo Argentina
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