LA MUERTE EN EXPRESIONES Y VOCES POPULARES
Ilustración de José Guadalupe Posada
El Diccionario de
Según la mitología, la Muerte, lejos de ser la primogénita, es la decimoctava hija del Érebo y la Noche, nieta del Caos y hermana del Sueño, existiendo entre estos dos hermanos, ‘Sueño y Muerte’, la misma diferencia que existe entre una coma y un punto final.
Entre todas las palabras que se utilizan para nombrarla,
la de muerte, a secas, es la que encierra la clave del misterio último.
Como todo misterio, ella engendra una serie de miedos, de
enigmas, de angustias y de fantasmas que, por extraño que parezca, propician el
desarrollo del arte, de la ciencia, de la filosofía, de la religión… Porque
todas ellas son expresiones del hombre para huir de la angustia cósmica que le
produce la muerte, para asegurarse una trascendencia, una vida más allá del
simple deshojamiento de nuestro cuerpo. Si la muerte no sellase nuestros
destinos hasta el extremo del desgarramiento, entre otras muchas cosas, jamás
se hubiese escrito un libro, pintado un cuadro o compuesto un tango.
El tema de la muerte, ya desde la más remota antigüedad,
ha interesado no sólo a médicos y filósofos, sino también a los poetas.
Desde aquellos lejanos días en que Jorge Manrique
escribiera “cómo se pasa la vida, / cómo
se viene la muerte”, es mucho lo que se ha rimado sobre ella, asociándola,
casi siempre, con el inexorable transcurrir del tiempo.
Para el porteño, como para cualquier hombre, la muerte es
un estado y un sentimiento plagado de connotaciones contradictorias.
Un fatalismo esperanzado para Discépolo: “¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en
el horno / nos vamo a encontrar!”
Y el descreimiento en Antonio Podestá: “Yo quiero morir conmigo / sin confesión y
sin Dios, / crucificado en mis penas
/ como abrazado a un rencor.”
Un descreimiento, al que podríamos contraponer, sino la
convicción, al menos el “por si acaso” del Malevo Muñoz en trance de morir.
Cuando le preguntaron a éste si quería recibir al sacerdote, después de
pensarlo un rato, contestó: -¡Ma sí!
Hacelo pasar. ¡Total no cuesta nada tirarse un lance!
Ya desde aquellos tiempos en que los dioses entretejían
intrigas en el Olimpo para combatir el aburrimiento de la inmortalidad, los
mortales recurrimos a toda clase de estratagemas para burlar a la muerte,
llegando hasta ponerle sobrenombres para evitar nombrarla. Desde entonces,
muchos son los nombres que ha recibido la Parca.
Entre nosotros, los porteños, y lunfardo por medio, el
acto de morir (y dejar chamuscada una silla) se traduce en : escatar, espichar, pinchar, sonar, finir, palmar, crepar, entregar el rosquete, doblar
la servilleta o irse por la rejilla.
Lo que puede ocurrir en forma repentina o después de estar jugado, rifado, o regalado durante algún tiempo. Hace
muchos años, Marcos Caplán, hablándome de alguien que se encontraba en ese
trance, me dijo: -¡Dos afeitadas más y lo
perdemos!
Otras expresiones populares que aluden al acto de morir,
y sin pretender citar a todas, son “estirar la pata” y “cantar para el
carnero”. Con respecto a esta última, cabe recordar que entre los romanos, el
nombre de la cámara mortuoria era “carnarium”, palabra de la cual deriva el
“carnaio” italiano y el “karner” alemán. Por lo tanto, el hecho de “cantar pa’l
carnero” alude directamente a la fosa y nada tiene que ver con el mamífero
rumiante de igual nombre.
Todas estas voces y expresiones, repito, sólo se refieren
al acto de morir. Pero para nombrar a la muerte, esa que nace con cada uno de
nosotros, que llevamos a babucha, que crece con uno, que se hace adulta, que
madura y que con el tiempo se fortalece hasta triunfar sobre la vida, el
porteño recurre preferentemente a voces como “la guadaña”, “la huesuda”, “la
ñata”, “la pálida” o “la pelada. De ahí que, para referirnos a algo que
consideramos peor que la muerte, digamos que es “la muerte peluda”.
Y, con respecto al cementerio, recordemos de paso, que
éste es territorio del muerto y no de la muerte, dado que la “quinta” no es
propiedad de la “ñata” sino del “ñato”.
Luis Alposta,
Buenos Aires, Argentina
MIEMBRO HONORÍFICO Y ASESOR CULTURAL
DE ASOLAPO ARGENTINA
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