EL REFLEJO DEL ALMA
Se
dice que los ojos son el reflejo del alma, que nuestra mirada da la pauta de
quienes somos y como nos comportamos, aunque es difícil comprender la mirada de
nuestros semejantes.
El
alma es el numen del ser humano, la sustancia específica que se manifiesta en
los fenómenos psíquicos.
Comprende
las cualidades características de la naturaleza de un individuo, en especial
las cualidades emotivas de simpatía.
Pero
en esta concepción psicológica, la simpatía puede trocarse en antipatía, cuando
no hay respuesta al otro, o la respuesta es antagónica, pues la simpatía es una
emoción provocada en un individuo por la percepción o la idea del sufrimiento
en los otros, y que lo conmueve llevándolo a aliviar el sufrimiento.
La
simpatía es repetir en uno la emoción del otro, compartirla.
Se
transforma en antipatía cuando se adopta una actitud distinta y opuesta, y se
niega o rechaza compartir.
Cuando
hay simpatía, hay también alegría y desde el alma interior se trasluce hacia el
rostro una luz que lo tersa y lo hace grato.
Cuando
hay antipatía, hay tensión, se tensa desde el alma, todo el cuerpo, y se
manifiesta en la dureza del rostro y la contractura de las facciones.
Esta
situación no es gratuita, deja huellas, marcas en nosotros, no sólo internas
sino también externas en especial en nuestras facciones.
Las
comunidades también lo sufren; vivir rodeado de personas que no son gratas, que
no manifiestan emoción ni simpatía, marca un déficit en nosotros que se
trasluce en las actitudes y los reflejos exteriores.
Los
grupos y los pueblos que sufren tensiones permanentes, que no son considerados
empáticamente, y soportan a diario situaciones ingratas que los angustian y
entristecen, poco a poco van cambiando sus facciones y se convierten en el
reflejo de lo que han recibido y reciben.
La
bondad y el amor, son las características elementales del alma humana, y desde
allí se reflejan en su conducta y en su exterior.
Cuando
no hay bondad ni amor, o cuando es muy difícil expresarlas dada las
circunstancias o los componentes sociales que mayoritariamente existen en una
comunidad, esas características del alma humana, están como en espera, y los
reflejos son distintos.
Nuestra
alma se refleja en primer lugar en nuestro comportamiento.
Lo
que hacemos, las acciones que producimos, nuestra conducta señalan quienes
somos en realidad, de qué somos capaces y que sentimos, aunque a veces nos
encontramos con personas o grupos capaces de esconder en otro tipo de conducta
lo que sienten.
Este
comportamiento cuando va en consonancia con nuestro interior, también ilumina y
marca nuestro cuerpo, en especial nuestro rostro.
Las
expresiones de bondad y de alegría nos distienden, nos armonizan y va en
consonancia nuestro interior con nuestro exterior.
El
transcurso del tiempo, parece que tuviera un efecto opuesto, y que nosotros y
nuestras facciones mejoraran.
En
segundo lugar se manifiestan en nuestras palabras; cuando hay simpatía y bondad
en nuestro interior, nuestras palabras serán bondadosas, veraces, correctas y
equilibradas.
Producirán
paz a nuestro alrededor, y serán gratas para quienes nos rodean, serán
consideradas y a veces tomadas como ejemplo.
Empero,
la falta de simpatía, la carencia de bondad, genera una gran tensión en
nuestro interior y marcan nuestro destino.
Entonces
nuestras expresiones serán duras, aunque no podemos escapar a quienes somos, ni
a nuestra condición humana, ni a nuestro carácter social, ni a la necesidad de
ser solidarios y vivir en conjunto.
Aunque
haya quienes se empecinan en tratar de lograrlo, y pretenden escapar a su
condición de hombre y considerarse super héroes o superiores.
¿Cómo
somos nosotros, cual es nuestra conducta, nuestras palabras, que refleja
nuestro rostro? ¿Tratamos a los demás con bondad y equilibrio, tenemos simpatía
con ellos o no nos importan o somos antipáticos?
Cuando
sonreímos nuestro rostro se expande y se ilumina, cuando gritamos, manifestamos
rencor o maquinamos ideas no bondadosas, en cambio, se contrae, se crispa y
deja huellas que poco a poco van siendo perennes y nos marcan
¿Cómo
son los que nos rodean, en especial nuestros líderes y
referentes?
¿Cuáles son sus conductas, sus palabras, que muestran en sus rostros?
Aquellos
que son bondadosos, aman la paz y la armonía, con el transcurso de la vida
mejoran su conducta, sus palabras y muestran rostros agradables. Son diáfanos y
puros.
Los
que buscan el camino opuesto de la antipatía, son autoritarios, se sienten
superiores y discriminan, en general ajustan con mayor intensidad su conducta a
lo que sienten, sus palabras son más duras y muestran un rostro con facciones
severas.
¿Cómo
reflejamos nuestra alma? Es nuestra conducta y nuestras palabras bondadosa y
armónica, es nuestro rostro agradable y placentero.
De
ser así podremos generar una sociedad mas equilibrada y mas justa.
ELÍAS GALATI, Argentina
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