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sábado, 2 de abril de 2022

TIRAR LA MANGA , César Tamborini Duca, León, España

 


TIRAR LA MANGA   (“El origen de las palabras”)

 

Resulta fascinante y estimulante la búsqueda del significado de una palabra o una frase de origen desconocido, y una gran satisfacción nos embarga si el cometido resulta exitoso. Otras veces la satisfacción proviene al comprobar que alguien se nos adelantó, pero no sólo eso sino que hace una descripción tan minuciosa y realista que no podemos menos que sonreír como si estuviésemos presenciando una escena. Al menos eso me ocurrió en ocasión de leer “Tratado   de delincuencia” (Aguafuertes inéditas) de Roberto Arlt, y me motivó para transcribir su jocundo sainete, que hace de la frase una recreación más allá de su conocido significado: el mendigo que a la salida de una iglesia, para llamar la atención de su ‘candidato’ le tiraba de la manga.                                                                    

Pero antes me parece conveniente hacer una muy breve semblanza del personaje, para que aquellos que no conocen quién fue Arlt en las letras argentinas, tengan una síntesis biográfica del escritor, que nació en el barrio de Flores en 1900 con el nombre de Roberto Godofredo Christophersen Arlt; claro que nacer de padre alemán y madre italiana justifican tan rimbombantes nombres.

Decían de él que era un escritor semi analfabeto –crítica fomentada por él mismo- con una “abrumadora carga de una bastante completa (sic) falta de cultura y la obligación saturadora de ganarse el pan incómodamente en las redacciones de los diarios”. Pero tampoco Arlt se queda corto al señalar los defectos de escritores argentinos a los que califica de inútiles y anti democráticos; con este calificativo engloba a escritores por él considerados como frívolos y elitistas porque en sus obras no se ocupan del proletariado, catalogando de esta manera a Hugo Wast (Gustavo Martínez Zubiría), Arturo Capdevila, Leopoldo Lugones, Enrique Larreta.

Escribió crónicas policiales en el diario Crítica, y su columna más famosa diariamente en el diario El Mundo, donde era Director Alberto Gerchunoff; esas “Aguafuertes porteñas” se publicaron desde 1928 hasta 1933, y fueron editadas posteriormente en un libro. Algunas de sus obras son El juguete rabioso (1926); Los siete locos (1929); Los lanzallamas (1931); Aguafuertes españolas (1936). Murió de una crisis cardíaca muy joven, el 26 de julio de 1942. Veamos entonces lo que nos dice de El inefable deporte de tirar la manga, en el que encontrarán algunas palabras del lunfardo, como era habitual en su manera de escribir:

CÓMO DESCUBRÍ EL ORIGEN DEL VOCABLO. Una vez me encontraba yo en un restaurante. De pronto se acercó a mi mesa uno de esos bergantes(*)  vergonzantes. Un bergante vergonzante es el sujeto que hace diez malandrinadas por día, pero las hace con timidez, con el recato seguido del arrepentimiento que un joven seminarista, en día de asueto, mira, en el tranvía que lo conduce a la casa de sus padres, a una mocita de grandes ojos y de silueta de figurín de modas. El tal bergante de mi historia se acercó a mi mesa, se sentó a ella y, después de decirme que tenía algo muy serio que comunicarme, me habló de esta manera:

-No sé qué pensará usted de mí pero, joven amigo, le voy a hacer una dolorosa confidencia.

Yo lo miré con piedad y con desconfianza. En primer lugar, porque la cara del sujeto inspiraba lástima y, en segundo lugar, porque yo, que apenas había cumplido los diez y siete años y que ya gozaba de una bien ganada fama de irresponsable, no era candidato para que nadie me tomara por blanco de sus confidencias. El hombre continuó:

-Me hallo en una situación verdaderamente angustiosa. Al salir de casa dejé la cartera en el otro traje. Vine a comer a este restaurante y en el momento de pagar me doy cuenta de que no tengo un centavo.

Le miré la cara y luego le miré el traje. Ese no tenía cara de tener otro traje que el que llevaba puesto. Quise escurrirme. No había caso.

-¿Se da cuenta de mi situación? ¿Qué hago?- y lanzó un suspiro profundo como el rebuzno de burro bien alimentado. Yo me acordé de lo que solía hacer un amigo mío, que era corredor de conservas en latas y comía en fondas y restaurantes.

-Firme la adición- le dije. El hombre de las dos caras y del único traje, movió negativamente la cabeza.

-No, no hay caso. No me conocen lo bastante. ¡Si encontrara quien me prestara un par de pesos!...  Me puse pálido. El tiro iba para mí. Yo tenía un par de pesos pero eran para pagar mi comida. Se lo dije.

TRABAJITO FINO.  El hombre se acercó aún más y, suavemente, sentí que su mano se posaba sobre mi brazo y su voz se hacía cada vez más temblorosa.

-Sálveme, joven amigo, de esta situación. Usted me los presta ahora y yo se los devuelvo mañana. O ¿por qué no hacemos una cosa? Usted me pasa su par de nacionales; yo pago y salgo a buscar plata. Es cuestión de cinco minutos. ¿Qué le parece?- 

Y yo sentí que su mano ya no se apoyaba en mi brazo. Sus dedos, con la presión de un ahogado que ya se ha ido debajo del agua por segunda vez, estaban prendidos a la manga de mi saco y tironeaban nerviosamente. ¡El hombre me estaba “tirando la manga”! Comprendí entonces dos cosas importantes; se develaron ante mis ojos dos misterios profundos: me quería sustraer mis dos únicos pesos y había descubierto el origen de esa popular expresión “tirar la manga”. Se puede tirar la manga sin tocar siquiera esa parte de la vestimenta masculina. Yo he visto tirarla a tipos en trajes de baño. Los que aplican como los que sufren ese procedimiento algunas veces infalible, saben eso. Porque “tirar la manga” ha tiempos significaba “pechar”. Pero cuando la víctima se niega rotundamente a aflojar la plata que honesta o deshonestamente le cayó en el bolsillo, el aspirante a ella, temeroso de que el candidato se le escape y no animándose a tomarlo francamente de un brazo, lo agarra de la manga.

 (*) bergante: persona que actúa sin escrúpulos, sin honradez; bribón.

 ©CESAR TAMBORINI DUCA, poeta y escritor argentino

MIEMBRO HONORÍFICO DE ASOLAPO ARGENTINA


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